Robelis Despaigne, medallista de bronce olímpico y mundial va por el título. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:33 pm
Cuando de niño veía aquellas películas de ninjas y chinos «voladores» que tanto le fascinaban, nunca imaginó que en muy poco tiempo estaría dando patadas y vueltas en el aire como muchos de sus ídolos de la pantalla grande. Jamás le pasó por la cabeza que sería referente en uno de los deportes de combate más populares del mundo. Primero campeón mundial universitario, luego as panamericano, medallista olímpico, con una carta de presentación que aún no cierra, a la espera quizá de otras muchas escenas de un filme con nombre y apellidos.
Robelis Despaigne Sauquet fue protagonista de su primera «toma cinematográfica» a los nueve años. «Entonces fueron a mi escuela buscando muchachos interesados en el taekwondo. Yo tenía una noción elemental de esa y otras artes marciales por las películas que veía en el cine y la televisión. En realidad siempre me llamaron la atención esas patadas espectaculares con grandes saltos, y cuando preguntaron yo enseguida me mostré interesado».
A sus 24 años y más de 87 kilogramos de puro músculo, la principal figura de Cuba esperaba sentado cuando lo abordé en las gradas del Coliseo de la capitalina Ciudad Deportiva, sede del I Abierto de Taekwondo de La Habana. Descansaba sereno, ecuánime, observando cada combate, a solo un par de horas de su presentación y sin nerviosismo evidente.
«Hasta el momento he presenciado un torneo de excelente factura, que indiscutiblemente nos sirve de preparación para competiciones internacionales de mayor calibre. Como está demostrado, el fogueo en el extranjero es vital para las aspiraciones de cualquier equipo, pues solo compitiendo evalúas el verdadero nivel del atleta y pones de manifiesto todo lo aprendido, cada paso del entrenamiento, el esfuerzo propio, las horas, días y meses de sacrificio, pero nuestra situación económica nos impide viajar a menudo.
«Esta justa va supliendo el déficit de confrontaciones fuera de Cuba, pues enfrentamos a varios exponentes de calidad ante el público cubano, en un escenario distinto al que habitualmente concurrimos. Esta pudiera ser una solución viable».
—¿Cuáles son tus expectativas con respecto al Campeonato Mundial de Puebla, México, teniendo en cuenta que una medalla olímpica te sitúa entre los favoritos para esta justa a celebrarse en julio próximo?
—Conozco a mis principales rivales, y pienso mejorar mi actuación en la cita de Copenhague 2009, donde concluí en el quinto escaño. En México apuesto por una medalla para así ratificarme en la élite universal.
—El oro en los Panamericanos de Guadalajara 2011 y el bronce bajo los cinco aros londinenses hace un año, ¿te pusieron la parada muy alta?
—Para nada. Siempre salgo a guapear, a triunfar en cada escenario. Eso solo fue el inicio. Recuerdo que en Inglaterra me sentía bastante bien, pero tuve una pequeña imprecisión en un combate decisivo que me costó llegar al punto de oro y seguir discutiendo el pase a la final. Luego realicé otra pelea para optar por el tercer lugar y ya en esa instancia mi contrincante no se presentó.
—¿Fortalezas que te distinguen en el plano técnico-táctico?
—Me ayuda mucho mi complexión física y mi estatura (más de 6 pies), la cual me brinda un buen alcance en el ataque. No soy lento para esta división y me desplazo fácilmente. Además, realizo bastantes acciones a la cabeza con una considerable cantidad de técnicas.
—Me dicen que no soportas perder…
—Al cubano no le gusta perder ni en juegos. Esa creo que es una característica que nos diferencia notablemente. A veces vemos atletas extranjeros conformes, alegres con un metal bronceado, mientras el cubano se revienta por dentro, e incluso llora, con una medalla que pudo tener mejor color. Esa sed de triunfo y constante inconformidad es bien nuestra, inculcada por entrenadores, amigos, familiares, y latente incluso en la historia, hasta en la sangre. Es algo genético. Yo siempre salgo a ganar. No esperen menos de mí.