Carlos Raúl Hernández Roque tiene estirpe de futuro campeón. Autor: Luis Raúl Vázquez Muñoz Publicado: 21/09/2017 | 05:22 pm
CIEGO DE ÁVILA.— La camiseta de color rojo está empapada de sudor. En el pecho se lee Mayabeque y en las gradas el estruendo es fuerte. Sin embargo, Carlos Raúl Hernández Roque permanece ajeno a lo que sucede a su alrededor.
Su mirada está fija en el contrario. Busca un hueco en la defensa y por allí lanza la pelota. Viene el intercambio y en un remate la pelotica golpea la mesa en la parte del rival y sale disparada en diagonal. El contrario intenta golpearla y no puede. La raqueta queda lejos y el movimiento es en el vacío. Fue el último tanto del partido.
Ahora, a la espera del próxima juego, Carlitos se pasa una toalla por el rostro. Los entrenadores han dado permiso por solo tres minutos. Él aclara: «Pronto habrá más competencia, todavía no hemos terminado». Y se ve atento al llamado por el audio.
«Fue en segundo grado cuando la profesora Nodalys Díaz me captó para este deporte. Era chiquito, estaba en el aula. Creo que en mí vio confianza, pero más nada. Antes yo no sabía nada del tenis de mesa, nunca había tomado una raqueta en mis manos», confiesa.
Carlos pasó ahora para octavo grado y cursa estudios en la EIDE Mártires de Barbados. Su entrenador es un muchacho joven, Alejandro Chávez Rodríguez, quien desde las sillas parecía sufrir o delirar más que los pupilos con cada tanto adverso o un triunfo que aparecía en el marcador frente a los integrantes del equipo nacional de Venezuela, en la categoría de menores de 13 años.
«Es un equipo con garra. Ya hemos topado en otras ocasiones. Tienen muy buen saque y bloqueo. Este deporte desde afuera parece fácil y no lo es. No es nada sencillo seguir con la mirada una pelotica que va y viene, va y viene, y se vuelve una centella cuando la tiran duro y tienes que adivinar por dónde irá. Este es un juego de segundos», comenta Carlos.
Dice que con los contrarios no se puede bajar la guardia. Constantemente hay que estudiarlos, cazarles los puntos más vulnerables. Eso se lo repiten sus profesores y fue uno de los tantos consejos recibidos por Andy Pereira, uno de los mejores tenistas de mesa en la historia de Cuba e ídolo de Carlos, y con quien ha conversado en varias ocasiones.
«Yo quiero seguir su ejemplo. Andy es muy técnico, tiene tremendo saque y nos ha aconsejado cómo hacer los movimientos para que los tiros salgan en la dirección que queremos, donde mejor se puede golpear al contrario», reconoce.
Desde el área de las mesas, le hacen una seña. Carlos responde y avisa: «Me llaman». Extiende la mano en un saludo. El rostro aún esta sudado y sobre los labios se ve la sombra del bigote que va a nacer.