Julio César La Cruz, firme baluarte a la nominación de Atleta del año en Cuba. Autor: Juan Moreno Publicado: 21/09/2017 | 05:16 pm
Poseedor de una combinación perfecta, matizada por su amplio repertorio de golpes lanzados desde las tres distancias, y una precisa defensa de torso y manos, la actuación del joven púgil Julio César La Cruz frisó los límites de la excelencia en el año que expira.
El semicompleto camagüeyano atesora uno de los dos títulos mundiales conseguidos por todas las delegaciones cubanas en este 2011 —el otro fue del también púgil Lázaro Álvarez (56 kg)—, cuando ambos salieron airosos en la justa de Bakú, capital de Azerbaiján. Además, el agramontino accedió al cetro en los Juegos del ALBA, en el Córdova Cardín, así como en el torneo de Cumaná, Venezuela, clasificatorio para los Juegos Panamericanos, en los cuales también se alzó después con la corona.
La rúbrica de estos 12 meses para el joven de 22 años, ídolo de la Plaza San Juan de Dios, fue de 34 victorias y solo dos derrotas, ambas en la gira por Europa. En el torneo Memorial Bocksai, de Hungría, cedió por plata ante el ruso Nikita Ivanov, subcampeón europeo, en tanto en el Strandja, de Bulgaria, cayó en su primer combate frente a otro ruso, Egor Mekhontsev, titular olímpico y del orbe.
Hoy, el carismático Chachá, como se le conoce en el ámbito pugilístico, accedió a esta entrevista con los lectores de JR.
—¿Cómo te inicias en el boxeo?
—Empecé con seis años en el gimnasio El Casino, en Camagüey, bajo las orientaciones del entrenador Bárbaro Guaso. Pero «mi padre» fue el técnico Ramiro Basulto, a quien le debo mucho. Ellos fueron claves para que yo participara en tres Juegos Escolares y otros tres torneos nacionales juveniles. Luego debuté con 18 años en el Playa Girón de 2008, donde obtuve mi primer título en los 81 kilogramos.
—¿Aquella actuación te abrió las puertas de la Finca del Wajay (Escuela Nacional de Boxeo)?
—En esos momentos, el jefe de entrenadores era Pedro Roque, quien me seleccionó y más tarde me envió a la Copa Independencia, en República Dominicana, donde obtuve el oro. Más tarde representé a Cuba en el primer torneo preolímpico, con sede en Trinidad y Tobago.
—Pero allí no conseguiste el boleto para la justa de Beijing 2008. ¿Qué pasó?
—Era muy joven y tenía mucha presión. Creo que no debí ser el elegido.
—Sin embargo, Roque depositó toda su confianza en ti y te volvió a escoger para el segundo preolímpico, que acogió Guatemala, donde también fallaste…
—Sin ánimos de justificación, allí fui despojado de la victoria en mi combate contra el campeón panamericano Elaider Álvarez, de Colombia. No obstante, con este par de fracasos casi al hilo, Cuba se quedó sin representante olímpico en ese peso. Eso fue como si me cayera un cubo de agua fría, pues en la calle todos decían que yo no servía como boxeador, que Roque se había equivocado y debían alejarme del cuadrilátero. Y para colmo de males, tras la final del torneo por equipos en octubre de ese año, sufrí una parálisis facial. Tuve que hacer de tripas corazón para no abandonar este deporte.
—¿Cuándo regresas al ring?
—Con solo 15 días de entrenamiento, me inscribieron en el equipo de Camagüey para participar en el Playa Girón 2009, donde perdí en semifinales y me bajaron del equipo nacional, lo cual considero la mayor injusticia en mi corta carrera deportiva. Entonces, me enviaron para Camagüey. Se me «cayeron las alas» y no quería entrenar más. Pero ese mismo año fui a la final del torneo por equipos, en la cual gané cinco peleas y solo me marcaron dos puntos.
—¿Cómo fue el reintegro a la preselección nacional?
—En 2010, cuando Rolando Aceval debutó como jefe de entrenadores, me dijo que si ganaba la final del Playa Girón, regresaría a la Finca. Y por el oro, vencí 8-1 al guantanamero Yorkis Barrientos. Entonces le pedí a Aceval que me pusiera como entrenador al excepcional Raúl Fernández, quien me recibió con esta frase: «Yo solo trabajo con campeones». Y no lo he hecho quedar mal.
—¿Qué has aprendido con Fernández?
—Al oír sus orientaciones, me he convertido en un boxeador más disciplinado, con mayor dedicación. Yo era meramente defensivo, apoyado en mis buenos movimientos de torso. Pero él me exigió más agresividad en el ataque, entrando en la media y corta distancias para pegarle sin mesura al rival.
—Pero en ocasiones bajas mucho las manos y quedas al descubierto, sin guardia…
—Eso no lo hago frente a todos los rivales, sino ante aquellos que conozco. Los provoco para que me vengan encima y sacarles ventaja en el contraataque, dada mi buena velocidad de manos y piernas.
—¿No sientes demasiada presión por ser el capitán del equipo nacional, donde aparecen figuras mucho más experimentadas?
—Eso fue tras regresar del Campeonato Panamericano efectuado en Ecuador, en septiembre de 2010. Con mi ejemplo y dedicación me he sabido ganar el respeto de todos, incluidos el titular del orbe en 2009, Roniel Iglesias, y los subcampeones olímpicos Carlos Banteur y Emilio Correa.
—Físicamente se te ve mucho mejor. ¿Hay trabajo con las pesas?
—Sí, tanto el indicado por el profesor como el individual. El trabajo con las pesas te fortalece y permite mayor movilidad sobre el ring, evitando el cansancio. Pero lo más importante en mi actual estado competitivo ha sido la mejoría en la técnica de golpeo.
—¿Podrías «radiografiar» tu participación en el Mundial de Bakú?
—En la gira por Europa de principios de año, saqué la conclusión de que si veía de nuevo sobre el ring a Mekhontsev o Ivanov, les podía ganar. Yo debutaba en campeonatos mundiales y no iba con pronóstico de oro. Pero le pedí a Aceval que confiara en mí.
«Estaba algo tenso en mi primera pelea, el 28 de septiembre frente al bielorruso Mikhail Dauhaliavets. Pero lo vencí 25-11. Luego, el día 30 cayó nuestro líder Roniel Iglesias. Y yo le dije: “Tú eres mi inspiración. Sube el ánimo, que yo voy a ganar por ti y por mí”.
«El 2 de octubre me tocó el turco Caner Sayak, pero ya estaba más suelto y lo derroté 17-7. Después vino el difícil pleito del día 4 contra el alemán Enrico Koelling. Al iniciarse el tercer asalto, perdía 5-6. Pero cuando faltaba un minuto, me salió una combinación fabulosa: swing de derecha y par de opercouts a la mandíbula. Lo vencí 8-6 y logré clasificarme para los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
«En mi cuarta pelea, discutí el bronce contra el australiano Damian Hooper. Igualmente salí un punto por debajo en el tercer round. Pero me acerqué más, combiné mejor mis golpes y gané por cerrada votación de 14-13. Ahí mismo pensé que nadie me podía quitar el oro.
«Ya en la quinta pelea, en pos de la plata, venía Mekhontsev. Recordé la derrota contra él en el torneo Strandja y le pegué con tanta furia que gané los tres asaltos y la pizarra final fue de 21-15.
«Finalmente, llegó la disputa del oro. El kazajo Adilbek Niyazymbetov me empató el primer round 5-5, pero al llegar a la esquina, Fernández me dijo que pusiera sobre el ring todo lo entrenado en Cuba. El resultado ya todo el mundo lo conoce: pude superarlo 17-13».
Sin apenas descanso tras el Mundial, el agramontino no dejó margen a dudas y ganó cómodamente sus tres combates en los Juegos Panamericanos de Guadalajara.
Este ha sido el historial de Julio César La Cruz, primero del ranking mundial con 1 800 puntos. El pasado día 18, se anotó el título en el torneo Playa Girón, dirimido en Pinar del Río.
«Anota bien esta fecha, pues hoy comienzo mi cadena de triunfos, que culminará con el título en los Juegos Olímpicos de Londres», me dijo entonces. ¿Se cumplirá su profecía?