Cuba chocará con Brasil en la primera fase del Mundial. Autor: FIVB Publicado: 21/09/2017 | 05:01 pm
En cuatro años pueden pasar muchas cosas. Entre tantos sucesos, el último cuatrienio ha visto a la civilización humana hundirse en una de sus peores crisis económicas, a España encaramarse en el trono del fútbol europeo y mundial, y al voleibol cubano sufrir una metamorfosis que aún necesita cuajar.
Aquel 2006 fue un año para olvidar. Primero el inesperado fracaso en Cartagena de Indias que nos costó la corona centrocaribeña. Luego llegó la eliminación de la fase final en la Liga Mundial y finalmente el decimoquinto lugar en el Campeonato del orbe, celebrado en Japón, donde apenas se consiguieron dos triunfos en cinco presentaciones.
Mucho ha llovido desde entonces, y ahora, con la nueva edición de la cita universal a la vista, reina el optimismo. Varias ciudades italianas acogerán el torneo a partir del próximo sábado y allí se volverá a medir la salud de nuestro voleibol masculino. Y quién sabe si algo más.
La tropa
Si hubiera que buscar un antes y un después en el tortuoso camino de ascenso, ese sería el torneo de clasificación hacia los Juegos Olímpicos de Beijing.
La ausencia a la cita estival china impulsó algunos cambios necesarios, y nuevas caras comenzaron a dibujar un panorama alentador. En torno a los más experimentados Roberlandy Simón, Osmany Camejo y Henry Bell, se fue armando un grupo con jóvenes figuras de calidad ya probada.
Durante los dos últimos años, nombres como los de Wilfredo León, Yoandy Leal, el recuperado Michael Sánchez, Rolando Cepeda, y más recientemente el de Fernando Hernández, sobresalen en la renovada escuadra, junto a los pasadores Raydel Hierrezuelo y Yoandri Díaz.
Todos han probado suerte en una formación regular que ha mutado en los últimos tiempos, adaptándose a las nuevas circunstancias.
Los inestables desempeños de Cepeda y Fernando como atacadores opuestos, han llevado a León a asumir ese rol con muy buenos resultados. A su vez, este movimiento y a la temporal ausencia del «Ruso» Sánchez, ha dejado una plaza vacante en el puesto de atacador auxiliar, que en los últimos compromisos ha ocupado el veterano Bell.
En cuanto a los acomodadores, Hierrezuelo y Yoandri se han repartido la titularidad durante los más recientes topes de fogueo. Ambos son buenos en el bloqueo, con diferencias de temperamento y poder ofensivo.
La otra alternativa pasa por el centro de la cancha, donde el inexperto Isbel Mesa pudiera compartir protagonismo con Camejo, si las circunstancias lo exigen.
La ruta
Las últimas presentaciones de los cubanos han traído la certeza del regreso a la élite. Enfrentar ahora a las mejores selecciones del planeta será otro gran reto, aunque el propósito de mejorar la actuación de la cita precedente sea lógicamente alcanzable.
Según la distribución, el elenco cubano quedó ubicado en el grupo B, con sede en la ciudad de Verona. Ahí también estarán enroladas las selecciones de Túnez, España, y Brasil, actual monarca de estos torneos.
Resultaría toda una sorpresa no avanzar hacia la siguiente ronda. A partir de entonces, las cosas pudieran complicarse con la aparición de escuadras de reconocido calibre como Serbia, Bulgaria o Francia.
Superada esa instancia, les tocaría medir fuerzas con la actual vanguardia, pues camino al podio deben aparecer formaciones como Rusia, Estados Unidos, y el propio Brasil, rivales muy difíciles, pero de los que hoy estamos cada vez más cerca.
¿En las mismas?
Dicen que lo difícil no es llegar, sino mantenerse. Y visto desde ese ángulo, al cuarto lugar conquistado por el equipo cubano en la más reciente versión de la Liga Mundial le acompañan no pocos méritos.
Para verlos es imprescindible apartar un poco las ilusiones generadas por este joven elenco, sobrado de talento, y huérfano —por ahora— de imprescindibles detalles. También hay que colocar esos resultados en perspectiva, y siempre ubicar el análisis por encima de cualquier valoración apresurada.
Durante la Liga Mundial de 2009 se dispararon las expectativas, tras el sorpresivo balance frente a Rusia y Bulgaria, y del despliegue exhibido durante la fase final. Un año después se repitió la historia, y a simple vista parecería que nada ha cambiado. Y puede que así sea.
En la ciudad argentina de Córdoba —sede de la última final de Liga— se demostró que el equipo cubano está entre los mejores, pero también que le falta molde para consagrarse al máximo nivel.
El hecho de volver a incluirse entre los cuatro «grandes» merece un reconocimiento unánime. Y la primera reverencia habría que dedicársela al colectivo de técnicos —desde los juveniles hasta la selección absoluta—, quienes han logrado en un brevísimo tiempo armar una escuadra competitiva y esperanzadora.
Apenas un año después de quedar fuera de la cita olímpica de Beijing, se regresó a una final de Liga Mundial. Una temporada más tarde, se volvió a coquetear con un podio que nos había sido esquivo desde hace un lustro.
Todo fue fraguado desde el «laboratorio», donde se catalizan con mucho esfuerzo las fórmulas para hacer crecer a los León, Leal, Hierrezuelo y el resto de la tropa.
Mientras el italiano Daniel Bagnoli le entregó la titularidad a un Muserskyi que con 21 años ya acumula una apreciable experiencia en el Lokomotive Belogorie —actual subcampeón del competitivo torneo ruso—, Orlando Samuels hizo debutar como opuesto a un Fernando Hernández, cuando su roce competitivo de cierta importancia se resumía al reciente por la selección nacional juvenil.
Así, las comparaciones caen por su propio peso. En buena lid, el equipo cubano está cosechando ahora resultados que, dadas sus particulares circunstancias, le estarían reservados para los próximos dos o tres años.
De ahí que, aunque a veces terminen siendo frustrantes, sean entendibles esas oscilaciones en el nivel de juego, esos despistes en momentos cruciales, y esos fallos que cuestan partidos y podios.
Ahora pueden llegar a semifinales y asaltar el ansiado podio, pero de cualquier forma todavía tendrán a su favor la coartada de la inexperiencia. Pero ojo, que después de este gran examen, ya habrá que pensar en solo conformarse con cosas mayores.