La cubana obtuvo la medalla de plata en la división de 70 kilogramos
BEIJING.— Cuando Anaisis Hernández ganó este miércoles su primer combate en el tatami olímpico, casi nadie imaginó que llegaría tan lejos. Pero la voluntad y la motivación suelen hacer milagros.
La cienfueguera quedó libre en la primera ronda y luego proyectó a la colombiana Yuri Alvear, viniendo de abajo. Su tercer pleito, en cambio, parecía harina de otro costal: enfrente estaba la italiana Ylenia Scapin, campeona europea y dos veces medallista olímpica.
Bajé la cabeza para no mirar. ¡Zas! Algo pasó y el público comenzó a aplaudir. Me incorporé entonces poco a poco, todavía sin querer saber lo que sucedía. No lo creo: ¡Ippon a favor de la cubana!
A esas alturas ya todo era posible. No importaba que Anaisis hubiera sido llamada a última hora para llenar un vacío en los 70 kilogramos. Ella estaba allí, chapeando bajito.
Tanto, que liquidó en semifinales a la alemana Annett Boehm, tercera en los dos últimos campeonatos mundiales. Quedaba solo un obstáculo: la japonesa Masae Ueno. Pero la monarca olímpica de Atenas fue una barrera insalvable.
Así, el judo aportó la tercera medalla de la delegación cubana en estos Juegos Olímpicos, y la segunda de plata. Afuera del gimnasio, una leve llovizna bañaba la ciudad. Era un buen augurio. La fiesta apenas comenzaba.