Wilfredo León, con solo 14 años, ha sido «apurado» para entrar al equipo. Foto: Armando Hernández Ahora que se acerca el enfrentamiento del seleccionado masculino de voleibol de Cuba con su similar de Sudcorea, el más débil de los cuatro participantes en el grupo B de la XIX Liga Mundial, nos vienen a la mente requisitos aprendidos en la Universidad del Deporte y conversaciones con algunos técnicos sobre la edad ideal de los atletas.
En el deporte de la malla alta se considera casi por unanimidad que, salvo excepciones de la regla, la maestría no se logra en un dos por tres. Recuerdo que a raíz de la necesidad de formar un colectivo nuevo a principios de este siglo, su entrenador alertaba que un equipo no se forma en tres años. Tuvo razón.
A veces los periodistas expresamos con signos de admiración, al referirnos al plantel criollo, que estamos en presencia de un renovado grupo con jóvenes talentos. Después, ante las derrotas, reconocemos —y es verdad— que lucharon con tesón y dignidad frente a conjuntos de primer nivel. Pero las buenas intenciones no bastan.
Las actuaciones recientes frente a Alemania, en Dusseldorf, e Italia y Rusia en La Habana, acuñan la tesis que abordamos. Coraje total y falta de habilidades técnicas, provocadas por la inexperiencia, alcanzan el mismo grado armónico en la calificación.
El equipo cubano promedia 22 años de edad, el de Italia 30 y el de Rusia 27. Sobre este aspecto, muchos especialistas coinciden en que hasta los 23 años, y al menos seis o siete en las filas de un seleccionado nacional, no comienza a materializarse la madurez o maestría deportiva en un voleibolista.
Definen los pasos de esta manera: períodos de enseñanza, desarrollo y perfeccionamiento y, a partir de los 23 años de edad, la maestría, o sea, la consolidación de todo lo anterior.
Sin ir muy lejos, las jovencitas jugadoras del conjunto de Venezuela, clasificadas para los Juegos Olímpicos de Beijing, me confesaron hace dos meses que se adelantaron a la norma lógica y reconocen que en la capital china buscarán experiencia para el próximo ciclo olímpico, el de ellas verdaderamente.
En resumen, por razones conocidas, se han tenido que quemar etapas. Nada recomendable, pero necesario. No pidamos más de lo que la sensatez establece. Esperemos la evolución correspondiente, porque, sin dudas, talentos hay en buena dosis.