Lisandra Guerra sueña con la gloria olímpica. Foto: AP Es marzo de 2008. Dentro del velódromo de la ciudad de Manchester, en Inglaterra, un reloj electrónico marca un tiempo de 34.021 segundos. Debajo, aparecen la bandera cubana y un nombre: Lisandra Guerra. ¡La matancera es campeona del mundo!
Sin embargo, quien vea a esta muchacha de Colón en nuestras calles quizá no imagine que sus piernas sean las más rápidas sobre los pedales en la Tierra, a una distancia de medio kilómetro. ¿La razón? Lisandra Guerra no exporta ese «glamour» que tanto se empeñan en mostrar los héroes internacionales del deporte. En ella, por el contrario, solo desborda una cosa: sencillez.
Del embullo a la pasiónA los cinco años de edad, Lisandra aprendió los manejos del manubrio y un lustro más tarde se inició por embullo en el aprendizaje del ciclismo con Ángel Luis Núñez. Tras dos años con Angelito, Jorge García se hizo cargo de este «diamante en bruto» en la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético de Matanzas.
Luego, ella vino a la escuela cubana de ciclismo, en el velódromo nacional Reinaldo Paseiro, y por sus excelentes cualidades pudo acceder a una beca en la Academia Internacional de Lucerna, Suiza. Pero este último paso fue muy difícil.
«Irme fue un reto muy grande porque era la primera vez que me separaba de mi familia y de mi país por tanto tiempo. No sabía a lo que me iba a enfrentar en ese mundo totalmente nuevo, y además estaba en un lugar donde no se hablaba mi idioma.
«Tuve que aprender a estar lejos y a comunicarme con los entrenadores. El primer mes lloraba todos los días, así que cuando llegó diciembre los entrenadores decidieron mandarme para Cuba por 30 días para que regresara más animada», confiesa.
En sus dos décadas de vida, ya Lisandra tiene en su vitrina muchos logros. Es recordista mundial juvenil en los 500 metros contrarreloj y en la velocidad pura, multimedallista en las Copas del Mundo, subcampeona de la velocidad en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007; y escaló el podio tres veces seguidas, mejorando desde el bronce hasta el oro, en los campeonatos mundiales de mayores de 2006, 2007 y 2008, siempre en la contrarreloj del medio kilómetro.
Entre tantos torneos y medallas, la joven tiene una tradición que nunca rompe.
«Llamo por teléfono a mi mamá porque se pone muy nerviosa cada vez que compito y tiene que ser la primera en enterarse de mi resultado. La noche antes no duerme, y mantiene la radio encendida para ver si dicen algo sobre mí. Imagínate que si no le escribo por correo en más de un día, se pone muy molesta», explica con una sonrisa en los labios.
Busco sus impresiones acerca de ser campeona del mundo y se pone seria.
«Es muy fácil decir que soy campeona mundial, pero no me gusta vanagloriarme de eso porque el camino no ha sido tan dulce. El ciclismo es un deporte de mucho sacrificio. Están las caídas, los entrenamientos diarios muy duros y que no puedes dejar de hacer porque pierdes la forma. Además, a pesar de no tener tanto tiempo en este deporte, he vivido muchos momentos buenos y malos que me sirven para el futuro. Aquí, si no eres persistente, te quedas en la ruta.
«Por eso, a medida que he madurado, mis metas han cambiado. A los diez años, el ciclismo era un juego y a los 15 una diversión. Ahora es mi pasión».
Sus héroes«En lo personal, adoro a mi mamá, pues ella me ha dado la vida y la educación. Y también a mi papá. Ellos siempre han estado ahí para mí.
«Mi papá me inculcó lo que es la voluntad y que hay que persistir en los sueños. Él tuvo un accidente cuando yo era pequeña y siempre mantuvo el buen espíritu, por eso se recuperó muy bien. Así nos enseño a mí y a mis hermanos a ser perseverantes»
—¿En qué piensa Lisandra cuando está en una competencia?
—Primero bloqueo la mente, la dejo en blanco, y me concentro en la explosividad que tengo que darle a la arrancada. A medida que la carrera avanza y las fuerzas se pierden, pienso en mi familia, en mis sacrificios, y eso me da ánimos para rematar lo más fuerte posible.
A poco más de cien días del inicio de los Juegos Olímpicos de Beijing, Lisandra se muestra tranquila de cara a su primera participación en la prueba de velocidad pura en esta lid.
«Quiero ganar, ese es mi sueño, pero es muy difícil pronosticar un resultado. La carrera de los 200 metros no la gana la corredora más fuerte, sino la de más experiencia, la mejor preparada desde el punto de vista técnico-psicológico, y las 12 ciclistas que estarán allí son muy buenas.
«Pero si uno lucha y se lo propone, puede lograr un buen resultado. Nosotros los cubanos somos así, cada vez que queremos algo lo logramos. Ha sido muy difícil llegar, por lo que trataré de ir tranquila a dar lo mejor de mí. Pienso librarme de las presiones».
Menuda responsabilidad tiene la jovencita, pues en la capital china deberá enfrentar a figuras encumbradas en esta prueba, como la británica Victoria Pendleton, vencedora en los campeonatos mundiales de Palma de Mallorca, España, en 2007 y Manchester, Inglaterra, el pasado mes de marzo.
Para Lisandra, el momento más difícil en su vida se repite una y otra vez cada vez que tiene que ir a Suiza. «Eso me pone muy triste», dice.
Sin embargo, el trago amargo desaparece al volver. «Además de sentirme muy contenta cuando gano una medalla, siento mis esfuerzos y sacrificios recompensados al llegar a Cuba y ver a mi familia, mis amigos y mi pueblo, que siempre me felicitan y me sonríen. Esa actitud me demuestra que todo lo que hago no es en vano, y que vale la pena luchar».
En sus ratos de ocio, Lisandra lee y escucha música. Pero siempre está lista para saltar a su bicicleta en busca de la gloria. Y este año, ¿por qué no?, ella puede ser campeona olímpica.