Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ni con la muerte firmó las tablas

El estadounidense, considerado un genio del ajedrez, falleció este viernes en Reikjavík, Islandia, una ciudad donde llegó a tocar el cielo

Autor:

Juventud Rebelde

Así llegó Fisher a Islandia en 2005, todavía con el dedo acusador. Foto: AP Murió a los 64 años de una infección renal. Y acaso estaba escrito, porque no hay más casillas en un tablero de ajedrez. A Bobby Fischer (su verdadero nombre era Robert James) lo sedujo el juego ciencia a los seis años, cuando memorizó el manual de instrucciones de un pequeño tablero que le regaló su hermana Joan para que se entretuviera y no diera tanta guerra en casa. Había nacido en Chicago, Illinois, el 9 de marzo de 1943.

Dicen que tenía un cociente intelectual superior incluso al de Albert Einstein, pero Fischer no fue un niño prodigio. Su genio despertó en la adolescencia. Aunque abandonó la escuela, su madre logró que John W. Collins, tutor de reputados ajedrecistas, le aceptara como alumno. Eso fue en 1956 y ya en el 57, con 14 años, llegó a ser campeón de Estados Unidos por primera vez. Luego repitió el título en siete ocasiones.

En agosto de 1958, con 15 años, obtuvo el título de Gran Maestro, convirtiéndose en el jugador más joven que lo conseguía hasta la fecha. Entonces decidió convertirse en jugador profesional y comenzó una carrera marcada por la polémica. Excéntrico como pocos, exigía condiciones perfectas de luz, silencio absoluto, ausencia de fotógrafos y cámaras de televisión... Y, sobre todo, grandes premios. Además, en unos torneos llegaba tarde y en otros se retiraba de repente. En varias ocasiones acusó a los soviéticos de amañar sus partidas y por ello se ganó innumerables antipatías.

Así, tardó bastante en discutir el título mundial. Y en ello hubo también algo de suerte, pues un cambio en los reglamentos permitió presentar tres aspirantes por país. De todas formas no estaba en la lista, pero Pal Benko le cedió su puesto. En el Torneo de Candidatos aplastó a Taimanov, Larsen y Petrosian. Era septiembre de 1971. Su gran momento había llegado.

El match del siglo

En 1972, por fin Bobby Fischer llegaba a una final del Campeonato del Mundo. Su rival sería nada menos que Boris Spassky. En plena guerra fría, la prensa vio una oportunidad única y se encargó de ensanchar el duelo mucho más allá del ámbito deportivo. Se hablaba del genio estadounidense contra el monopolio soviético.

Y, con Fischer involucrado, la final no podía ser tranquila. Primero hubo discrepancias con la elección de la sede, hasta que finalmente el torneo se fijó para Reikjavík, la capital islandesa. Luego el conflicto se pasó hacia los premios, pues el estadounidense consideraba una miseria la bolsa inicial. De tal manera, ambos contendientes se vieron las caras el 11 de julio de 1972, diez días después de lo acordado.

Fischer estuvo a punto de ser descalificado, como cuando se negó al sorteo de colores. Se dice que hizo falta hasta una carta personal de Henry Kissinger, secretario de Estado en el gobierno estadounidense, para rogarle que jugara. Tras disculparse con el ruso por escrito, comenzó la gran final.

Fischer perdió la primera partida y echó la culpa a las cámaras, por lo que fue necesario cambiarlas de posición. Pero en el segundo cotejo descubrió una oculta y abandonó tras media hora de juego. Segunda derrota, pero el genio consiguió su objetivo: en lo adelante se jugaría sin cámaras. Y ya con la mente puesta sobre el tablero, protagonizó una remontada espectacular: ganó 12,5 puntos por 8,5. Fue el match del siglo.

Después del mito

Fischer (derecha) contra Spassky, en Reijavik, durante el llamado match del siglo en 1972. Tras coronarse campeón del mundo, Fischer se esfumó. Debía defender su título en 1975 ante un joven prodigio ruso, Anatoly Karpov, pero sus exigencias colmaron la paciencia de la Federación Internacional y le fue retirada la corona por incomparecencia. Entonces desapareció del ajedrez profesional.

Dio señales de vida y de «humo» 20 años después, cuando jugó otro torneo contra Spassky en Yugoslavia, el cual ganó 17,5-12,5. Pero al hacerlo desafió al gobierno de su país, que le prohibió pisar los balcanes en medio del conflicto bélico. Luego se le vio errante en Alemania, Hungría, Hong Kong y Filipinas, hasta que en julio de 2004 fue arrestado en el aeropuerto de Narita, Japón, por intentar viajar con un pasaporte estadounidense revocado. A seguidas, fue amenazado con la extradición a Estados Unidos, donde enfrentaría cargos penales por haber violado las sanciones a Yugoslavia.

Pasó nueve meses en custodia, hasta que la disputa se resolvió cuando Islandia le concedió la ciudadanía. En esa nación, apasionada por el ajedrez, todavía recordaban el match de 1972. Su liberación se concretó el 25 de marzo, mientras Fischer acusaba a George Bush de criminal.

Fiel a su espíritu inconforme, Fischer denunció en sus últimos años a las autoridades del ajedrez mundial, afirmando que los resultados de muchas series de alto nivel se decidían de antemano. En cambio, propuso un juego aleatorio, donde la colocación de las piezas debía sortearse al comienzo de cada partida. «No juego el viejo ajedrez», dijo a la prensa cuando llegó a Islandia en 2005. «Pero si lo hiciera, yo sería el mejor».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.