El manejo de los lanzadores es la actual pesadilla de los mentores. Foto: Franklin Reyes Lo escuché durante muchos años, cada vez que se daba inicio a una final beisbolera: «Mi mejor lanzador tiene que trabajar el primer día, para que lo haga dos veces más, si el play off se prolonga hasta el séptimo juego», decían los directores de equipo.
Ya el axioma es historia antigua, porque el límite de cien lanzamientos impide semejante estrategia.
«Terminé hoy», les dijo a los periodistas el santiaguero Norge Luis Vera, el miércoles, después de ponchar a diez villaclareños, de abandonar la lomita del estadio Sandino en contra de su voluntad —y de la de su mentor, Antonio Pacheco— y aún teniendo hasta tres partidos por delante en una semifinal de altísimo voltaje.
«No más Yolexis Ulacia hasta la final, si es que Villa Clara llega a la última etapa», anunciaron los comentaristas deportivos, el jueves, durante la transmisión del quinto programa. Allí también Ulacia fue removido reglamentariamente, aunque quiso la providencia que Yoandry Ruiz enfriara a Alexei Bell, con el primer disparo hacia la goma, y ante las bases llenas.
NÚMEROS ROJOSAl cabo de un centenar de envíos —la realidad del terreno puso de manifiesto que solo excepcionalmente se puede completar un partido sin cruzar esa raya— es menester un descanso de cuatro días; el tirador involucrado podrá lanzar en la quinta fecha.
Como un play off de siete choques se disputa en nueve jornadas, el monticulista que se encarga del juego número uno —cien envíos mediante— volverá a tomar la pelota en el quinto programa... y abur.
Es verdad que el fin primigenio de la medida es el de inculcar a los mentores la importancia de especializar a sus serpentineros, como abridores y relevistas.
Pero —porque siempre hay un pero— uno de los cinco directores que debió abandonar el campo de batalla de los play off me dijo hace unos días que «Tal vez la cota pudo ser de 120 o 125 lanzamientos; tal vez la regla podría abolirse en la postemporada».
Hay mucha tela por donde cortar, lo sabemos todos de sobra. «Y la mar de inconformidades, cada vez que adoptamos una medida», responderá acertadamente la Dirección Nacional de Béisbol.
Al menos se ha dado el primer paso; la próxima temporada, con la experiencia del torneo 46, y con los frutos de los compromisos internacionales de 2007, servirá para ratificar las actuales medidas, o para reformarlas.