Driulis González sumó una nueva victoria a su amplia cadena de éxitos.
Fotos: Ismael Francisco
CARTAGENA DE INDIAS, Colombia.— La voz ronca del «gordo» se escuchaba en todo el Coliseo de Gimnasia y Combate, de esta ciudad; pero muchos no le decodificaban el mensaje.
Sin embargo, sus pupilas sí entendían cada gesto y palabra de Ronaldo Veitía, el jefe de entrenadores del equipo femenino de judo de Cuba. Y esa compenetración entre profesor y alumnas fue directriz para que, por ejemplo, Driulis González, la guantanamera de mil campañas, lidiara «medio ciega» y ganara el desafío por la medalla de oro de los 63 kilogramos de los XX Juegos Centroamericanos y del Caribe. Fue un título ganado «a lo Mariana Grajales».
«Ella (la boricua Jessica García) me entró los dedos por el ojo derecho y quedé sin vista de ese lado», reconoció después, con el pómulo inflamado, la titular olímpica de Atlanta ’96 y otras tres veces medallista en citas estivales.
«Cuando tenía ventaja de yuko me dediqué a combatir sin desesperarme y logré mi título, que me alegra mucho por todos los sacrificios que hay detrás: el mío, el de mi niñito de cuatro años Peter Javier, el de mi esposo...», expuso la campeona nacida en 1973, y diciendo eso dos lágrimas le corrieron por el rostro.
Resultaba la tercera corona en certámenes regionales para esta mujer con un alma del tamaño del mar (Ponce y Maracaibo eran los anteriores). Y así igualaba el palmarés de la granmense Daima Beltrán y la holguinera Legna Verdecia. Pero Driulis, además, es dueña de un metal plateado (México ’90), que conquistó cuando solo tenía 17 abriles.
Ese espíritu de entregarse aún con los huesos fracturados —ganó la olimpiada en el 96 con grandes problemas en la cervical— devino estímulo para Yalegni Castillo (70 kg), vencedora de la venezolana Ysis Barreto, quien tras el ippon de la holguinera se deshizo en llantos.
«No fue fácil», expresó la veinteañera. «Yo había combatido una vez con ella y también me resultó incómoda. Tenía ventaja (dos yukos); pero el profesor (Veitía) me decía: “Agarra y no sueltes”. Y cumplí».
Jorge Benavides, a la derecha, proyectó al venezolano. Del otro lado del tatami, Justo Noda, el técnico de los varones, en contraposición con el «gordo», apenas hablaba. Sin embargo, brincó de alegría cuando en la discusión del cetro sus dos muchachos: Oscar Cárdenas (81 kg) y Jorge Benavides (90 kg) proyectaban al haitiano Varioto Tibert y al venezolano José Camacho, respectivamente.
«El combate más difícil fue contra el colombiano (el séptimo lugar Mario Valles). Él tuvo el apoyo de su público, pelea bien… es aguerrido», apuntó Cárdenas.
Benavides, en tanto, describió el mar de gozo por este trono y marchó a recibir su metal entre los aplausos del público. Ya se habían terminado los gritos roncos en el Coliseo…