Estaba ebrio, así que decidió estacionar y dejar la juerga para otro momento. Pero las copas le jugaron una mala pasada a este chofer catalán. Pensó que había entrado a un parqueo público, por eso se negó cuando un «tío» de uniforme quiso que usara el alcoholímetro. Eso le costó que la sanción fuera doble: por manejar conducir bebido y por desobedecer a la autoridad: el hombre se había metido en el patio del cuartel de la policía.