«Apurada» tras un día de compras, Gladys Phillips, una abuela de 82 años, vio la solución en un baño público todavía en construcción, pero la puerta le jugó una mala pasada y quedó encerrada, nada menos que por cuatro días, pues nadie escuchó sus golpes en la maldita puerta, ni sus gritos. Para su suerte en las tiendas de Felixtowe, Inglaterra, acababa de comprar unas bolas de lana rosada, y haciendo acopio de paciencia y sabiduría sacó las agujetas y dedicó el tiempo libre obligado a tejer la bufanda para su nietecita. El alimento salvador fueron los caramelos y golosinas que también formaban parte de los regalos para Navidad.