Cosas veredes: resulta que, sin llegar a comer aquellas ternera hervida, papas asadas, fritas o en puré, bufé de pescado, jamón y carne de res, pastel de manzana y merengue y una selección de ocho quesos, un coleccionista privado pagó 88 000 dólares. Se trata de la carta del último almuerzo de primera clase del Titanic, ese gigante maldito que, poco más de un siglo después de su tragedia, sigue fascinando al mundo. Se cree que este menú subastado es uno de los cuatro que sobrevivieron al naufragio.