Tonawanda, una deshabitada isla en medio del río Niágara, en el estado de Nueva York, cuenta ya con una población muy especial: cientos de gatos que se han apoderado de los 85 acres de terreno, unos por cuenta propia y otros abandonados allí por sus desafectos dueños.
«Esta es una pequeña isla con un gran problema de gatos», dijo quejoso Mike Charnock, que ya encuentra difícil la situación para sus intereses en la isla: es el dueño del restaurante y la marina del lugar. Es que en ese medio natural los felinos se han transformados en gatos salvajes.