En la mayoría de las ocasiones motivo para la broma o la burla, los calvos de Japón pueden declararse gente con suerte. Cualquiera de ellos que entre al bar-restaurante Otasuke de Tokio se encontrará con un cartel de bienvenida: «Ser calvo, estar orgulloso» y recibirá un buen descuento en su consumo porque su dueño, Yoshiko Toyoda, apoya a «los padres que trabajando duro perdieron su cabello» a causa del estrés. Nada para los que se rapen por moda, pero los calvos de verdad serán premiados.