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«Hacer humor me gustó»

Para la generación nuestra, la de los años 80, era penoso no tener un título de estudio superiores. Quizás por eso estudié en la universidad Central de las Villas la carrera de ingeniería industrial

Autor:

Jorge Alberto Piñero (JAPE)

—Eleuterio González, ¿un ingeniero que se convierte en humorista?

—Para la generación nuestra, la de los años 80, era penoso no tener un título de estudio superiores. Quizás por eso estudié en la universidad Central de las Villas la carrera de ingeniería industrial. 

«Eran tiempos en que el movimiento aficionado de la FEU era muy fuerte, había festivales de mucha calidad. Yo era el gracioso del aula —siempre lo fui, desde primaria— y ya en el 2do. año de la carrera me pidieron que hiciera un sketch para refrescar los extensos espectáculos que se hacían en la facultad. Lo hice, y a la gente le gustó. Me sentí muy orgulloso por las felicitaciones de pasillo y porque, además, este trabajo influiría en mi escalafón integral que no solo decidían las notas docentes… jajaja. En realidad, hacer humor me gustó y seguí haciendo rutinas a las que llamaba a otros compañeros para que participaran junto a mí, y mejoraran su escalafón, jajaja…»

—¿Aún no existía el grupo La leña del Humor de Santa Clara?

—Sí, realmente no soy fundador de La Leña… Ya yo tenía una peña en la Facultad de Construcciones de la Universidad Central de Las Villas, y Vitico, que era poeta, y que participaba en la peña junto con Heriberto Hernández, un magnífico decimista, fue quien me habló del grupo que existía en la Facultad de Filología, que para nosotros, los ingenieros, era un mundo aparte. Gracias a Vitico fue que conocí a los miembros de la Leña, que hacían un humor más fuerte, más concentrado en la vida universitaria. 

«Tiempo después paso a trabajar con ellos y aprendí mucho de personas como Carlos Fundora, Pablo Garí (Pible), Baudilio Espinosa (Bao), Enma Artiles, Gloria Elvira, Eduardo Triana… todos estaban vinculados con carreras de letras  y con un bagaje cultural que yo no tenía desde mi formación técnica; incluso hacían un taller que para mí fue una escuela».

—¿Cómo se dio a conocer el trabajo del grupo la Leña en la capital?

—Recuerda que existía un movimiento aficionado de la FEU muy fuerte y se hacían festivales al que nos invitaban. Aquí en La Habana, en la Cujae, existía un evento que organizaba Ulises Toirac, y participaban Otto Ortiz, Omar Franco… entre otros humoristas de aquella época. Eran encuentros un poco primarios, pero que a nosotros nos servían para conocerlos a ellos, confrontar nuestro trabajo con otros públicos y para venir a La Habana.  

«Después Virulo, director del Conjunto Nacional de Espectáculos (CNE), comienza a realizar los Miramar, en el teatro Karl Marx, con muchos de los jóvenes que estábamos haciendo humor en todo el país. El CNE constituía el proyecto profesional que todos tenían como referencia en Cuba. Eran muy populares y su trabajo muy conocido. Ellos comenzaron a apadrinarnos y para nosotros era un sueño».

—¿Qué significó para ti el encuentro con todos esos jóvenes que hacían humor y que sin dudas conformaban un movimiento artístico?

—Fue muy importante conocer a todos esos grupos. Si bien es cierto que cada uno tenía un estilo diferente, y respondía a fórmulas cercanas a su formación profesional, también había una unidad en la frescura, la marcada elaboración de sus propuestas… Todos querían ver los espectáculos de los otros, para conocer, para superarlos… había una competencia amistosa y leal. También existió un fuerte intercambio de experiencias, de libros, de información, de videos de humoristas foráneos en casetes… Los espectáculos Miramar fueron muy importantes por eso: la primera confrontación con el gran público, saber que podíamos llenar un teatro, claro está, gracias al apoyo del Conjunto Nacional que sí gozaba de esa notoriedad.

«La posterior fundación del Centro Promotor del Humor debe, en buena medida, a esta génesis y al apoyo de figuras como Virulo, Héctor Zumbado, Jorge Guerra, Carlos Ruiz… que ya eran artistas consagrados en el humor. A ellos sí le habrían puertas. A nosotros no nos conocía nadie, éramos los tipos de la universidad, con una mochila a cuesta, dispuestos a trabajar para cualquier público. Fue importante que ellos vieran en ese movimiento, desprovisto de herramientas profesionales, una gran posibilidad artística».

Eleuterio González Toledo, o simplemente Telo, es un popular actor y dramaturgo que nació en Santa Clara el 21 de septiembre de 1963.

Considerado uno de los más importantes exponentes de aquella generación de jóvenes humoristas de los años 80, fue miembro de la agrupación La Leña del Humor de Santa Clara y posteriormente del grupo Salamanca.

Reconocido por su trabajo en el teatro, la televisión y la literatura donde destacan algunos textos premiados en Aquelarre en el apartado de guion como El artesano de las güiras, El paraguas, El novelista, Los esperadores, Pedruco, y Ciclos, este último reconocido espectáculo que realizara con el grupo Salamanca.

Ha publicado varios libros, y es el escritor de obras al estilo de Desnudo de humor y Un faraón encantado, de coautor con Osvaldo Doimeadiós y que fuera premio Aquelarre 1991. Guionista de múltiples programas humorísticos de la televisión y la radio, su proyección artística es también conocida a nivel internacional.

Telo trasciende principalmente cuando llega al programa Pateando la lata, donde, junto a su colega de Salamanca, el actor Oscar Bringas, forman el dúo Pipe y Papo, que aún goza de marcada popularidad.

Por la presencia de poesía, simbólico absurdo y gracejo campesino en su obra, Alejandro García (Virulo) lo ha considerado como un poeta del humor.

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