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Guiteras

Antonio Guiteras es luz. Es parte del alma generosa, de la rebeldía eterna de una nación

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

Mi escuela primaria, en el poblado santiaguero de Cuabitas, se llamaba Antonio Guiteras Holmes. Pupitres, piso de madera, un asta enorme donde flotaba la bandera. Mi maestra Cuca era un diosa que todo lo sabía. Ella nos descubrió al joven serio de la fotografía, peinado con esmero hacia atrás. Y  cuando por algún motivo, el nombre de Guiteras era mencionado, yo saltaba de orgullo.

Al principio me costó trabajo pronunciar su segundo apellido. Luego supe que su madre fue la norteamericana Marie Theresse Holmes Walsh,  quien había contraído matrimonio con el emigrado cubano, Calixto Guiteras Gener.  Cuando tuve en mis manos la biografía Tony Guiteras, un hombre guapo (Editorial de Ciencias Sociales, 2009) del escritor Paco Ignacio Taibo II, sentí una conmoción. Estas notas son deudoras de esa lectura, aunque no sea la única.

Guiteras nació en Bala Cynwyd, Filadelfia, el 22 de noviembre de 1906, un año después de su hermana Calixta, con quien compartirá en lo adelante sus luchas. Debió enfrentarse a las adversidades bien pronto: un accidente le dejó secuelas en un ojo, y la extirpación de un tumor plantar, resintió su pierna. Habló primero inglés que en español y llegó a Cuba a los siete años, con el retorno de su padre.

En 1924, Guiteras ingresa en la Universidad de La Habana para estudiar Farmacia y se integra al hervidero estudiantil de la época. Participa en las movilizaciones que respaldan a Julio Antonio Mella en su huelga de hambre y su nombre aparece en la directiva del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) de 1927, alzado en protestas contra la prórroga de poderes de Gerardo Machado.

Su vida, desde entonces, será un torbellino.

Una vez graduado, trabaja como viajante para una empresa farmacéutica y recorre Oriente. Desde Santiago de Cuba, entra en contacto con seguidores del expresidente Menocal y en 1931 es apresado tras participar en el alzamiento nacionalista. Amnistiado un año después, organiza la Unión Revolucionaria (UR), grupo que pretendía lograr levantamientos en Oriente y que tomó el cuartel de San Luis, el 29 de abril de 1933. A partir de ese momento, vivirá en una clandestinidad sin descanso.

La nación se puso en pie para expulsar a un tirano, el ardoroso agosto de 1933. Los machadistas huyeron “en avión, en botes de vela, en lo que fuera”. En ese momento, Guiteras avanzaba con sus hombres sobre el cuartel de Bayamo, de ahí hacia Holguín y Santiago. “Tony viene con atuendo guerrillero, sombrerote de vaquero, pistola al cinto, parece un Sandino cubano”, escribe Paco Ignacio.

Cuando invitan a Guiteras a formar parte del gobierno de Ramón Grau, este se hallaba en el cuartel Moncada. Llegó con el único traje que tenía. Será Ministro de Gobernación y de Guerra y Marina. Raúl Roa lo definirá con una palabra: “taladrante”.

Su desempeño en el llamado Gobierno de los Cien Días, es la parte más conocida de su historia, por las medidas que decretó: la jornada laboral de ocho horas, la depuración de la policía y otros organismos estatales, establecimiento de un jornal mínimo en la ciudad y el campo, la autonomía universitaria, la reducción del precio de artículos de primera necesidad y de la energía eléctrica, entre otras.

Hay una foto muy conocida, pero no por eso menos impresionante, menos simbólica: Guiteras como interventor, en marcha junto a sus acompañantes, hacia una planta de la llamada Compañía Cubana de Electricidad, en verdad, una subsidiaria norteamericana. Era el 14 de enero de 1934.  

¿Cuánto sajaría de sí mismo, para encontrar el punto exacto en aquellas negociaciones?    

Empero, el gorilazo de Fulgencio Batista lo frustrará todo. Guiteras no se rinde y toma las armas, crea la organización TNT, y disuelta esta, aparece Joven Cuba. Caerá abatido junto a otro hombre de leyenda, el venezolano Carlos Aponte. Lugar: El Morrillo, junto al río Canímar, Matanzas. Fecha: 8 de mayo de 1935. Edad: 28 años. Intentaba llegar a México para volver con una expedición, ya había preparativos; pero fue víctima de una delación.

Pablo de la Torriente Brau tuvo una capacidad excepcional para atrapar atmósferas, para delinear personajes. Nadie como él lo retrató: “Era como un hombre que despierto, quería realizar lo que había concebido soñando. Tuvo, arrastrado por su fiebre, el impulso de hacerlo todo. E hizo más que miles (…) Les era misteriosa, pero irresistible, aquella decisión callada, aquella imaginación rígida hacia un solo punto: la revolución. (…) Tampoco tuvo nada de perfecto”.

Antonio Guiteras es luz. Es parte del alma generosa, de la rebeldía eterna de una nación.

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