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Los motivos de Gabriela Pérez

Con solo 20 años, esta jovencita del municipio espirituano de Cabaiguán ya firma como realizadora de un videoclip presentado en la televisión cubana

Autores:

Lisandra Gómez Guerra
Yeris Del Sauzal

CABAIGUÁN, Sancti Spíritus.— Tras bambalinas, payasos, contorsionistas y bailarinas clavan las miradas cargadas de cansancio. Cada quien acomoda sus huesos y estados de ánimo como puede muy cerca del telón rojo. En el centro, María Karla Hernández rasga el silencio con su ronca voz.

«Fue ahí que pude llevar a video por primera vez lo que estaba haciendo en fotografía», expresa Gabriela Pérez Díaz como carta de presentación de su material audiovisual Vudú, canción incluida en la banda sonora de la telenovela Los hijos de Pandora.

Tiene 20 años, hija del municipio espirituano de Cabaiguán y estudiante en la licenciatura en Comunicación Audiovisual en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual, (Famca).

«Ese videoclip fue un paso importante en mi carrera. Actualmente se promociona en la televisión nacional y en el sistema de la radio. Recientemente, hicimos la entrevista para Lucas. Debo agradecer también a María Carla por confiar en mí y dejarme llevar esa visualidad a un fotograma en movimiento.

«Nos interesaba a todo el equipo visibilizar las muchas cosas que pueda estar pasando por la mente de un artista en su momento de creación y antes de presentarse a los públicos. Me han dicho muchas interpretaciones de la obra. Algunas se alejan un tanto de lo que quería decir, pero así es el arte y su diálogo con quienes lo consumen. La intención del videoclip es sacar emociones con imágenes y música».

Los días en que la COVID-19 tomó la máxima palabra en Cuba y el resto del mundo, la jovencita cabaiguanense hizo el mayor de los hallazgos. A partir de ahí cuenta como un antes y un después.

«Creo que en la cuarentena a todos se nos movió el piso. En mi caso, fue porque descubrí la fotografía, las artes visuales y que podía intervenir en un cuadro para hablar de las cosas que me preocupaban. Entonces, comencé a hacer retratos un poco más infantiles como collage, con mucho color, interviniendo bastante desde el punto de vista de la edición.

«A partir de ahí fue que descubro que existía la Famca, que podía estudiar más al respecto. Y no solo la fotografía, sino que también podía incursionar en el cine, el audiovisual. Era como un panorama más amplio y tenía muchísimo que explorar desde ese aspecto».

Aunque las luces, sonidos y encuadres tienen enamorada a Gabriela Pérez, su primer coqueteo con el arte se remonta a su cercana niñez en Cabaiguán. La lectura le atrapó y de ahí necesitó ir hasta los talleres literarios infantiles auspiciados por la casa de cultura Arturo Alonso, de su municipio. Entre sus recuerdos más queridos están borradores de textos de aquellos días, cuando la inocencia e imaginación se daban las manos.

«Ahora mismo estoy haciendo parte de mi obra en la fotografía fija. Trabajo una serie de fotografías expresionistas que muestran mi reacción, mis experiencias, mi sentir una vez que llegué a La Habana.

«Son como personajes que representan lo que siento o cómo asumo salir de una provincia y llegar a una gran ciudad, como la capital del país. La hago expresionista, pudiera llamarla teatral, para que, tras las acciones y el vestuario, se pueda representar lo que se siente en un cambio tan brusco».

Son esas motivaciones y otras muchas las que avivan la creación de esta joven con los pies en la vida dinámica de La Habana.

«Creo que si no fuera de Cabaiguán  no tuviera las mismas preocupaciones como artista. La emigración interna, lo que se siente, digamos,  buscarse la vida o tratar de sobrevivir en una ciudad lejos de tus padres tienen el protagonismo en mi obra porque son mis experiencias. Por tanto, no puede ser otra la pauta de mi fotografía».

Despojada de cualquier síntoma que pudiera ubicarla como una muchacha con ínfulas de gran artista por cosechar éxitos en su corta carrera, ni siquiera se asume como una joven promesa de la realización audiovisual cubana. Consciente de que aún le queda mucho por aprender, sencillamente estudia e intenta fijar en la memoria colectiva sus motivos y los de otros muchos que, como musas, la inspiren a crear entre luces, sombras y encuadres.

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