Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

L. Uterio

Sé que quizá este nombre, dicho así, no sea un gran referente, sin embargo, si solo digo Telo o Pipe, entonces las exclamaciones de afecto serán muchas

Autor:

JAPE

Ya sé que quizá este nombre, dicho así, no sea un gran referente, sobre todo para los más jóvenes. Tampoco Eleuterio González Toledo diría mucho, sin embargo, si solo digo Telo o Pipe, entonces las exclamaciones de aprobación y afecto serán muchas.

Nuestro invitado de hoy es uno de los más importantes exponentes de aquella generación de jóvenes humoristas de los años 80 en Cuba (recuerden que prometí dedicar varias ediciones a ellos). Incluso, es actualmente uno de los creadores más significativos de nuestra cultura contemporánea, por su obra actoral, en la escena teatral, la televisión y la literatura. Este último soporte incluye laureados premios de guion por textos como El Artesano de las Güiras, El Paraguas, El Novelista, Los Esperadores, Pedruco… entre muchos otros que nos llevarán a Ciclos, su obra más representada y promovida en el ámbito escénico.

No intentaré dejar aquí la biografía de este querido amigo. Ya sabe que solo doy pistas para que usted busque y redescubra estos grandes hitos de la literatura, el periodismo y el humor cubano.

Prefiero referirme, en estas breves líneas, a los años en que Telo, firmaba L. Uterio y dejaba su impronta literaria plasmada en dedeté (entre otras publicaciones), mientras se divertía a montones con su grupo La Leña del Humor de Santa Clara, y todos los colegas del naciente gremio. Los integrantes de La Leña provenían de carreras de lenguas y humanidades, mientras que mi protagonista estudiaba Ingeniería Industrial, pero nada se convirtió en un impedimento y rápidamente fue absorbido por el ambiente artístico y literario que lo circundaba. Telo se convierte en un creador avezado, con un sello muy distintivo: absurdo y surrealista. Confieso que sus monólogos eran de los que más disfrutaba, en aquellos años en que llovían las buenas propuestas y el fino humor. A todos los recuerdo con mucho agrado.

Pasado un tiempo, Eleuterio llega a ser miembro del grupo Salamanca, y poco después coincidimos en el programa Pateando la lata, donde, junto al también actor de Salamanca Oscar Bringas, forman el dúo Pipe y Papo, que tan popular se hiciera hasta nuestros días.

A pesar de su proyección intelectual y haberse instalado en la capital desde hace muchos años, Telo no se ha desprendido de su carácter campechano, de su esencia guajira, que además forma parte de su estilo, del contenido de su obra, y de su carácter mismo. Entre los atuendos personales que le acompañan están su avidez y sagacidad en la construcción de chistes, ya sea en las cuartillas, tras bambalinas o en la vida cotidiana, habilidad que, según ha comentado, reforzó su carácter, tras haber conocido a Pablo Gari (Pible), primer director de La Leña del humor.

Telo es un genuino creador de aquellos años, defensor a ultranza de su arte y discurso. Conocedor de los más elementales resortes para hacer un buen chiste, una buena comedia. De carácter difícil a veces (como casi todos los humoristas que conozco), pero gentil y bondadoso, fiel y buen socio. Laborioso, disciplinado, que respeta profundamente su profesión y se lamenta de todo lo realmente negativo e inexplicable que acontece en nuestra sociedad. En ocasiones comenta, a modo de chanza, o como diría su coterráneo Chaflán: «un poco en broma un poco en serio», que ha dejado de hacer humor, porque su especial estilo, el absurdo, ya ha sido superado por la realidad.

Los regañones hoy se viste de lujo al presentar a este singular autor, cuya obra podría ser más difundida, porque está llena de cubanismo, poesía y buen humor.

Meteo Rólogo

¡Cómo me gusta la playa!

Ayer fue mi último día de trabajo, hoy comenzaron mis vacaciones. Me puse la trusa, un short y un pulóver. En un bolso eché lo imprescindible: dorador, chancleta, las gafas…

Salí a la calle muy animado y me sorprendió ver la parada vacía. Al parecer a nadie se le había ocurrido ir a la playa, y eso que es domingo.

Al rato de viaje, ya se veía el mar por la ventanilla. Respiré profundo. Al llegar noté que la playa estaba desierta, no había un alma por todo aquello. Me quité toda la ropa, haciendo una excepción con la trusa, embadurné mi cuerpo con dorador y me acosté en la arena. ¡Qué paz, qué tranquilidad!

Lo único molesto es la bricesilla fría propia de estos días invernales. Pero hay una tranquilidad y una paz que estoy erizado.

 L. Uterio, dedeté 1989

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