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Una mujer que es voz y alma de nuestra escena

Este sábado Cuba y su cultura perdieron a una de sus más grandes figuras y la Revolución a una firme militante. Que el espíritu y la obra de nuestra querida Corina Mestre se mantengan vivos, guiando y alentando a todos aquellos que creen en el poder transformador del arte, será siempre nuestro mejor homenaje

Autor:

Félix A. Correa Álvarez

La destacada actriz y pedagoga cubana Corina Mestre Vilaboy ha fallecido a los 69 años en La Habana, dejando un legado imborrable en la cultura cubana y una profunda huella en el teatro, la enseñanza y la vida revolucionaria del país. Su partida ha conmocionado a todos los que la conocieron y admiraron su trabajo, desde compañeros de profesión hasta sus innumerables alumnos y el pueblo cubano en general.

El propio Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez, desde su cuenta en X, escribió: «Me duele profundamente la muerte de mi fiel amiga, colaboradora, maestra y patriota». Díaz-Canel también envió un abrazo a su esposo e hijo y al pueblo de Cuba, destacando la pérdida de una de sus defensoras más apasionadas.

Estas palabras reflejan el profundo impacto que ella tuvo no solo en el ámbito cultural, sino también en la esfera política y social de Cuba. Por eso, el ministro de Cultura, Alpidio Alonso Grau, al compartir la triste noticia en esa red social, aseguraba que la cultura cubana perdía «a una de sus más grandes figuras y la Revolución a una firme militante. ¡Nuestra gratitud eterna por tu obra y tu ejemplo…!».

Nacida en 1954, Corina Mestre se graduó en Licenciatura en Artes Escénicas por el Instituto Superior de Arte de Cuba, una institución donde posteriormente se convertiría en una figura central como profesora titular y jefa de la Cátedra de Actuación. Desde muy joven, Mestre mostró una vocación inquebrantable por el arte y la enseñanza, dedicando su vida a estas pasiones con una entrega total. Su trayectoria incluye más de 70 obras con los más destacados directores cubanos, así como una extensa experiencia en el teatro para niños, lo que demuestra su versatilidad y compromiso con la formación de nuevas generaciones de actores.

Corina Mestre no solo fue una actriz talentosa y una educadora apasionada, sino también una ferviente defensora de la Revolución Cubana. Su compromiso político se reflejó en su vida y obra, participando activamente en eventos y actividades que promovían los ideales revolucionarios. Su hogar fue un centro de dignidad y entereza, donde se forjó su carácter imponente y su convicción revolucionaria. A lo largo de su carrera, utilizó su voz y su presencia escénica no solo para entretener, sino también para educar y movilizar a su audiencia en pos de las causas justas y los valores patrióticos.

Recibió numerosos reconocimientos; entre ellos, el Premio Nacional de Enseñanza Artística y el Premio Nacional de Teatro, que reflejan su dualidad como excepcional actriz y educadora. Internacionalmente, fue galardonada en eventos de gran prestigio, como los festivales Cervantino en México, Sitges en España y de Teatro de Moscú. En 2000 ganó el Premio Hola de la Asociación de Artistas y Críticos Hispanos de Nueva York, consolidando su reputación más allá de las fronteras cubanas.

Además de su prominente carrera como actriz y pedagoga, también es recordada por sus potentes declamaciones en eventos que han marcado nuestra historia patria, como la despedida de las cenizas de Fidel Castro Ruz en la Plaza de la Revolución. Su voz, llena de emoción, pero firme, resonó con las palabras del poeta Jesús Orta Ruiz «El Indio Naborí», elevando la solemnidad del momento. Asimismo, su declamación del poema Fidel, del poeta y periodista argentino Juan Gelman, dejó una marca indeleble en la memoria colectiva cubana.

Su contribución al teatro fue igualmente impresionante. Comenzó su carrera en el Grupo Teatro Estudio, una de las compañías teatrales más prestigiosas de Cuba. Allí trabajó con directores como Raquel Revuelta, Vicente Revuelta y Berta Martínez, quienes influyeron profundamente en su desarrollo artístico. En entrevistas, reconocía cómo estos directores la enseñaron a investigar, experimentar y a no conformarse nunca con lo logrado, sino a seguir buscando y creando.

A pesar de su éxito, Corina nunca se sintió completamente segura en el escenario. Confesaba que cada actuación la llenaba de nervios, experimentando ataques de tos y ansiedad antes de presentarse al público. Este nerviosismo, sin embargo, no la detuvo; al contrario, la motivó a seguir perfeccionando su arte y a buscar constantemente nuevos matices en sus personajes.

Una apasionante obra

Además de su labor en el teatro, tuvo una significativa carrera en la radio y la televisión. En 1982 comenzó a colaborar con el programa Canto y Verso en Radio Habana Cuba, en el que durante cuatro años declamó poemas y presentó semblanzas de poetas latinoamericanos. Posteriormente, se integró a Habana Radio, donde trabajó en varios espacios, realizando locución, interpretación y dirección de actores. En televisión, su participación en la telenovela Pasión y Prejuicio la hizo muy popular entre el gran público, y su cuidadosa selección de proyectos la mantuvo como una figura respetada y admirada en los medios audiovisuales.

También tuvo una destacada labor internacionalista. En 1983 viajó con Teatro Estudio a Nicaragua, presentándose en el Festival de Teatro y actuando en zonas conflictivas. En 1989 realizó una gira por Angola; allí presentó obras para las tropas cubanas y la población local en medio de las negociaciones de paz. Estas experiencias demostraron su compromiso no solo con el arte, sino también con la solidaridad y el apoyo a pueblos en lucha.

Además de su impresionante carrera en teatro, cine, radio y televisión, Corina dedicó una parte significativa de su vida a la formación de jóvenes artistas. Creía firmemente en la importancia de la educación artística y se esforzó por inculcar en sus estudiantes no solo habilidades técnicas, sino también un profundo sentido de ética y responsabilidad social. Fue mentora de varias generaciones de actores, muchos de los cuales se convirtieron en destacadas figuras en el panorama cultural cubano. Sus métodos de enseñanza, que combinaban rigor y pasión, dejaron una marca indeleble en todos aquellos que tuvieron el privilegio de aprender de ella.

Su enfoque en la enseñanza artística no solo incluía la formación técnica, sino también la promoción de valores éticos y patrióticos entre sus alumnos. Estableció talleres vocacionales en todas las escuelas de teatro del país y promovió la integración de los estudiantes en la labor comunitaria, convencida de que estas experiencias eran cruciales para su desarrollo profesional y humano.

Mestre creía firmemente que el arte tiene el poder de salvar y unir a las personas, y vivió esta convicción en cada aspecto de su vida y trabajo. Su relación con el público se basaba en una profunda responsabilidad de ser cada vez mejor y en un compromiso de proporcionar belleza y reflexión a través del arte. Para ella, el arte no solo era una forma de expresión, sino un medio para contribuir a la realización espiritual y emocional de las personas.

El legado de Corina Mestre perdurará no solo en las memorias de quienes tuvieron el privilegio de conocerla y aprender de ella, sino también en la historia cultural de Cuba. Su pasión, dedicación y amor por el arte y la enseñanza continúan siendo una inspiración para futuras generaciones de artistas y educadores. La cultura cubana ha perdido a una de sus figuras más brillantes, pero su espíritu y su obra seguirán vivos, guiando y alentando a todos aquellos que creen en el poder transformador del arte.

 

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