Se dice Caignet, y a seguidas surge El derecho de nacer. No es para menos, la radionovela emitida desde el 1ro. de abril de 1948 por la CMQ, durante 314 capítulos, mantuvo en vilo a todo un país. Sus personajes y su historia son muy conocidos. A estas alturas, hay que decirlo, esa obra es no solo un parteaguas en nuestra historia radial, sino un hito de la cultura cubana.
Félix Benjamín Caignet Salomón (Santa Rita de Burene, San Luis, Oriente, 31 de marzo de 1892-La Habana, 25 de mayo de 1976) no se conformó con lo que existía. Empujó la radio un paso adelante. Y lo que hoy es pan común en la dramatización radiofónica: el espectáculo de continuidad, el suspenso, el narrador, las series policiales… le deben patente y brillo a este multifacético creador.
A piezas musicales tan reconocidas como Te odio o Frutas del Caney, hay que unir otros capítulos menos explorados de su trayectoria artística. En 1950, ya en plena fama, no tiene a menos publicar A Golpe de maracas: poemas negros en papel mulato (Editorial Casin S.A., Concordia 157, La Habana, Cuba). La modesta factura del libro, impreso en papel kraf (papel de estraza de color marrón), resulta una de sus singularidades. En él, da riendas sueltas a los modismos que caracterizaron la poesía negrista y a la exaltación de la Cuba profunda.
Antonio Iraizoz en la introducción del volumen, apunta: «La fuerza creadora es lo que distingue lo genial (…) pocos han sabido como este alegre y fino espíritu, promover en sus versos, en su música, en sus charlas, en sus episodios novelescos, las emociones más encontradas y diversas de su pueblo (…) con el oído puesto sobre el suelo y sobre las almas, Caignet realiza sus prodigios».
En sus ochenta páginas, asoman, entre otros poemas, Pregones santiagueros (dedicado a Eduardo Abril Amores, director del periódico El diario de Cuba), Rumba, tambor y bongó, Lamento veterano y Romance de la guajirita. Luis Carbonell coloreó desprejuicidamente, con su gracejo vocal y su desbordada gestualidad, piezas como «Me boy (sic) de Flir», que el autor dedicó expresamente a Eusebia Cosme, «alma y vida del verso negroide»; así como Un despojo, en el que agradece la amistad del propio Iraizoz.
«Tú tiene que santigualte, ¡eh? /tú ta ñeque… /Tú tiene siempre a tu lao /mi jijo /un epíritu /mu atrasao. /Yo boy jaselte un depojo, /una limpia generá, /y te boy librá de todo: /de nequijmo /mal de ojo…/¡Tú berá… tú berá (…) Antonse te echá la obra /arriba de la cabeza /y mientra te’ta chorreando /tú tiene que tal disiendo: /-“Epíritus atrasaos /que me tan atormentando / retírense de mi lao / que me toy purificando (…)-¿eh? /¿qué’ta caro? No, mi jijo, /¡yo aquí tengo presio fijo, / pa’jasella caridá!».1
Este ejemplar de A golpe de maracas… al que tenemos acceso, ha sido conservado por el historiador del arte y profesor Gustavo Francisco Lloga Domínguez. El libro es una herencia familiar, pues Caignet
lo regaló en 1953 a su progenitor, Antonio María Lloga Simón (1921-1977), alguien que escribiría su nombre con letras de oro en la dramaturgia radial del país.
«Mi padre emigra a La Habana cuando la Cadena Oriental de Radio se traslada para la capital. Tenía ya historia no solo como escritor, sino también como actor; y allí en la RHC Cadena Azul, en la radio, durante la época de oro de los cincuenta, establece contacto con Caignet. Siempre nos contaba que aprendió mucho de él, y aunque mi padre no había nacido en Oriente, había vivido mucho tiempo aquí, y ese espíritu oriental también los unía.
«Muchos han planteado que Antonio Lloga es el continuador de Caignet. Luego, mi padre también era compositor, escribía poemas, es decir, tenían muchos puntos de contacto. Hay que fijarse que en la dedicatoria no solo dice para mi amigo… sino para mi gran amigo. Fue mi padre quien estrenó el poema Un despojo, como una propuesta escénica, agregándole cantos y rezos. Guardo con celo este libro, esta dedicatoria. Estoy consciente de su carácter patrimonial».
Félix B. Caignet era un hombre que asumió con libertad, su proyección profesional y personal. Espantaba las mentiras de su lado. La Grafología devela el carácter y la personalidad contenidos en la escritura manuscrita. Sus trazos hablan de una existencia minuciosa, soñadora, perseverante. Siempre me pregunto qué novela escribiría ahora mismo Caignet en su tierra, aquí, donde cerró los ojos, donde defendió la principal condición de un ser humano: el derecho a la vida.
- Hemos respetado en la transcripción, la ortografía y el modo de hablar con que el autor recrea la estampa.