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Y ahora, ¿qué pasa con la hora?

El principal culpable del cambio de horario es el político, científico e inventor Benjamin Franklin

Autor:

JAPE

Lo primero que quiero es dejar bien claro que nunca tengo la menor idea de si hay que sumar o quitar una hora cada vez que llega el cambio de horario. Dicho esto, con lo cual coincidirá mucha gente, les quiero señalar que eso del cambio de hora, que casualmente ocurre hoy, no es tan fácil, aunque parezca lo contrario.

Comenzaré por decirles que el principal culpable de todo este lleva y trae con la hora es el  científico, político e inventor Benjamin Franklin, cuando en el año 1784, en que fungía como embajador de Estados Unidos en Francia, y posiblemente en un fresco paseo por los campos Elíseos, se le ocurrió que esta podría ser una medida que favoreciera el ahorro energético mediante un mayor aprovechamiento de la luz natural, y que además posibilitara un poquito más de calor a la hora en que él realizaba sus caminatas matutinas.

Franklin envió una carta al diario The Journal de París haciendo evidente su propuesta en un tratado que llamó: Proyecto Económico para disminuir el costo de la luz. Nunca se tuvo en cuenta dicho proyecto, porque los editores del periódico todavía estaban durmiendo, pero aun así se reconoce este llamado como el origen para el primer cambio de hora oficial en el mundo.

Pasaron muchos años para que otra vez alguien tomara en consideración la propuesta de Benjamin. En 1905, el constructor inglés William Willett,
mientras daba su paseo matinal a caballo, antes de desayunar (refiérese al señor Willett, porque el caballo ya había desayunado), descubrió que los londinenses dormían a piernas sueltas mientras ya era de día. Se puso verde de envidia, como pasa a quienes tienen que levantarse temprano con relación a los que siguen durmiendo, y volvió sobre la idea de adelantar los horarios; no obstante, y evitando que el cambio fuera muy brusco, proponía transiciones de 20 minutos semanales, antes del día marcado por los equinoccios de primavera y otoño.

Esto de introducirte (o quitarte) la hora poco a poco, además de mucho morbo, tiene lógica. Los científicos, que rara vez les importa la hora para estar despiertos, han demostrado que el «insignificante» cambio de horario repercute en el ritmo circadiano. Dicho de una manera más profesional: «Se aplica a ciertos fenómenos biológicos que ocurren rítmicamente alrededor de la misma hora, como la sucesión de vigilia, el sueño, y para los que tienen horarios de alimentación. Los ritmos circadianos regulan los cambios en las características físicas y mentales que ocurren en el transcurso de un día».

Las profundas investigaciones han demostrado que el cambio de horario afecta a las personas mucho más allá de la pérdida del conocido «mañanero» en las parejas. En Europa importantes comunidades científicas han reconocido que dicho cambio no tiene la ganancia económica esperada y sí un impacto negativo en la salud. Así lo demuestran estudios sobre el aumento de la mortalidad en las carreteras originado por la fatiga que causa la alteración del sueño y el descanso; además de que los ataques cardiacos ocurridos durante los tres primeros días de la semana, después del cambio de horario ascienden  a un cinco por ciento.

Otros analistas coinciden en que el ahorro que revierte el cambio de hora es insignificante planteando que «es necesario poner en marcha políticas fuertes de medidas de ahorro energético a través de las energías renovables, dejando en un segundo plano el tema de la hora». No todos los países del mundo asumen el también llamado Daylight Saving Time (DST). Actualmente solo 70 naciones lo utilizan, y como dato curioso y orientador les diré que Japón es el único país industrializado que nunca lo ha tenido en cuenta.

Por mi parte considero que el cambio de horario en nuestro país es un buen incentivo para llevar a cabo lo que ya Bejamin nombrara tres siglos atrás como proyecto económico para disminuir el costo de la luz. Esa podría ser la esperanza de muchos cubanos. Por lo demás no se preocupen que todo seguirá sin mucho cambio: las oficinas e instituciones de servicio abrirán a la hora que les venga en gana, como de costumbre. El transporte seguirá sin horario y sin transporte. Los precios continuarán subiendo a cada hora. Los espacios noticiosos no tendrán hora límite de cierre… Eso sí, habrá un notable ahorro de combustible.

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