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Si lo puedes imaginar, puede ser posible

JR conversa con Miguel Yaimel Cosme, joven artista santiaguero que por estos días proyecta varios empeños creativos de la mano del pintor Michel Mirabal

Autor:

Sergio Félix González Murguía

Cuando terminó la secundaria, Miguel Yaimel Cosme (Santiago de Cuba, 1994) quería ser informático. Ese mundo de softwares, ceros y unos le apasionaba sobremanera y aunque su contacto permanente con las pantallas de las computadoras le fue comiendo la vista poco a poco hasta obligarlo a llevar lentes, sentía que su camino iba por ahí. Pero el destino obró para que la ruta fuera otra, totalmente distinta, entretejida con las hebras del arte.

Fue la música, el teatro y, por supuesto, las artes visuales, las que acabaron por seducir a este joven, formado como instructor de arte, un primer paso de un camino de creación del que ya no se ha querido apartar. En las artes visuales ha encontrado un medio de expresión y una obra que, en su corto transitar, lo ha hecho merecedor de la más reciente edición de la beca de creación El reino de este mundo, que otorga la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Además, actualmente desarrolla proyectos artísticos, apoyado por el destacado artista cubano Michel Mirabal.

Del trabajo con Mirabal, asegura a JR este joven de aspecto introvertido, pero con una afabilidad propia de su tierra natal, que está viviendo uno de los mejores momentos de su carrera. En apenas cinco años, el artista santiaguero no ha desperdiciado oportunidad para mostrar su arte y ha realizado ocho exposiciones personales —Lienzo en blanco, Edén 2.0, Vida, entre otras— y ha participado en varias muestras colectivas, compaginando su trabajo artístico con el magisterio en la Universidad de Oriente.

Fue así que, en calidad de profesor, un día lo contactaron para apoyar la realización de un mural que el conocido como «Pintor de las banderas» realizaría en la Ciudad Héroe. A partir de ahí quedaron en contacto dos artistas unidos por una visión bastante poliédrica en el abordaje del arte, al punto de que Mirabal ha abierto las puertas de su refugio creativo, Finca Calunga, al novel santiaguero, ofreciéndole una beca como apoyo a su creación artística.

Y así nació la muestra El corazón de Egipto en Cuba, un pretexto que sirve de vitrina para mostrar los resultados del trabajo de ambos creadores, así como una selección de la obra de Cosme, en un empeño al que se ha sumado la embajada del país africano en Cuba. La propuesta resulta singular, y es que el pintor y dibujante de 29 años realiza sus dibujos en papiros cedidos por la misión diplomática egipcia para este fin.

La obra de este joven creador cuenta distintos estados de ánimo, anhelos y vivencias de su entorno en la ciudad de Santiago de Cuba. Fotos: Maykel Espinosa Rodríguez

Sorprendimos al artista en pleno trabajo, en la intimidad del estudio de Michel Mirabal, sobre una mesa aparentemente desordenada, entre papiros, lápices, cartulinas, rodeado de las obras de estos virtuosos. En otra sección del estudio, el trabajo mancomunado de los dos, aún sin titular: 800 corazones de cerámica confeccionados por Cosme, pintados algunos en azul, otros en rojo y otros en blanco, forman una reluciente bandera cubana con un gran corazón blanco en el lugar de la estrella.

Se unen así los dos elementos que cada uno ha trabajado en su obra con cariño y dedicación. La bandera y el corazón: la identidad y el sentimiento. «Desarrollé la serie Vida dedicada a los fallecidos por la COVID-19 y a mi madre que es una excelente cardióloga, y para ello inserto el elemento de los corazones como un fetiche creativo. Para esta bandera, cada corazón para mí es un cubano, porque independientemente de que se hagan con el mismo molde tienen características muy diferentes. Visualmente se parecen, pero no son iguales; sin embargo, hay algo que nos une: la idiosincrasia, los valores.

«Siempre los artistas tratamos de filtrar todo lo que nos sucede, no solo nuestros problemas, también lo social, experiencias de otras personas. Pasamos todo eso por el tamiz y lo llevamos hacia el arte. Así lo expreso a través de series como Animales peligrosos, uniones de masas y cuerpos para crear nuevos seres. En Chicharrón hago piezas de madera y las carbonizo. Siempre trato de trabajar con lo que pueda: si lo puedes imaginar, puede ser posible».

La estancia junto a Mirabal le ha permitido a este creador del oriente del país mostrarse a otros públicos y preparar futuros proyectos expositivos. Es una oportunidad que también, reconoce, le está ofreciendo la beca El reino de este mundo, de la AHS, para la cual prepara la exposición Discurso necesario de un goliardo, que se expondrá en noviembre próximo en el Pabellón Cuba. «Pienso que las cosas que me han sucedido han sido algo prematuras, pero con un enorme sacrificio detrás. La AHS es una institución que apoya mucho a los jóvenes y con este Discurso necesario… puedo mostrar mi vida con mi pasado, mi presente y la necesidad de un buen futuro.

«Trato de disfrutar lo que hago y pienso que mi obra se ha convertido en mi confidente, porque cuando tengo problemas, cuando estoy en las buenas y en las malas, siempre acudo a ella y trato de liberar todo lo que me pueda perturbar a través de la creación. Por eso hay piezas que no tienen que ver con otras porque son distintos estados de emoción, así como de otras personas. Por eso trato de disfrutarlo y acompañarlo siempre con un poco de música», aseguró el artista, quien se confiesa fanático del bolero, la conga y el rock.

Comprometido con su arte

A Miguel Yaimel Cosme podría definírsele como un creador curioso y constante: sus incursiones en el dibujo, la pintura, la instalación, la escultura, la talla de madera, entre otras facetas, validan esas características. Sus inicios en este camino creativo están marcados por la necesidad de no perder de vista hacia dónde quería ir.

Cosme se crió entre el reparto Marialina, muy cerca de la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, y el poblado montañoso de Boniato. De pequeño, mientras sus padres salían a trabajar, recibía los cuidados de dos abuelos adoptivos. No imaginaba el niño que años después él sería el encargado de cuidar a su abuelo, tras el fallecimiento de su esposa. Era tanto el cariño puesto en los cuidados, que Cosme aprendió a tocar guitarra para acompañar a su abuelo cantando las rancheras que tanto le gustaban.

Transcurrían sus tiempos de universidad, momentos que recuerda como muy exigentes, pues a los estudios para sacarse la carrera y los cuidados de su abuelo se iban sumando trabajaos ocasionales con los que ganar un sustento para ayudar a la familia, desde inspector del transporte, pizzero, marmolero o herrero. «En aquel momento no tenía tiempo para casi nada y aprovechaba los domingos para pintar de vez en cuando, porque era una oportunidad para distraerme», comenta el joven artista que tras graduarse con título de oro de la Licenciatura en Educación como instructor de arte por la Universidad de Oriente, accedió al taller Aguilera, donde reconoce que tuvo sus primeros roces con el grabado.

Cosme recuerda con mucho cariño esos años iniciales. «La familia Aguilera, el maestro Carlos René... Son grandes artistas y me permitieron hacer mi primera exposición y los bocetos que tenía se materializaron. Cada obra de ellos es una clase y lo mismo trato que suceda con mi obra y que la gente pueda aprender con mirarla y sentirla.

«Uno tiene que ser lo más genuino posible y la primera verdad que existe, valga la redundancia, es existir, ser un ser humano con todas las de la ley, un ser que no destruya, que siempre cree. Los artistas somos retratistas de nuestro tiempo, entonces en un futuro ojalá esto sea parte de la historia. Ojalá esta obra ayude a otros a calmar sus demonios como a mí me calman».

 

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