Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cuando la primavera llega en puntas de pie

El Ballet Nacional de Cuba regresa a la escena de la sala Avellaneda del Teatro Nacional con un programa concierto que incluye tres estrenos

Autor:

Sergio Félix González Murguía

Una sensación de sorpresa abunda en los sentidos cada vez que el público se enfrenta a un estreno sobre la escena. El ballet, como arte escénico al fin, no escapa de esa realidad y cada motivo para descubrir un repertorio desconocido abre las puertas a una experiencia nueva.

El Ballet Nacional de Cuba regresó y regresa los días 23, 24, 25 y 26 de marzo con una interesante temporada al Teatro Nacional de Cuba, y apuesta, una vez más, por ir más allá de lo escrito para dibujar nuevas historias, perfilar inexploradas emociones y dilucidar en ello el crecimiento de la agrupación y de la propuesta escénica.

Bajo la dirección general de Viengsay Valdés, la compañía que celebra este año su aniversario 75 pone a disposición del público un programa de cinco piezas, de ellas tres estrenos. Se trata de un viaje emotivo y conceptual, donde las líneas entre los estilos llegan a desdibujarse por momentos, pero la institución fundada por la prima ballerina assoluta Alicia Alonso siempre regresa al centro de su eje.

En esa apuesta existe un programa conformado por cosmovisiones diversas de creadores de varias latitudes. La experiencia escénica arranca al ritmo del piano de Love Fear Loss (Amor, miedo, pérdida), interpretado por Idalgel Marquetti, hilo conductor de una pieza en la que tres parejas de bailarines representan tres estados emocionales y vemos sobre la escena a la primera bailarina Viengsay Valdés junto al bailarín principal Darío Hernández.

El creador brasileño Ricardo Amarante asume el trabajo coreográfico, de vestuario y de luces que representa un recorrido apasionado que va preparando el paladar para una auténtica montaña rusa emocional, que en otro segmento del programa regresa con A fuego lento, un fragmento de una creación más amplia de Ricardo Amarante que supone un estreno en la Mayor de las Antillas. Se trata de un ballet vibrante, con el tango y la percusión como pretextos de un vaivén impulsivo, pero metódico de movimientos.

Vuelve a abrirse el telón y la Otra bella cubana nos avisa que estamos ante algo distinto, fruto de la inspiración de la coreógrafa Susana Pous, una creadora que, sin duda, llega con aportaciones del trabajo que ya realiza exitosamente en su agrupación de danza contemporánea, Mi compañía. La pieza de Pous nos recuerda que la danza, más allá del disfrute y embeleso, puede ser un diálogo punzante y motivo de reflexión.

Con música de Eme Alfonso y utilizando como pretexto el clásico La bella cubana, de José White, la obra pareciera que nos habla directamente al rostro sobre las violencias que sufren muchas mujeres en una sociedad estructuralmente machista. La pieza nos muestra el nivel de desdoblamiento de sus bailarines y demuestra la versatilidad de la que son capaces al transitar de lo clásico a lo contemporáneo en un viaje de ida y vuelta.

Ballet 101, composición que el Ballet Nacional de Cuba estrena en su repertorio, da la nota de humor en el programa al jugar con las cinco posiciones del ballet con un discurso irónico y, sin duda, conecta con el público. El solo coreografiado por Eric Gauthier ha sido asumido por los bailarines Darío Hernández, Yasiel Hodelin y Yankiel Vázquez.

Luego de transitar por distintas rutas creativas la compañía cubana regresa a su eje con Concerto DSCH, de Alexie Ratmansky, una pieza onírica con música de Dmitri Shostakóvich interpretada en vivo por la Orquesta del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, bajo la dirección de Yhosvany Duarte, cierre de un programa concierto que nos recuerda que la primavera también puede llegar en puntas de pie.

Otra bella cubana, de Susana Pous, nos enseña que la danza puede ser un diálogo punzante y motivo de reflexión.

Love Fear Loss (Amor, miedo, pérdida), interpretado por Idalgel Marquetti, hilo conductor de una pieza en la que tres parejas de bailarines representan tres estados emocionales y vemos sobre la escena a la primera bailarina Viengsay Valdés junto al bailarín principal Darío Hernández.

A fuego lento, se trata de un ballet vibrante, con el tango y la percusión como pretextos de un vaivén impulsivo.

Ballet 101, interpretado por Yankiel Vázquez. 

Concierto DSCH. Fotos: Maykel Espinosa Rodríguez

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