Martí a flor de labios Autor: Lourdes M. Benítez Cereijo Publicado: 11/01/2023 | 11:29 pm
¡Y por qué no hacemos una sección semanal que contenga reseñas de libros escritos sobre la vida y obra de José Martí! Fue una de las iniciativas pensadas para, desde las páginas de Juventud Rebelde, homenajear al Apóstol en el aniversario 170 de su natalicio. ¡Hagámoslo!, respondí sin casi sopesar la dimensión ciclópea de la tarea. Parecía fácil, pero no podía estar más equivocada.
Si bien la creación literaria en este tema es vasta y valiosa, el desafío mayor es conformar y compartir con los lectores una selección que nos permita acercarnos al Martí que late más allá de los bustos pétreos; que nos ayude a sumergirnos en lo infinito de su esencia y nos regale la maravilla de conocer al ser humano, al hombre, porque no creo que estos sean tiempos de mármoles y pedestales.
¿Por dónde comenzar este viaje? ¿Qué libro, entre tantos, tomar como punto de partida? Que me disculpen los estudiosos si consideran que pudo haber otros mejores, quizá sea así, y no lo pongo en duda, pues por algo son especialistas en el tema. Pero desde mi modesta mirada de joven lectora y también de apasionada de Martí, enseguida pensé en un título que me enamoró desde la primera palabra, y que considero puede tener similar efecto, sobre todo en las noveles generaciones.
Se titula Martí a flor de labios y se trata de un volumen del investigador Froilán Escobar, que atesora los testimonios de unos ancianos que conocieron al Apóstol cuando eran niños o adolescentes. En sus páginas hay una manera diferente, cercana y amena de acercarse a la figura del Maestro. Está escrito con un lenguaje sencillo y lleno de asombros.
«Este libro es un suceso prodigioso. Después de la vida y la obra misma de Martí, no conozco otro semejante (...). Pero el testimonio que ahora nos presenta Froilán es el de los niños que conocieron a Martí cuando pasaba por la pobreza y la pureza de sus vidas, de sus ojos bien abiertos para siempre, caminando los montes de Baracoa hacia la muerte, dejando en el silencio de su memoria una huella que Froilán ha tenido el arte de resucitar íntegra y encarnada como imagen en el habla raigal que le corresponde».
De esta forma resumió Cintio Vitier, en el prólogo perteneciente a una de las ediciones, el texto del escritor, periodista e investigador cubano-costarricense. Con el Diario de Campaña del Apóstol como guía, el autor reconstruyó en los años 70 del siglo pasado el itinerario que comenzó con el desembarco en Playitas de Cajobabo hasta el fatal desenlace de Dos Ríos, en 1895. En esa aventura de descubrimiento recorrió los 375 kilómetros de la ruta y pudo encontrarse con siete campesinos que pasaban los 90 años, y que en su infancia conocieron y acompañaron a Martí.
«No me imaginaba que pudiera ser así. Salustiano Leyva seguía en Cajobabo, José Pineda en Vega del Jobo, Carlos Martínez en la zona de San Antonio del Sur… ¿Cómo pudo ser? Fue realmente conmovedor el momento en que descubrían, al escuchar los pasajes del Diario, que Martí se había “acordado de ellos”, y luego yo dejaba que contaran de un tirón el bulto grande del recuerdo», rememoró el investigador.
Uno de los pasajes más conmovedores es el testimonio de Salustiano Leyva, el mismo anciano que Santiago Álvarez preservó para la posteridad en su documental Mi hermano Fidel. Dice el campesino: «A Martí cierro los ojos para verlo. Miro para atrás, miro bien para atrás, y lo veo como si fuera acabado de llegar. A los hombres yo los conozco por los ojos y la frente, pero los conozco por los hechos de ellos primero, aunque a Martí yo lo supe después, cuando ya había pasado por aquí. En el momento no, ninguno a lo mejor lo veía. Ocurre. Uno ni siquiera sabe el río, que bronquea ahí, alante, haciendo honduras. Es cosa de luego, dentro de la cabeza. Uno lo sabe río después, al mirarle, lejos, las orillas».
Francisco Pineda fue otro de esos niños que lo tuvo cerca: «Yo lo llevé también a ver los pájaros… Perduramos allí un ratico y luego jalamos más alante y nos encaramamos en unas subideses que había. Buscaba consolar su deseo que tenía de ver. Se asomaba mucho a los bordes, apartando malezas, y no era, hombre, por arrancarse guizasos de la pernera del pantalón. Defiendo que no. Era por contemplar la extensión de leguas allá abajo que iban a darse con el mar. “¡Qué lindo es el mundo, Francisco!”, me dijo, y no lo entendí, no lo podía entender. ¿Cómo el mundo aquel materío de espinas, solo, sin nadie ahí? Él vio que yo no lo creía. Y volvió conque sí, que lo era, y que yo estaba parado sobre de él. ¡Esto es lo más grande que a mí se me ha dicho! Y no porque fuera muchacho, no: ningún guajiro de por aquí, si tú le preguntabas, sabía que estaba parado sobre el mundo».
¡Cuánta hondura y verdad contenida en palabras tan simples! Palabras que se meten bajo la piel y emocionan. Cada relato entrega una imagen limpia y pura; nos permite acceder a los recuerdos imborrables de quienes que lo vieron caminar por el monte, bañarse en un río, beber agua, sonreír; que lo escucharon hablar «bonito» y así lo preservaron en su memoria. No hay manera de quedar indiferentes. Si queremos conocer al hombre detrás del héroe, Martí a flor de labios es un buen comienzo.
Nota: A usted, amigo lector, también le invitamos a que nos proponga los nombres de otros libros de los que te gustaría que habláramos en estas páginas para las próximas entregas.