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Cuba es la madre de mis versos

El repentista Marcos David Fernández Brunet, conocido artísticamente como el Kíkiri de Cisneros,  es uno de los jóvenes poetas talentosos que en los últimos tiempos destaca dentro del país

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

Dos meses han pasado desde que escuché aquella voz hecha versos en las noches lúgubres de La Coloma, tras el paso del huracán Ian por esa zona del occidente. Allí entonaba la esperanza el delgado muchacho, y rodeado de niños crecía con sus rimas el joven poeta. Luego de cada acorde fanfarroneaba con los gestos propios de nuestra cubanía, no para simular ser un «bárbaro» del repentismo, sino por auténtico criollismo guajiro.

Poco tiempo después volví a coincidir con este joven que piensa y habla en versos octosílabos. Justo a 2 159 kilómetros de su Patria, Marcos David Fernández Brunet, más conocido artística y familiarmente como el Kíkiri de Cisneros, amenizaba y sorprendía con su talento a los delegados del 19no. Congreso Latinoamericano y Caribeño de Estudiantes, celebrado en Caracas, la capital venezolana.

No hubo una persona que no se contagiara con sus décimas en la tierra de Chávez, que no sintiera como propia la emoción perfectamente poética de sus versos. Colombianos, brasileños, haitianos… gente de todas las delegaciones no dejaban de aplaudirlo cuando, entre canto y canto del trovador Nelson Valdés, el Kíkiri ponía profundidad en sus  rimas, y estallaban como resortes el orgullo y los abrazos de sus compatriotas.

A este cienfueguero le da igual el escenario. Es un artista que se para lo mismo en una tarima que en el césped más poblado a las afueras de un parque, o en la recepción de un hotel rodeado de gente grande. Siempre lo encuentras dispuesto y sonriente mientras da rienda suelta a la creatividad.

Quien lo escucha por primera vez puede creer que sus aptitudes son las de un niño grande que sueña. Y me atrevo a pensar que el Kíkiri poeta se proyecta aun con la misma receta infantil que cautivó a su padre, el profesor de repentismo Ariel Fernández, cuando el crío tenía tres años de edad.

Desde entonces, y con la ayuda del padre que lo llevaba a cuanta canturía guajira hubiese, hace versos octosílabos, y va creciendo en pasiones desde el estreno de sus primeras redondillas. Por ello cree que nació con madera de repentista, una que fue puliendo y perfeccionando en el camino hasta hoy.

Cuando era niño aquello era un juego que se tomaba muy en serio. «Yo jugaba fútbol y era bueno haciendo versos, pero también memorizaba las décimas que mi padre me hacía y a los cinco años ya declamaba mis primeras décimas enteras», afirma el espigado muchacho.

De esa etapa de su vida, recuerda Marcos David con especial cariño los pasos dados en Palmas y cañas, el estelar programa de la televisión cubana. Sin embargo, su momento cumbre hasta hoy ha sido cuando ganó el primer lugar en el concurso nacional de música campesina Eduardo Saborit, ya siendo un adolescente, relata.

Neorrepentismo

A juzgar por lo que hace ahora en los escenarios, el Kíkiri no parece un repentista habitual, de esos que improvisan acompañados por los acordes de un tres y una guitarra. Este joven se sitúa cauteloso frente al micrófono y aguarda su momento mientras suena como lanza la buena trova rebelde.

Se llama neorrepentismo, explica: «Aunque disfruto el repentismo tradicional, en tiempos recientes me he dedicado a esa vertiente novedosa, que es incluir la décima en la trova para hacerla llegar mejor a los jóvenes y a todos los públicos de modo general.

«Es un trabajo que realizo fundamentalmente en compañía de los trovadores Nelson Valdés y Ariel Barreiro, dos “padres” que en lo profesional me han ayudado mucho y me han abierto las puertas para poner la décima en sus conciertos, en sus canciones, en sus públicos», agrega.

Por no extraña casualidad, en los versos del Kíkiri aparecen casi simultáneos tres sustantivos indispensables: familia, Patria, Revolución. De la primera dice que quién no demuestre amor por los suyos está perdido, por aquellos que lo educaron y sacrificaron tanto. A la suya, agrega, «le debo todo lo que soy, y para ellos hago también mis versos»,.

Sobre la Patria y la Revolución, reconoce este guajiro auténtico que son el centro de su vida, porque «digo Cuba y pienso en los míos, en mi propia familia, en mis amigos de los guateques que amo, en mi primera escuela, en la trova y la décima… Digo Cuba y estoy hablando de la Patria.

«Ser repentista en una generación donde otras modas musicales se roban los aplausos es mi manera de apostar por nuestras raíces y por el cariño profundo a las tradiciones del país. Soy cubano, amo además a la Revolución y la defenderé siempre. Cuba es, ante todo, la madre de mis versos», afirma.

El Kíkiri es un muchacho así, como dicen en el argot popular, chévere. De los que sienten con valor y expresan el alma sin tapujos ni miedos. Quizá por ello canta y habla en verso a toda hora, como si el tiempo pasara frente a él entre rimas y aplausos continuos.

Y si la vida del Kíkiri se resume al verso, esta entrevista también. En letras de cierre, como resorte, dice el repentista: «Este traje de hombre nuevo / que varias almas bordaron, / a los que bien me enseñaron, / a mis padres, se los debo. / A mi país, que lo llevo/ abrazado a la camisa,/ porque donde una sonrisa / comparte el amor en dos,/ yo soy quien abre la voz/ y es Cuba la que improvisa».

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