Desde la escenografía, hasta el vestuario y la interpretación, la puesta en escena del teatro lírico es para la compañía una transmisión de sentimientos. Autor: Cortesía de la compañía de Teatro Lírico Ernesto Lecuona Publicado: 24/09/2022 | 09:15 pm
PINAR DEL RÍO.— Sin renunciar a los clásicos y al rigor del teatro musical, la Compañía de Teatro Lírico Ernesto Lecuona de esta provincia se ha ganado su público a golpe de esfuerzo y talento.
Con los años se ha rejuvenecido, a la vez que ha apostado por un cambio en los códigos de expresión, de manera que quienes asisten a una de sus puestas en escena encuentran siempre algo novedoso y exclusivo.
Los orígenes
En la década de los años 50 del pasado siglo un grupo de jóvenes amantes del arte lírico en Pinar del Río, y de manera aficionada, realizaban actividades y cantaban en las escuelas, y en marzo de 1959 el joven Gobierno de la ciudad contrata a una profesora rusa que residía en Cuba, para que les impartiera clases, relata Francisco Alonso Díaz, tenor solista y director general y artístico de la compañía.
«Con la profesora montaron algunos conciertos, pequeñas estampas de obras líricas, sobre todo, zarzuelas y óperas de cámara. En 1962, cuando se fundan las primeras agrupaciones de teatro en el país, tanto para niños, para adultos y el teatro musical, ponen la mirada en Pinar del Río y crean la primera agrupación lírica, en aquel momento Grupo de Teatro Lírico, el 21 de julio de 1962. Posteriormente se funda el Teatro Lírico de La Habana y en el mes de noviembre el de Holguín», explica el artista.
No obstante, reconoce, ya existía una tradición del teatro lírico en Cuba: «Era común que toda compañía de teatro musical que viniera a América pasara por Cuba. Trabajaban con solistas cubanos o usaban los coros, pero no había profesionalmente ninguna agrupación hasta esa fecha que se funda el Grupo de Teatro Lírico de Pinar del Río. Es por ello que decimos que la fundación del Teatro Lírico Cubano se corresponde con la creación de la hoy Compañía de Teatro Lírico Ernesto Lecuona».
Entre lo clásico y lo contemporáneo
Acaso lo más atractivo del Lírico, como se les llama familiarmente en Vueltabajo, es su capacidad para ganarse el público y abarrotar el Teatro José Jacinto Milanés cada vez que tienen una puesta en escena.
Y ha sido así desde que el 3 de octubre de 1975 escogieron a la compañía para la reinauguración de ese recinto insignia de la cultura pinareña.
«En esa ocasión la compañía llevó a escena por primera vez una zarzuela cubana, (hasta el momento siempre había montado zarzuelas españolas y óperas de cámara). Teniendo en cuenta el nombre de Lecuona y que El cafetal es la primera gran zarzuela cubana reconocida, se decidió llevar ese título al escenario del Milanés la noche de su reapertura. Fueron 13 funciones consecutivas a teatro lleno».
Panchito, nombre por el que se conoce a Francisco Alonso en el ámbito cultural vueltabajero, rememora que la compañía ha tenido momentos muy importantes. «Tal es el caso de la década de los 80, años en los que se da a conocer a lo largo y ancho de la Isla, con presentaciones en casi todas las provincias y en los teatros más significativos del país».
Los años 90 fueron duros, recuerda: «Era complejo para todas las artes. Desde 1982 ya dirigía la compañía y cursaba mis estudios en el Instituto Superior de las Artes. Eso, además de favorecer mi superación profesional, ayudó a entender y definir qué tenía que pasar con el teatro lírico en Pinar del Río para que no se quedara estancado», señala ahora el director de la compañía.
La idea extraordinaria de la unidad docente
«Una medida desesperada para una necesidad imperante de aquellos tiempos y si no se hacía se iba a perder el teatro en el país», así define la idea de fundar una unidad docente dentro de la compañía el joven Reinier Blanco Gutiérrez, tenor solista, profesor de Canto de la unidad y alumno de su quinta graduación.
Al respecto, Panchito precisa que en los 90 se pensó cómo rejuvenecer al Lírico y se dieron la tarea de buscar jóvenes con talento para formarlos empíricamente dentro de la compañía.
«Muy pronto nos dimos cuenta de que esa no era la solución. El sistema de enseñanza artística cubano es excelente, pero no daba una respuesta para mantener las compañías de teatro lírico del país con artistas formados académicamente.
«Abel Prieto Jiménez, entonces ministro de Cultura, escuchó nuestra propuesta, creyó en ella y nos encargó un proyecto que no existía: un programa completo para una carrera. Surge así la idea de la unidad docente dentro de la compañía, con una formación de nivel medio en Música, en la especialidad de Canto, con los mismos requisitos y titulación de la Escuela Nacional de Arte», precisa ahora este director.
«Fueron dos años de estudio, de discusiones, evaluaciones y muchos detractores, nos decían que éramos románticos, que era una locura, pero hoy estoy convencido de que la salvación, no de la compañía de Pinar del Río, sino del teatro lírico cubano, fue la creación de las unidades docentes», asiente el artista.
Hoy el 80 por ciento de los elencos de las compañías líricas en Cuba son jóvenes egresados de estas unidades docentes. Reconoce que esa idea significó un giro importantísimo en la compañía: «Estamos cumpliendo 20 años de las unidades docentes, experiencia que sirvió de referente al Lírico de Holguín dos años después, tres años después al de La Habana y también a otras manifestaciones artísticas. Ya existen unidades dentro de agrupaciones de danza, de la sinfónica; sentó un precedente en una nueva variante de estudio en la enseñanza artística en Cuba».
Compañía que cambia
Refiere Panchito que predominaba el criterio de que a los espectáculos líricos asistía un público mayoritariamente de la tercera edad y eso se ha ido transformando.
«Hoy en una presentación nuestra en cualquier lugar de Cuba el público que asiste es joven, aunque también contamos con aquel que nos sigue desde hace muchos años.
«Y ello obedece a dos razones: la cantidad de artistas jóvenes que tenemos sobre el escenario y el cambio en los códigos de expresión de la compañía. Siempre nos planteamos una formación integral, que se graduaran bajo el concepto de un artista que actúa, canta y baila. Ese es el principio que seguimos en la escuela.
«Los tiempos cambian y ya el público no asiste al teatro solamente a escuchar una voz con facultades, sino a ver una interpretación, una transmisión de sentimientos. Nos hemos ido adaptando a un público contemporáneo que aprecia otras cosas en la escena».
Es por ello que la compañía ha ido tras títulos importantes que en su dramaturgia sean fuertes como es el caso de Parece Blanca, adaptación de Abelardo Estorino a Cecilia Valdés, o la puesta en escena de Impuros, «otra adaptación importantísima de una obra del teatro dramático, Réquiem por Yarini, para la que el compositor pinareño Julio César Estupiñán nos hizo expresamente ocho números musicales».
Para la joven Laritza Acosta Alfonso, soprano solista de la compañía y profesora también de la unidad docente, lo más novedoso es que han sacado el teatro lírico de las instituciones culturales y se han ido a las calles.
«Cuando la COVID-19 encontramos en las redes sociales un espacio para estar cerca del público, pero también hemos ido a comunidades de difícil acceso. Hemos salido de espacios convencionales y hemos cantado en centros de vacunación, en policlínicos y ha sido una experiencia maravillosa. También los muchachos están preparados para ello, pues en su formación tratamos de que canten en varios idiomas, que dominen música europea, latinoamericana, cubana».
«Abandonamos un poco el clásico encartonamiento de los cantantes líricos de décadas pasadas. Hicimos a los artistas más creíbles, más orgánicos», asegura Panchito, quien dice que en esos espacios han podido hacer una música diferente, desde una zarzuela, hasta una guaracha o un bolero. «Hemos ido hasta una localidad intrincada y sobre la plancha de un camión hemos realizado la presentación de una obra que en cualquier parte del mundo se considera elitista».
Hacer un espectáculo, una presentación del teatro lírico, ante un público exigente y conocedor, es difícil y también costoso, pero el empeño mayor de esta compañía es reinventarse todos los días; llenar los teatros más importantes de Cuba y llegar hasta allí, donde quizá la cultura había estado más ausente.