Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un brindis por El Tosco

José Luis Cortés, uno de los íconos de la música popular bailable cubana, deja tras su partida un recuerdo  que los videoclips y las fonotecas harán perdudar por siempre

Autor:

Juan Morales Agüero

La timba y el bailador están de duelo. También la letra picaresca, el estribillo pegajoso y la frase atrevida. Es el luctuoso escenario por el que transita hoy el pentagrama nacional tras la desaparición física del maestro José Luis Cortés, El Tosco, quien, al decir de Juan Formell, otro grande, «fue el genio que se encargó de inventar el motor sonoro que hizo internacional nuestra música bailable».

Vino al mundo el 5 de octubre de 1951 en Santa Clara, en el humilde barrio de El Condado, «donde la cultura popular estaba latente en rumbas y bembés». Su familia era muy musical, con una madre que cantaba, un padre timbalero y unos tíos que tocaban tambor en las congas. Se crió en ese ambiente, amén de escuchar en las vitrolas del barrio a la orquesta Aragón, con el gran flautista Richard Egües, quien —según él—, influyó en su gusto por ese instrumento.

En 1966, empeñado en aprovechar las oportunidades ofrecidas a los jóvenes por la nueva realidad del país, el muchacho se presentó a dos convocatorias: una para convertirse en pescador y otra para estudiar… ¡música! Para suerte suya y del atril, ganó la segunda. Así, matriculó en la Escuela Nacional de Arte (ENA), donde comenzaron a llamarlo El Tosco por las enormes botas que solía calzar a la sazón.

«Mi apellido es Cortés, la antítesis de ese sobrenombre. No tengo nada que ver con la tosquedad —explicó años después en Cubadebate sobre el simpático origen del mote—. Me gustan las flores, los pájaros, la música, las cosas sublimes… Pero bueno, me dicen así, qué le vamos a hacer».

La alborada de un flautista

En la ENA, José Luis se inclinó por el violín, pero no pasó la prueba. Un amigo lo animó a intentar con la flauta («el instrumento de los dioses», le dijo). Todo le fue bien, avanzó en el estudio, se apasionó… Pero —¡ay!— casi a punto de graduarse dejó la carrera por una azarosa pelea de boxeo que sostuvo con el director del centro. «Cuando le gané, me dijo: ”Coge tu maletín”. Y me botó», recordó.

Su talento con la flauta había trascendido las aulas de la ENA y ya era conocido. Así, buscando trabajo, cayó en la orquesta los Van Van, por entonces en ciernes. Tuvo que dejarla cuando lo reclutaron para el Servicio Militar, pero regresó a su plantilla al concluirlo.  En ese tiempo le recomendó a Juan Formell incluir metales en la orquesta. Su propuesta fue aceptada y, con el tiempo, los trombones asumirían protagonismo en el llamado «sonido Van Van».

Después de su experiencia en «el tren de la música cubana», en los años 80 se fue a Irakere, «el mejor grupo que ha habido en Cuba desde los indios hasta mañana», dijo. En  ese colectivo coincidió con músicos extraclase y grabó varios discos. «Soy fruto de los Van Van de Juan Formell y de Irakere de Chucho Valdés» —admitió—. Y definió a ambos como Los Beatles y Los Rolling Stone de la música cubana, respectivamente. «Me aportaron y les aporté», comentó.

El fenómeno de NG La Banda

El 4 de abril de 1988, la música popular bailable asistió al debut de una agrupación predestinada a hacer época. La fundó El Tosco con el nombre de Nueva Generación. Tomó para hacerlo algo de lo aprendido de Irakere y algo de Van Van, pero a partir de un estilo propio, centrado en los metales, que fueron conocidos luego como «los metales del terror». Alguien le señaló que Nueva Generación era un nombre muy poco comercial. Entonces la bautizó como NG La Banda.

El grupo conquistó la simpatía de la gente. Por esa fecha grabó fonogramas como No te compliques y En la calle, e hizo varios conciertos en distintos barrios habaneros con Giraldo Piloto en la batería y la voz de Isaac Delgado. «Nos enfrentamos en directo con los bailadores —recordó—. Y, sobre todo, llegamos y convencimos en La Tropical, la meca del baile en Cuba, que es donde te gradúas… o no».

Otros temas como Necesito una amiga, Échale limón, Santa palabra, Murakami Mambo, Pelota, La cucaracha, La cachimba, No se puede tapar el sol y Picadillo de soya deleitaron a los bailadores en escenarios diversos. Y no solo cubanos, incluso más allá de nuestras fronteras. Junto a su colectivo, o en solitario como concertista, José Luis visitó alrededor de 70 países de Europa, Asia y América.

Las letras de algunos de sus temas generaron polémicas. El Tosco argumentó que estaban hechas para la gente de a pie. En ellas, el crítico Pedro de la Hoz advirtió «su agudeza para captar situaciones y atmósferas de la vida cotidiana y abordarlas desde la ironía y la picaresca». No obstante, sus detractores reconocieron siempre su genialidad en las orquestaciones y su señorío como flautista, arreglista, compositor y director de la orquesta, incluso en la llamada música culta, de la que fue un gran practicante y admirador.

El Tosco eligió su camino en la música popular porque siempre tuvo «el espíritu del barrio muy adentro».Foto: Tomada de Cubasí.

«Soy un músico clásico, pero no me imaginaba tocando con un frac en el Amadeo Roldán conciertos de Mozart, Brahms o Beethoven —dijo con su proverbial humor—. En cambio, decidí elegir mi camino en la música popular porque, además, siempre he tenido el espíritu del barrio muy dentro».

A sus virtudes como músico, El Tosco exhibió también dotes pedagógicas. A instancias suyas se creó la Camerata José Luis Cortés, compuesta por graduados en la especialidad de flauta en las escuelas de arte. También favoreció la fundación de una academia de canto, cuyos egresados han defendido con éxito la música cubana en varios países.

Los reconocimientos y honores recibidos por José Luis Cortés en su prolífica carrera artística, que se extendió por 58 años, fueron múltiples y diversos. Entre ellos figuran el Premio Nacional de Música (2017), Autor VIP de la Sociedad General de Autores Españoles, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Guadalajara, Diploma al Mérito Artístico por la Universidad de las Artes de Cuba (ISA), Placa de la Academia de Música de Nueva York, Vanguardia Nacional por más de 20 años, numerosos premios en Cubadisco y alrededor de 50 producciones fonográficas laureadas.

José Luis Cortés, El Tosco, fue durante toda su carrera un representante de nuestros más genuinos valores culturales. «Lo mío es hacer bailar a la gente, que se divierta, sobre todo la que trabaja, estudia y hace patria —dijo una vez—. Todo lo que he hecho es en bienestar de los cubanos que gustan de la música. Un artista. Un hombre que nació, vive y vivirá para hacer música y crear, siempre crear».

Así te fuiste y así te recordaremos siempre, José Luis Cortés. Un brindis musical por tu paso a la eternidad.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.