«Durante varios años fui la única mujer que estudió trombón en le enseñanza artística tunera, pero, por fortuna, hoy la situación es diferente», dice Irmary. Autor: Juan Morales Agüero Publicado: 15/02/2022 | 07:28 pm
LAS TUNAS.— Ismary Oliva Soto sintió atracción por la música desde que era muy pequeña. Disfrutaba escuchar los temas del momento y aprenderse de memoria sus letras. Hoy, con 25 años cumplidos, la nostalgia la hace regresar a aquella etapa inolvidable, cuando estaba lejos de imaginar que consagraría su existencia al estudio del divino arte del dios Orfeo.
«Fue en la Escuela Profesional de Arte (EPA) El Cucalambé donde se inició mi itinerario musical —dice—. Matriculé en quinto grado, sin preferencias por ningún instrumento. Luego de hacer las pruebas de aptitud me notificaron que tenía condiciones para el trombón. La noticia no me alegró mucho, pues no me parecía una especialidad propia para mujeres».
Ismari reconoce que se deprimió un poco cuando se vio como la única chica en un piquete mayoritariamente masculino. Además, estaba el tamaño del trombón, casi más grande que ella. ¿Cómo podría manejarlo? Por fortuna, por esos días llegó a la EPA una trombonista recién graduada para hacer allí su servicio social. «Es un tabú considerar el trombón solo para hombres», me advirtió. Su apoyo le sirvió a Ismary para adaptarse y negarse luego a cambiar de instrumento cuando pudo hacerlo.
Fruto de la enseñanza artística
En la EPA tunera Ismary culminó la Primaria y el nivel medio. Fueron cinco años de aprendizaje y de gratitud por un centro donde transcurrió la mayor parte de su formación como trombonista. Guarda un grato recuerdo de sus profesores, en especial de Róger Meriño, quien la acompañó en su peregrinar por el pentagrama desde la Secundaria hasta la Universidad.
«Cuando me gradué en la EPA me quedé en su claustro para cumplir mi servicio social como profesora de trombón. Quise seguir superándome y me presenté a exámenes para matricular en la filial camagüeyana de la Universidad de las Artes (ISA) por el curso para trabajadores. Aprobé y comencé a asistir una semana al mes. Difícil, pero valió la pena el sacrificio».
El corolario de sus estudios en el ISA fue su egreso como la primera tunera graduada de trombón en el nivel superior. Ella afirma que ese resultado no significa que ya no tenga nada que aprender. ¡En lo absoluto! La música exige superación constante, y ni con un título universitario se terminan de asimilar sus exigencias. En el caso específico de su instrumento, no solamente es soplar y manejar bien la vara. Ejecutarlo con excelencia y maestría demanda leer partituras y ensayar mucho y con perseverancia para hacerlo mejor.
Un instrumento que habla
«Los ejecutantes del trombón decimos que es un instrumento agradecido —asegura Ismary—. A primera vista, parece áspero y de difícil manipulación, pero es dulce de escuchar y se deja manejar. Carece de limitaciones, y se le incluye hasta en ceremonias religiosas. Según los musicólogos, su sonido imita voz humana. ¡Ningún género musical le es ajeno!».
A pesar de su juventud, Ismary ya cuenta con un currículo de trabajo digno de elogios. Ha compartido atriles en orquestas sinfónicas, grupos populares, bandas de concierto, cuartetos concertantes… Y no tiene prejuicios en cuanto al tipo, pues manifiesta entusiasmo y profesionalidad tanto con el pop como con bailables, música alternativa, la clásica y el reguetón.
«Actualmente integro el cuarteto de trombones Melodías, que cuenta con gran aceptación —asegura—. Nuestro repertorio se ajusta a los auditorios, e incluye música popular concertante cubana y extranjera de diferentes géneros, épocas y estilos. Interpretamos lo mismo El buey cansa’o, de Los Van Van, que La vida en rosa, de Edith Piaf. El trombón es capaz de respaldarlos con excelentes sonoridades. Esa es una de las principales virtudes de este instrumento tan versátil».
La programación de los grupos musicales suele ser en horarios nocturnos. A veces sus presentaciones terminan tarde en la noche, y para ella eso no deja de ser algo complicado.
«Lo acepto como algo propio de la profesión que escogí —acota—. ¿Acaso no existen mujeres que laboran por turnos? Los profesionales de la música trabajamos para que la gente se divierta y disfrute. Ese es nuestro principal premio».