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Ya han pasado varios días, luego de su clausura, y aún se comenta sobre el impacto que ha dejado en todos (creadores, especialistas, espectadores…) la realización de esta vigésimo segunda Bienal Internacional del Humor de San Antonio de los Baños. Múltiples han sido las frases que han tomado relevancia al tratar de encerrar, en breve comentario, una idea que fuera lo más descriptiva y justa posible a la hora de enjuiciar los aciertos (o no) de esta edición. Entre tantas, llamó mi atención la emitida por Brady Izquierdo, uno de los jóvenes laureados que muestra una obra en notable ascenso, quien señaló: «Esta Bienal ha subido el listón para las próximas bienales».
Este humilde escribidor, (como diría mi amigo Ciro Bianchi, a quien siempre cito) gustaría de poseer selecto y profundo léxico, basado en tecnicismos y apropiaciones dignas de un notable especialista, para discurrir en espléndido análisis… pero no es así. Mi reflexión la baso en mis más de 30 años ligado (con todo placer) al gremio de los humoristas gráficos, y aunque no dibujo (como señalaría con irónica sonrisa mi espigado amigo Laz), sangro por la misma herida que los caricaturistas cubanos, y todos los humoristas, porque de humor, de buen humor, también se trata.
Considero invaluable el trabajo realizado por la presidencia de la Unión de Periodistas de Cuba, en conjunto con el Museo Internacional de San Antonio de los Baños, y otras instituciones culturales imbricadas en el hecho. Se logró hacer una Bienal, en difíciles tiempos de Covid-19, a la altura de las más distinguidas en la historia de dichos certámenes. La acertada explotación de los medios digitales y el profundo interés de los organizadores en mantener algunos logros mostrados en las más recientes convocatorias, fue decisor a la hora de defender un abultado plan de actividades que se veía amenazado por la agudización de la crisis pandémica.
Hubo mucho de experimentación en esta nueva práctica del encuentro virtual, pero también hubo organización, disciplina, trabajo en equipo y apoyo de los creadores y de todos los que amamos este mundo en cuadritos que es el humorismo gráfico. La 22da. Bienal sumó números a la cifra de participantes (tanto en obras como países) que asumieron las redes y el dibujo digital como el único (y eficaz) modo. No prescindimos de nada: hubo talleres, conferencias, debates, exposiciones, homenajes, audiovisuales…, en La Habana y en San Antonio, como de costumbre; pero esta vez fue mayor la participación del público y de artistas de Cuba y del mundo gracias a las redes, a las webs creadas al efecto, a los espacios virtuales que se sumaron y compartieron nuestras vivencias. Nunca antes un cartel de la Bienal (esta vez creado por el caricaturista Alejandro Falco) fue tan promovido y visto, gracias también al trabajo realizado por la diseñadora Dariagna Steyners, quien creó una exquisita imagen promocional del evento, jamás visto y sin antecedentes que se recuerden. Extraordinario fue además contar con una información periodística en tiempo real, tan detallada y efectiva.
Es cierto Brady, esta Bienal subió el listón, porque además insistimos en consultar opiniones acerca de qué pudiéramos hacer para que la próxima sea mejor. Sin embargo, me queda bien claro, como a otros colegas, que no es suficiente, que no podemos caer otra vez en el impacto coyuntural que suele ser el humor en nuestro país. El grito del momento, el cuestionamiento «ingenuo» de por qué no utilizamos más el humor gráfico, todo el humor, como sabio lenguaje para también contar nuestros sueños, nuestras verdades, nuestra realidad… Por eso también insisto y abrazo esta máxima que ha tomado cuerpo en voz de muchos: «La Bienal no puede quedarse en cuatro días cada dos años».
