El debut de la Orquesta Sinfónica de Las Tunas devino un suceso cultural Autor: Reynaldo López Publicado: 27/12/2020 | 01:45 pm
LAS TUNAS.— A Giudel Gómez González la batuta del sentido común parece conminarlo a atender en detalle la imaginaria partitura de un diálogo periodístico. Su verbo va como de nota en nota, ora denso cual sinfonía, ora ligero cual preludio. Tiene 32 años de edad y ya ocupa el estrado de la recién fundada Orquesta Sinfónica de esta provincia.
—Comencemos por tu formación académica, ¿dónde estudiaste?
—Lo primero que estudié fue Dirección coral en la Escuela Vocacional de Arte (EVA) de mi provincia. Hice el servicio social con el coro de cámara Euterpe, un colectivo de mucho prestigio, con el que ya tenía relaciones. A los dos años de graduado de nivel medio, los fundadores de la orquesta de cámara tunera me propusieron dirigirla y acepté.
«El grupo lo formaban 12 músicos de la sección de cuerdas. Se profesionalizó bajo mi dirección, encargo que alterné con los estudios en el Instituto Superior de Arte, donde en el 2018 me gradué en Dirección orquestal. Ese colectivo fue la base sobre la que se fundó la Sinfónica de Las Tunas.
«Por entonces, auspiciados por la Asociación para Proyectos Interculturales de Música y por el músico y profesor Ulrich Nyffeler, quien ha visitado Las Tunas dos veces, viajamos a Suiza e hicimos conciertos en varias ciudades y en el principiado de Liechtenstein, junto con algunos músicos de la Orquesta Sinfónica de Lucerna y del Coro Handel».
—¿Qué tiempo llevaban pensando en una sinfónica tunera?
—La idea data de hace más de una década, pero es ahora cuando se concreta. Se trata de un proyecto complejo, que exige tiempo para demostrar su sostenibilidad. Ha sido indispensable la colaboración de la enseñanza artística, pues el colectivo se nutre de estudiantes que egresan de sus aulas, en especial de la sección de cuerdas.
«En la Orquesta Sinfónica de Las Tunas cumplen también sus prácticas pre-profesionales los alumnos de la EVA que cursan el tercer año del nivel medio. Esa posibilidad les resulta sumamente provechosa, pues los prepara para cuando se gradúen. En la actualidad tenemos siete muchachos en ese caso. Se entrenan en violín, viola, trompeta y chelo».
—¿Qué piezas han tenido en cuenta en el repertorio?
—Tenemos un repertorio de 20 obras que incluye piezas y autores del período clásico del siglo XVIII. Además, temas de la etapa romántica del siglo XIX y, por supuesto, música cubana del siglo pasado y del actual, como por ejemplo, la magnífica obra para orquesta y coro Misa Cubana, cuya autoría es del prestigioso maestro José María Vitier.
«Tener un repertorio amplio y variado es un requisito para aspirar a la profesionalización. A nosotros nos ha ayudado mucho Guido López Gavilán, de quien fui alumno en el ISA. También el maestro Enrique Pérez Mesa, que, en su calidad de responsable de la música sinfónica en el país, presidió el tribunal de audición que nos profesionalizó como orquesta, aunque sus músicos ya eran profesionales».
—¿Cuántos músicos integran la orquesta en la actualidad?
—Son 59 músicos, divididos en tres secciones. La de viento tiene dos ejecutantes en flauta, oboe, clarinete, fagot, corno, trompa y trombones. La de cuerdas lleva 14 primeros violines y 12 segundos, ocho violas, seis chelos y cuatro contrabajos. Y, desde luego, la sección de percusión.
«Como ve, una orquesta sinfónica lleva muchos instrumentos. Nosotros tenemos déficit en algunos, como, por ejemplo, el corno inglés, que aunque no es obligatorio en la dotación y no se utiliza en todas las obras, algunas sí lo necesitan y no se pueden interpretar sin su intervención. En ese caso figuran también la flauta piccolo y el contrafagot».
—El debut de la orquesta resultó un acontecimiento…
—Nos preparamos con mucha antelación. Realmente, estamos contentos con la acogida. Fue un concierto especial, con obras de Wolfgang Amadeus Mozart muy bien seleccionadas, como la Obertura de las Bodas de Fígaro, Concierto para Fagot y la Sinfonía número 31. Tuvimos como invitado el fagotista santiaguero Ramón Alejandro Márquez Ramos.
«En lo adelante podremos presentarnos con menos tiempo de preparación, pues estos conciertos periódicos, además de la facilidad que representa disponer de un local fijo en el Teatro Tunas para ensayar, así lo propiciarán. Una orquesta sinfónica necesita condiciones. Las estamos logrando».
—¿Qué características debe tener un directos sinfónico?
—Obviamente debe tener formación académica, pues en este tipo de música no cabe el empirismo. La preparación y la actualización figuran también entre sus deberes, así como controlar su entorno, conocer de historia y dominar la comunicación. Consensuar sus decisiones con los músicos, nunca imponérselas. Debe ser también un poco sicólogo.
«Dirijo a varios músicos que me superan en experiencia y edad. Yo atiendo sus sugerencias y aprendo de ellos. Trato de dominar la partitura incluso antes del ensayo, que es un momento trascendental. ¡Ahí es cuando un director se evalúa! Cuando advierte que algo anda mal en la ejecución, es como si se le encendiera un bombillo de alarma.
«Pero en las orquestas sinfónicas existe una jerarquía que no la protagoniza solamente quien lleva la batuta. En lo técnico, desempeña grandes responsabilidades el primer violinista o concertino, quien tienen a su cargo supervisar la afinación y ocupa un lugar cerca del director. En el éxito de un concierto intervienen otros que nunca reciben aplausos, pero que son muy importantes para que todo salga a pedir de boca, pues asumen todo los aseguramientos».
—¿Qué perspectivas aprecias en esta novísima orquesta?
—La Orquesta Sinfónica de Las Tunas ya integra el catálogo del Centro Nacional de Música de Concierto. Tiene buenas perspectivas, pues cuenta con músicos profesionales, muchos de los cuales son jóvenes con grandes deseos de trabajar. La ayuda, además, no tener un referente en su perfil, de manera que está llamada a trazarse su propio camino. Los músicos y yo estamos dispuestos a enfrentar ese reto».