Cartel del documental Cuban Dancer Autor: Juventud Rebelde Publicado: 26/12/2020 | 08:55 pm
Cada realizador encuentra su forma de contar la realidad. En el caso de Roberto Salinas, dicho propósito deviene necesidad para reflejar historias auténticas, capaces de conmover a los espectadores. Así este italiano concibió Cuban Dancer, documental nacido «del amor que siento por Cuba y su cultura», estrenado en el recién concluido 42do. Festival del Nuevo Cine Latinoamericano y que su autor espera que se exhiba en muchas otras ocasiones en la Mayor de las Antillas.
La danza es el vehículo que Salinas eligió para transitar los entresijos de un conjunto de saberes que van desde lo aparentemente elitista del mundo del ballet, lo popular de los barrios habaneros, la relación entre política y migraciones sociales, hasta los obstáculos que aparecen cuando se traza un sueño en otras tierras.
Cuban Dancer nos introduce a Alexis Francisco Valdés, un joven estudiante de la Escuela Nacional de Ballet, que debe abandonar el país en una época tan significativa como la adolescencia. Sus experiencias son condensadas mediante el lente avizor de Salinas y la sensibilidad depurada del tratamiento coreográfico aportada por Laura Domingo Agüero.
Alexis tiene una idea clara: quiere ser bailarín porque su mejor forma de expresión es mediante el movimiento. Por eso las vicisitudes propias de la emigración hacia Estados Unidos, el cambio del método de enseñanza y las complicadas posibilidades para materializar sus anhelos no hacen mella en su empeño por integrar las filas del Ballet de San Francisco.
«Para mí es un orgullo llevar mi cultura a otro país. Es mi forma de agradecer todo lo aprendido con mis profesores, tanto en Cuba como en Estados Unidos. No puedo olvidar que como cubano mi cultura siempre me acompaña donde quiera que esté», asegura a JR el joven bailarín.
Confiesa que al principio estaba muy nervioso, «pero con el paso del tiempo asumí cada momento de filmación como parte de un día común y corriente, hasta que adquirí confianza frente a la cámara».
El viaje La Habana-Miami de Alexis y luego a San Francisco le permitió a Salinas «seguir un recorrido común a no pocas personas que deben abandonar su país de origen y rehacer su vida en otro lugar», aclara quien siguió de cerca todo el proceso que vivió la familia de Alexis para radicarse en el país norteño.
La reunificación familiar condujo al matrimonio Valdés Martínez a tomar la decisión, lo cual trajo consigo grandes sacrificios: Alexis tuvo que renunciar a un futuro en el Ballet Nacional de Cuba. «Titico», su padre, asumió la responsabilidad de garantizarle las mismas oportunidades que había hallado en Cuba, mientras que a Mayelín, su esposa, le tocó dejar atrás a sus padres para estar cerca de su hija, Laura, hermana del novel artista.
Para el realizador uno de los instantes más significativos del rodaje lo constituyó el rencuentro de la familia en Estados Unidos, el 22 de julio de 2016: «Me reuní con ellos al amanecer en el aeropuerto de La Habana para ir con ellos en el primer vuelo hasta Estados Unidos con la intención de grabarlo todo, tratando de no ser demasiado invasivo.
«Cuando llegamos a la Florida pasé muy rápido los controles mientras que ellos demoraron horas antes de poder salir. Esta espera nos facilitó dar con Laura, quien los esperaba. La vimos aguardar con mucha inquietud y cuando por fin se abrazó a madre luego de ocho años de separación», rememora este italiano quien reconoce que no pudo disimular su emoción tras la cámara.
«Una vez juntos debieron afrontar muchos retos para que Alexis lograra continuar con sus estudios. Seguir este camino nos posibilitó mostrar aspectos de la sociedad estadounidense y los vínculos que todo aquel que emigra mantiene con su patria», explica Salinas, quien optó por la videodanza para expresar algunos detalles de la historia.
Inspiraciones creativas
Por su parte, Laura Domingo, coreógrafa y coautora de Cuban Dancer, asegura que Alexis es un protagonista ideal. «Desde el primer día mostró una naturalidad asombrosa en cámara que no perdió ni siquiera ante situaciones en las que a nadie le gustaría tener un camarógrafo o un sonidista delante. Sus padres, amigos, compañeros de estudio y maestros también fueron muy accesibles. Fue hermoso y sencillo desde el comienzo».
La creadora danzaria, conocida por dar vida a piezas como Cénit, para Danza Contemporánea de Cuba, cuenta que lo conoció cuando tenía 13 años y estudiaba cuarto año de ballet. «En ese momento lo seleccioné para interpretar el personaje del borracho en mi versión de El Principito para los alumnos de nivel elemental. Después del primer ensayo noté un talento único que excedía cualquier condición física: su sensibilidad. Él podía comunicarse a través de la danza y asumía esta misión con verdadera humildad y perseverancia», destaca la Domingo.
Sin dudas, la videodanza dota a Cuban Dancer de una dimensión superior desde el punto de vista narrativo, debido al diálogo que se establece entre el arte del movimiento y el lenguaje audiovisual. «Tratándose de una obra que se centra en un bailarín, no quisimos que la danza quedara reducida solo a los espacios canónicos, sino que pudiera imbricarse con el discurso narrativo de todo el documental.
«Si un poeta piensa como poeta, un bailarín lo hace desde el movimiento. Es por ello que en esta película ciertas situaciones, emociones y relaciones se expresan a través de la coreografía», explica Laura Domingo, autora de más de diez obras originales, sometidas a un proceso de selección para el proyecto.
«El lenguaje en las piezas también varía según el entorno, las circunstancias y, en especial, el grado de madurez profesional que va alcanzando Alexis. De cualquier modo, él y yo partíamos siempre de su experiencia vivencial, no del deseo de proyectar un virtuosismo técnico determinado», insiste Laura, quien profesa un particular interés por la realización documental.
Recuerda Laura que en los días iniciales de la estancia de Alexis en Miami se le ocurrió darle su libreta de apuntes y pedirle que hiciera un listado de palabras. «Podía ser cualquier listado y cualquier tipo de palabras. Él llego a seis o siete. Se cansó rápido, me devolvió la libreta.
De ese material, sin embargo, surgió una coreografía corta, pero quizá la más contundente y oscura del documental. Una de mis preferidas. Es la única en la que no salta, no se mueve de lugar, no gira. Por su frente corre una gota de sudor que aparece en primer plano. Los movimientos son ásperos, cortantes y a la vez muy contenidos».
«Decidimos emplear una forma híbrida que hermanase al documental con la danza siguiendo una inspiración estética y conceptual», acota Roberto Salinas. «Cuban Dancer es una película que usa la danza para contar el mundo interior de un joven artista.
A través de este trabajo establecimos una relación especial con los protagonistas y les dimos oportunidad de expresarse en el lenguaje que les resulta más afín», explica Salinas, cuya obra le ha permitido captar la perspectiva de quien mira al futuro con ingenuidad y esperanza.
De izquierda a derecha: Alexis Francisco Valdés, Laura Domingo y Roberto Salinas.