Ele Valdés y Carlos Alfonso. Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 17/08/2019 | 09:15 pm
Se sabe que un niño idolatra la música, cuando por tenerla es capaz de intercambiar hasta sus juguetes. Carlos Alfonso recuerda que esperaba con ansias la Navidad para que su tío le entregara lo que no lograba vender en la Calzada de 10 de Octubre, porque había «largado» alguna parte. Entonces salía corriendo para convencer a su tía, solo un año mayor, de que el suyo era mucho más bonito que aquel pianito que le sacaba brillo de los ojos.
«Tenía solo las notas blancas, porque las negras eran pintadas, pero yo hacía magia. El escaso nivel cultural de mi mamá no le permitía darse cuenta de mi musicalidad, así que ya hecho y derecho me le quejaba. “Pero tú no cantabas como Caruso...”, me explicaba y yo qué podía decirle... No puedo recordar el primer día que la música me enamoró. Solo sé que toda la vida ese fue mi delirio», cuenta el reconocido bajista, cantante, compositor, arreglista y director de Síntesis, a quien también le dio por pintar violines.
«Todas las libretas estaban llenas de principio a fin. Era el mejor pintor de violines que existía. Soñaba con estudiarlo. Era tal mi obsesión que un tío me decía: “Cuando sea grande te voy a pagar la carrera”, mas no esperé, con 11 o 12 años empecé a trabajar repartiendo ropa en una tintorería y como ayudante de albañil, pensando que con ese dinero pagaría las clases.
«Bueno, debo decir que sí me encontré un profesor de 10 de Octubre, pero jamás me enseñó el instrumento; que ese momento vendría más tarde, me aseguraba, sin embargo, aproveché para aprender solfeo y teoría...
«Lo mío era locura con la música. Adolescente me iba para La Habana a un lugar lleno de tocadiscos y me ponía los audífonos para escuchar música clásica, que me transportaba al más allá. La de la radio, la popular, era otra cosa...», reconoce quien no lograba clasificarla, aunque para ese entonces la suerte estaba echada, incluso cuando la autora de sus días le había ordenado que se olvidara del violín.
Sin marcha atrás
Desde el mismísimo inicio, el destino también estuvo marcado para la fabulosa Ele Valdés. Fue su padre quien encendió la luz que luego la ha iluminado, cuando le señaló el camino de la música. «Primo de Odilio Urfé, por ahí le venía la veta. De excelente oído, en casa nos acercó a lo mejor que se escuchaba por aquel tiempo... Parece que era un músico frustrado.
«No olvido cómo desde muy pequeña me llevaba a los conciertos en el Teatro Auditórium. A él le encantaba decir que era un privilegio el hecho de que la educación fuera gratis, así que nos puso a todos a estudiar música. Formalmente lo hicimos el cuarto de mis hermanos (somos cinco), saxofonista, y yo; el resto se ha dedicado a la artesanía.
«Comencé en el Conservatorio Amadeo Roldán en 1962. Primero elegí el piano hasta que descubrí que me fascinaba cantar a voces. Cinco años después matriculé Dirección coral en la Escuela Nacional de Arte (ENA), con maestros de la talla de Digna Guerra», rememora quien ostenta el Diploma al Mérito Artístico otorgado por el ISA.
Todavía en ese instante Carlos Alfonso no había quedado con sus ojos, con su rostro, fijados en su memoria, cuando ella lo hipnotizó en casa de Beatriz Márquez, la Musicalísima. «Allí nos vimos por primera vez, pero a diferencia de lo que le pasó a él, yo no lo recuerdo. Después nos volveríamos a encontrar donde Jesús del Valle, Tatica, para formar el cuarteto Tema IV, antecedente de Síntesis. De ese modo iniciamos una relación de trabajo que después desencadenó en profundo amor».
Eso sí: ya para ese momento Carlos se había escapado con solo 11 años para ir a alfabetizar, siguiendo los pasos de su tía. «Me monté en la misma guagua pensando que iríamos para el mismo sitio, pero a ella le tocó Corralillo, mientras yo fui a parar a Gibara, al cuartón Jucaral, en Fray Benito, donde no se llegaba ni en yipi y casi se largaban los pies en el camino…». De vuelta a la capital fue que su vocación verdadera se volvió a conectar con fuerza con su ser.
«Sucedió, gracias a una beca, en Ciudad Libertad, donde me tropecé con gente que traía música nueva metida en su cabeza, que yo nunca había oído. Me uní a ese pequeño movimiento y empezamos a montar números de agrupaciones al estilo de The Beach Boys y piezas como Good Vibrations, y ya ahí no había marcha atrás», narra uno de los «incorregibles» que se graduaron en Ciudad Libertad (en su caso de Electricidad), donde seguían yendo a ensayar, mientras daban tiempo a que Eliseo Pino terminara Electromecánica.
«Después vino una etapa de esperanza desenfrenada. Vimos a medio mundo, pero no logramos profesionalizarlo. Fue muy difícil, pues hubo un momento en el cual el grupo lo integraban José María Vitier, Pedro Luis Ferrer; Roberto García, un guitarrista ya fallecido... Nos desintegramos porque cada cual quería sacar adelante su carrera.
«Me marché a Matanzas, donde finalmente conseguí trabajo y me hice profesional. Y hasta allá se trasladó Pedro Luis a “sapearnos” con una guitarra, a enseñarnos dos canciones: Romanza de la niña mala y Ay del amor, las cuales enseguida nos llevaron a entender que estábamos perdiendo el tiempo, que no nos interesaba cantar los éxitos de la Massiel ni nada por el estilo.
«Decidimos retornar para buscar a Ele Valdés y Silvia Acea, las dos voces femeninas con las cuales conformamos Tema IV, un cuarteto que consiguió tener su propia personalidad», le insiste a JR este creador autodidacta que logró superarse con maestros de la talla de Leopoldina Núñez, Juan Elosegui, Federico Smith, Leo Brouwer...
De lo mucho valioso que prometía Tema IV convencieron sin mucha dificultad a Silvia y a Ele. «Resultó tan interesante el trabajo que nos mostró, que nos contagió con su entusiasmo», reconoce la segunda. «Carlos poseía un talento innato sorprendente. Nos dejó maravilladas con el arreglo que nos presentó de El gallo pelón, con el trabajo que hacía con el contrapunto, las voces...
«Más tarde por medio del Centro de Desarrollo de la Música respondimos a un llamado de la Universidad Central de Las Villas para, bajo la dirección de Samuel Feijóo, transcribir cantos y tonadas espirituanas y trinitarias. Fue una enseñanza tremenda, porque se trató de ir a una parte de nuestra cultura que nos era desconocida, a las raíces.
«¿Y dónde se podía ubicar un cuarteto a voces de estas características? Así nos unimos al Movimiento de la Nueva Trova, con el cual nos profesionalizamos en 1974. Dos años después conocimos a Mike Porcel en un festival. Con él, y Amaury Pérez, decidimos iniciar el proyecto Síntesis».
En busca de una nueva flor
Fue en Santiago de Cuba donde se produjo la segunda presentación de Síntesis, que Carlos Alfonso comenzó a conducir a partir de 1980. «Así lo quiso Quintín Pino Machado, quien dirigía el Consejo Nacional de Cultura, relata Ele. Nos convenció diciéndonos: “yo quisiera que aquí hubiera un grupo de rock que mi hijo siguiera, en lugar de los foráneos”.
«El estreno allí tuvo lugar el 31 de diciembre de 1976, en el Parque Céspedes. Nos felicitaron, y yo no entendía las razones: “¿pero si el público ni siquiera ha aplaudido?”, les dije sin salir de mi asombro. “¡Pero están vivos, no los mataron!”, me respondieron entre risas», narra Carlos sin esconder su orgullo.
La actuación de debut fue en la Catedral de La Habana, resultado de una invitación que le cursaran al grupo a través de Mike Porcel. «El concierto del 14 de diciembre se realizó a propósito del Día del Trabajador de la Cultura, justo donde mismo grabamos, en 2016, el DVD Síntesis 4 Décadas», esclarece Ele, refiriéndose a la impresionante producción, Premio Especial Cubadisco 2019, que dirigió Joseph Ros.
«Me acuerdo que Mike pidió un piano de cola y le trajeron el del restaurante El Patio. En ese concierto interpretamos ocho temas, ¡fíjate si eran largos!, pero el público estaba hechizado con Nueve ejemplares no tan raros; con Poema, con letra de Pablo Neruda y música de José María Vitier, quien también tomó un texto de Nazim Hikmet, Primera noche... De verdad que fue un boom: el primer grupo de rock sinfónico de la Isla, que utilizaba un sintetizador Minimoog, un hecho sin precedentes aquí.
«Ciertamente se trataba de un trabajo muy elaborado, exquisito, algo así como un homenaje a Pink Floyd y a Queen, pero con textos en español. Para alegría nuestra quedó registrado en el disco que constituyó la ópera prima de la agrupación, Síntesis —después en México pasó a llamarse En busca de una nueva flor».
Síntesis: pura convergencia de todo: la música popular y la clásica, lo afrocubano, el rock, lo electrónico, el jazz... Y así lleva 42 años haciendo historia. Por tal razón Carlos Alfonso no quiere perder la oportunidad que le ofrece JR para agradecer a sus músicos.
«Pienso, por ejemplo, en los formidables pianistas que nos han acompañado: Vitier, pero también Jorge Aragón, padre; Gonzalito Rubalcaba (con 15 años lo llevábamos a su casa al terminar las actividades), Ernán López-Nussa; la siempre recordada Lucía Huergo, que asumía el bajo, el saxo, la flauta, cantaba, componía, producía... La mujer orquesta...», afirma Carlos, y Ele no termina con los elogios:
«Lucía significó un gran aporte. Nos enseñó mucho, indiscutiblemente, porque venía con la experiencia del jazz. La de ella fue una etapa maravillosa. Después entró Esteban Puebla, quien permaneció a nuestro lado cerca de 25 años: otra adquisición extraordinaria, un músico completo, con sus manos mágicas y su facilidad para tocar diversos instrumentos; X Alfonso... Bueno, y en la actualidad nos sentimos dichosos porque contamos con dos jóvenes muy especiales, altamente virtuosos y rigurosos, Denis Peralta y Pepe Gavilondo.
«¿Y qué decir de los compositores? Muchos de estos tecladistas escribieron para el grupo: Lucía, Vitier, Puebla, que formó parte de los tres Ancestros, X Alfonso..., autores que contribuyeron a conformar el estilo de Síntesis, único dentro del panorama musical cubano».
«En este recuento de más de 40 años —continúa con su reconocimiento su compañero en la vida— no puedo dejar de mencionar a Fidelito García, que aportó su tremenda voz; a Diana Fuentes, Pablo Menéndez, a Eme no la cuento porque para nosotros ella sigue formando parte de un grupo que se ha consagrado en el trabajo y no ha hecho concesiones, bajo ningún concepto. Experimentamos, nos arriesgamos, y con ello viene el éxito o el escache».
Diálogo directo
—Varios discos ha grabado Síntesis a lo largo de cuadro décadas, pero los tres Ancestros se convirtieron en un fenómeno musical...
EV: «No se puede olvidar que veníamos de experimentar con el folclor y traíamos la experiencia de Tema IV. Sucedió que en un disco como Hilo directo, cuyo nombre parte de una canción de Donato Poveda, sobresalen dos temas en los que están la génesis de Ancestros: Asoyín, arreglo, como en la mayoría de los casos, de Carlos (como compositor nos entregó Eso no tiene sentido) y Mereguo, de Lucía Huergo. Cuando aquello Ana Lourdes Martínez dirigía la Egrem y nos dijo: “Es genial el trabajo que han realizado con esos dos temas, ¿por qué no hacen un disco con esa línea?
«Coincidió con que Marta Valdés nos aconsejó que experimentáramos con lo afrocubano, aprovechando la labor tan linda que habíamos hecho con las voces y que ya contábamos con un grupo de una sonoridad más fuerte. Y nos cayó en las manos el disco Viejos cantos afrocubanos, de donde salen Asoyín y Mereguo».
CA: «Con Asoyín me tranqué en un cuarto para que nadie me oyera, ni siquiera Ele. Me aprendí el texto y busqué a una persona conocedora en Luyanó a quien se lo cantaba, y no había manera que diera en el clavo: “está mal, eso está mal”, me repetía una y otra vez. Yo lo cantaba como estaba en el disco, y me decía que no y que no. Porque le faltaba el sentimiento, el sentido...
«Después nos dirigimos al Conjunto Folklórico Nacional, y nos presentaron a Lázaro Ros, nuestro padre espiritual y maestro. En el local de ensayo, en 23 y 12, hacíamos sesiones con él, donde nos enseñaba los toques. ¡Qué clase de paciencia la suya!
«Empezamos a grabar, y Lázaro a nuestro lado como asesor. Salieron todos los cantos, pero había uno que era más difícil: Titi-laye, que no acababa de cuajar. Y es esa anécdota increíble en la cual Lázaro desde la cabina dice: “No, Carlitos, mira, es un canto viril, sensual, de Shangó...”, y arrancó a cantar, con tan buena suerte que los micrófonos estaban abiertos y eso fue lo que se quedó… Nada más de contarlo me erizo».
EV: «Después de Ancestros nos metimos de a lleno en todo: clases de percusión, de baile, de canto. Conocimos a una mágica mujer que vivía en el Barrio Obrero, nombrada Caridad, hija de una tía de Lázaro. Tremenda voz, se la podías poner al lado a Aretha Franklin, que no ibas a quedar mal. Al principio no quiso grabar y solo nos indicaba: se lo tienen que aprender así, hasta que vio el resultado del primer Ancestros, el cual fue acogido con calor por creyentes y no creyentes, roqueros, músicos...
«A partir de los Ancestros y por la seria labor que también realizó con Mezcla, fue que se reconoció la grandeza de Lázaro y las casas disqueras empezaron a grabarle. ¿Y qué decir de la música afrocubana? Quedaba limitada a la musicología, porque hubo un momento en que el tema religioso era complicado. Llegamos a tener un director que nos repetía: “Hasta que ustedes no dejen la cosa esa de negros no van a llegar a ninguna parte”...».
CA: «Hablamos de un trabajo que nos ha llenado de satisfacción, porque nos ha permitido impartir conferencias en diferentes universidades y a la vez mostrar nuestro arte por el mundo, en eventos como el Festival de Jazz Nice, el Jazz a Vienne, el Montreux Jazz Festival, el Festival Internacional de Bahía o el Rock in Rio 3, Brasil; el Pirineos Sur, España; o el Cervantino de México, el North Sea Jazz Festival, el Pori Jazz Festival...».
—Cuando se analiza la discografía de Síntesis, uno se percata de que cada nuevo éxito significaba la búsqueda de otro camino...
CA: «Fíjate si nosotros éramos “pesados” que hacíamos un Ancestros y pudiendo continuar esa línea ya probada nos enfrascábamos en otro proyecto. Tras la primera edición, registramos El hombre extraño, el cual reunía temas de la autoría de Silvio Rodríguez, arreglados por Carlos, X y Esteban Puebla. A Ancestros II, grabado en Venezuela, le siguió En los límites del barrio (de ahí es Amalia, que tanto gusta), mientras que Habana a flor de piel, nominado al Grammy Latino 2002 en la categoría de Mejor Álbum Tropical, llegó luego de Ancestros III, que en Estados Unidos reunió a músicos de la talla de Luis Conte, Kevin Ricard, Michito Sánchez, Cecilia Noel... La gente nos preguntaba: ¿por qué no aprovechan el éxito? Pero no queríamos caer en la repetición».
—Eme y X, dos hijos, dos grandes músicos...
CA: «Esas son nuestras mejores obras, nuestros dos mejores discos. Supe que X sería músico cuando con dos o tres años me cantó al oído mientras lo cargaba en mi pecho y lo mecía en un sillón en Luyanó, Los molinos de tu mente, de Michel Legrand...».
EV: «Estudió música desde los siete años y desde los 17 formó parte de Síntesis. El primer arreglo que aportó a la agrupación fue, precisamente, El hombre extraño, de Silvio Rodríguez, y luego se encargó de la realización de todos los videos con la visión que queríamos dar al mundo...
«Eme, bueno, desde los 12 años ha estado en los coros, sin haberle enseñado nada, porque ella creció con eso adentro. Ella estudió música también: piano y dirección coral, y se graduó».
—Ustedes no suelen hablar mucho de la música que Síntesis ha compuesto para el cine...
CA: «Nos llena de orgullo haber compuesto la música de las dos últimas películas de Humberto Solás: en el caso de Barrio Cuba, a cargo de Esteban Puebla; y en el de Miel para Oshún, de Carlos, X Alfonso y Esteban. Antes creamos la de María Antonia, el primer Coral que ganó Cuba por la banda sonora de este largometraje de Sergio Giral.
—¿Cuánto hay de cierto en que la estatua de John Lennon tiene mucho que deberles?
CA: «Lo del parque Lennon fue una idea de Síntesis. Todo se inició en 1990 cuando quisimos rendirle un homenaje a The Beatles arriba del Habana Libre, rememorando aquel concierto en la azotea, pero finalmente no pudo ser. Entonces empezamos a buscar parques y apareció este de 17 y 6, donde se hizo realidad nuestro sueño. Recuerdo que fue algo muy hermoso, muchos jóvenes emocionados, llorando».
EV: «Ya era pleno período especial: el Vedado apagado, el parque era lo único alumbrado. En el 2000 se colocó la estatua, por petición de Abel Prieto, ministro de Cultura entonces: la más visitada en Cuba. Fidel la develó».
—¿Cómo es para la familia vivir en Síntesis?
CA: «Hermoso, lo compartimos todo. Sin que se muestre abiertamente, emulamos un poquitico, con el mejor de los cariños, pero es que X o Eme quisieran que a mí me gustara lo que hacen, y yo solo deseo lograr la aprobación de los dos. Y es que cuando alguien de nosotros dice: “estás embarca’o”, mejor olvídate».
EV: «Sí, la tijera aquí es afilada por todas partes. Y así mismo es para los otros aspectos familiares. Los amigos se integran a la familia. Ahora tenemos un gran equipo y una bien grande con Fábrica de Arte Cubano (FAC), que también es el otro proyecto de todos, liderado por X».
CA: «En FAC nos responsabilizamos con la curaduría de la música. Hay quienes se nos acercan algo equivocados con su éxito, pensando que clasifican porque pegaron tres temas. A nosotros nos interesa aquel que llega a mostrar algo nuevo, aunque no se haya oído nunca».
—¿Y los nietos?
CA: «Hay una que baila lindísimo, tiene 13 años. Ahí hay una cantera».
EV: «La mayor de X canta maravillosamente, sin embargo, no está estudiando música, entonces queda en los demás. Tenemos cuatro nietos, así que la familia crece. Estamos satisfechos, felices».
La más reciente generación del grupo Síntesis, fundado en 1976 y que desde 1980 dirige el bajista, cantante, compositor y arreglista Carlos Alfonso.
Portada del DVD ganador del Premio Especial Cubadisco 2019.