Los diccionarios parecen asustar. Pero es un simple espejismo. Aunque gruesos, nadie, o al menos casi nadie, lo leerá de corrido, como una novela. Por cierto, no sería un propósito alocado leerse una a una las páginas de cualquier diccionario. Al menos aprenderíamos lo básico para seguir aprendiendo en otros libros y de otros maestros.
Si leyéramos diariamente una página de este diccionario titulado Obras y personajes de la literatura cubana, al final de los dos tomos, que juntos suman unas 600 páginas, tendríamos una idea clara, además de exacta, de las obras y personajes claves y señeros que componen la literatura cubana.
Por supuesto, lo recomendable es leer las obras. Pero hemos de aceptar que es imposible leer todo cuanto se publica. Sería demasiado. Y por momentos, solo leeremos lo que nos atrae o gusta, y en otros instantes, y sea dicho pretendiendo ser objetivo, además de respetuoso, no todo cuanto se publica merece leerse. Ahora bien, en Obras y personajes de la literatura cubana no solo nos enteraremos, por ejemplo, del contenido y los valores de Jardín, novela de Dulce María Loynaz, sino que al saber los detalles más peculiares posiblemente sintamos los deseos de leerla.
Ese uno de los méritos de este diccionario publicado por el Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo Valdor: impulsarnos a conocer directamente lo que las fichas nos informan.
Desde luego, no he de obviar a parte del numeroso equipo que investigó y escribió Obras y personajes de la literatura cubana. Mencionaré a varios de un conjunto de 12 especialistas, entre ellos a Zaida Capote, Jorge Domingo, Emmanuel Tornés, Cira Romero, Marta Lesmes, Ivette Fuentes de la Paz, Ricardo Hernández Otero, y otros de parejo crédito como investigadores, todos bajo la coordinación general de Virgilio López Lemus.
En fin, quien lea o consulte este libro empezará a sentir a Cuba con más intensidad y hondura. Entre sus letras, está el devenir de los cubanos y lo cubano.