Músico cubano Edesio Alejandro. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 30/03/2019 | 07:43 pm
«Resulta verdaderamente estimulante formar parte de una institución cuya primera razón de existencia es rescatar la buena música de Latinoamérica, basándose en el respeto a la cultura y al artista, actitudes muy importantes que muchas veces no tienen en cuenta las casas discográficas». De ese modo lo consideró el compositor, cantante, productor, director de cine y miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, Edesio Alejandro Rodríguez Salva, cuando JR lo entrevistó motivado por su nombramiento, el año pasado, como Embajador Cultural del Instituto Latino de la Música (ILM) y como su Delegado Regional para el Caribe, responsabilidad que asumió desde este enero.
«Resulta un gran honor porque este respetable y antiguo Instituto ha agrupado a grandes personalidades latinoamericanas como Mario Moreno “Cantinflas” y el trío Los Panchos… Ciertamente no lo conocía; cuando me comentaron sobre la distinción, empecé a investigar; llamé a Daniel Martín, su presidente. Me puse muy contento, porque pocas veces uno tiene la oportunidad de ser reconocido por una institución de tanto prestigio.
«Más allá del título de Embajador o del nombre que se le dé, es algo maravilloso, me siento un creador afortunado porque en estos últimos años he sido reconocido por instituciones muy importantes, que te hacen sentir más seguro de lo que estás haciendo, de que todo ha valido la pena.
«Son hechos que te ponen el cuño, que ratifican que lo has hecho bien, como cuando en 2017 la Academia de Hollywood me concedió la condición de miembro activo. Realmente son momentos valiosos en la vida; siempre decimos que uno no trabaja para premios o para distinciones; pero, en el fondo, todos queremos ser reconocidos.
«El año pasado recibí asimismo el Premio Excelencias, pero haber sido homenajeado junto a la gran Omara Portuondo me hizo sentir de maravillas. Lo mismo me sucedió cuando el ILM me convirtió en Embajador junto a Pupy Pedroso, un amigo de mucho tiempo al que quiero mucho; y de Adalberto Álvarez, otro de los grandes músicos de Cuba. En 2017 también me hicieron miembro de la Academia de los Grammy, y hace como tres o cuatro años, de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.
«He tenido la suerte también de haber hecho lo que he querido en cada momento de mi vida, lo que he sentido como artista; muchas veces a riesgo de todo, he realizado incluso cambios radicales en mi carrera, en mi vida, en mi música, porque he ido encontrando otros caminos. Sin embargo, he tenido la bendición de que el pueblo de Cuba me lo ha aplaudido y me lo ha aceptado. Y ha ocurrido no solamente ahora, en que acabo de cumplir 60 años e instituciones importantes me distinguen. Siempre el pueblo me reconoció como suyo, porque cada obra mía se la he entregado con amor».
—¿Lo sorprendió cuando lo aceptaron como miembro de la Academia de los Oscar?
—A uno no se le ocurre buscar algo así, es como un premio que viene del cielo. Para mí fue un reconocimiento a todo mi trabajo con el cine. El Departamento de Música de la Academia, por ejemplo, es uno de los más pequeños: tiene 300 miembros. Por primera vez en la historia de Cuba un músico es propuesto para entrar a la Academia y a la vez es aceptado en esta. Estoy muy contento. El día de la ceremonia de presentación de los nuevos miembros me decían que estaban muy orgullosos de que hubiera aceptado, porque significaba que el cine de mi país, el de habla hispana, contaría con una persona más que podrá valorarlo y ayudará a que se reconozca más.
—En su carrera ha llevado adelante proyectos como la compilación de los cien sones cubanos...
—Los cien sones fueron una necesidad espiritual; en los últimos 20 años me uní a Adriano Rodríguez, uno de los más emblemáticos soneros, trovadores y cantantes cubanos, aunque eso no se ha dicho muchas veces. Adriano era un tipo tan modesto, que ni él mismo sabía su grandeza. Creo que la gente lo quería mucho, pero no le dieron el reconocimiento que se merecía. Gracias a Dios un año antes de morir le otorgaron el Premio Nacional de la Música, lo cual le hizo mucho bien, se sintió reconfortado.
«Por aquellos tiempos empecé a hacer este rock-son raro, y una mezcla de son montuno con electrónica, R&B, funky con hip-hop... Y él fue parte fundamental en mi música; sentí que estaba teniendo éxito con una música que estaba olvidada. Como buen santero entendí que debía pagar el derecho a usarla recopilando los mejores sones, los más gustados por el pueblo de Cuba, y además realizar un documental contando la historia.
«El documental salió después, lo primero fue la compilación. Encuesté a más de 500 personas. Les preguntaba: “El día de tu muerte, ¿con qué son te quieres ir?”. Y la gente me respondía: tal son. Algunos me decían muchas cosas simpáticas, y muchas barbaridades, y se me ocurrió que de ahí podía salir un documental.
«Por supuesto que me fui al oriente del país y grabé a agrupaciones con más de cien años de tradición familiar haciendo son. Vivimos momentos fantásticos como cuando fuimos en busca de un señor de más de cien años que hace melcocha, uno de los antecesores del son. Recorrimos unas tres horas camino adentro de Manzanillo y cuando llegamos nos dijeron que no iba a ser posible porque estaba en el hospital muy enfermo.
«¿Qué te parece que cuando regresamos ya nos habían llamado cinco o seis veces disculpándose, pues el viejo había dicho que si no hacíamos el performance, quienes íbamos a morir éramos nosotros de las patadas por las nalgas que nos daría cuando saliera de allí. Al día siguiente entrevistamos al hijo y filmamos a estos músicos tocando. La compilación tuvo mucho éxito, fue nominada a los Grammy y los Latin Grammy. En estos momentos es un material de consulta en el Museo Smithsonian, de Washington D. C.; no lo decidí yo, lo decidieron ellos».
—¿Qué está ocurriendo con la música popular cubana en estos momentos?
—El nivel de aceptación de la música ha bajado mucho en general; la música peor es la que la gente más consume a cualquier nivel. Yo conversaba con unos muchachos universitarios, casi genios, que me impresionaron por su cultura e inteligencia, y les pregunté: “¿A ustedes les gusta el reguetón?”, para hablar de lo más gustado. Hay son malo y bueno; rock malo y bueno; pero hay más reguetón malo que bueno, y ese es el único problema que veo... Me respondieron: “A nosotros no nos gusta el reguetón; lo que pasa es que es un baile muy sensual y sexual, y hay que hablar poco; cuando termina ya uno está con la muchachita”. Y eso es lo que está sucediendo con las nuevas generaciones, que la comunicación cada vez es menos; no estoy en contra de internet, todo lo contrario, pero la comunicación entre la gente tiene que existir.
«¿Pero qué pasa con la difusión de la música? Los lugares deben cumplir con un plan de recaudación, y si no ponen la música que a la gente le gusta no lo consiguen. ¿Dónde está la lógica? ¿Con quién están: con Dios o con el diablo? Éramos un país con una cultura muy fuerte; yo hice mucha música muy comercial, muy popular, pero defendiendo un concepto.
«Es complejo porque estamos entre la espada y la pared, el cubano es mal hablado, pero mal hablado en una onda de doble sentido, más jocosa... El Guayabero era un tipo simpatiquísimo».
—¿Qué lo llevó a determinar que fuera su hijo Cristian Alejandro el que quedara al frente de su proyecto musical?
—Estuve un tiempo luchando con mi salud después de una trombosis, y decidimos que mi hijo Cristian Alejandro fuera la cara de la banda; honestamente, cuando me recuperé, después de un par de años y me volví a enfrentar a la calle me dije: «Esta no es la calle por donde yo caminaba, ya no sé caminar por aquí». Entonces comenzamos un proyecto que se llama Por tu amor, y que trata del rescate de valores, vamos a escuelas, a casas de niños sin amparo filial. Siendo honesto también tuvo que ver con mi decisión de bajarme del escenario que Adriano falleció; éramos un dúo que llevábamos más de 20 años juntos. Pensé que él me iba a durar para siempre, yo no quise sustituirlo, la química que hicimos juntos fue mágica, no hubiese funcionado con nadie más».
—Hábleme sobre la película Mambo Man.
—Mambo Man es mi tercer largometraje de ficción, pero el primero que saldrá en este año; es una película que codirigí con Mo Fini, donde usamos la música de los artistas de la disquera inglesa Tumi Music, que él preside. Fue su propósito desde el principio y me pareció realmente interesante mezclar una historia con mucha música, donde los personajes que aparecen son esos mismos artistas, la mayoría de Bayamo y Manzanillo, como Arturo Jorge, Cándido Fabré, María Ochoa, Alma Latina y Julio Montoro, pero también David Álvarez, de La Habana... El protagonista es Héctor Noa y los otros personajes se mueven alrededor de él. En los papeles coprotagónicos están Idolka De Erbiti (músico de mi banda, aunque no es actriz, esta es su segunda película) y Alejandro Palomino.
«Creo que es una película distinta, bonita, una de domingo por la tarde para la familia; no tiene grandes pretensiones, no es una gran historia, es sencilla: un musical de nuevo tipo.
«Mo Fini y yo deseamos estrenarla en Bayamo, la ciudad donde se rodó y donde le ocurrió esta historia a un personaje real. Por cuestiones de principios debemos estrenarla en esa hospitalaria ciudad».