Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La Habana celebra en grande

El quinto aniversario de la reapertura del emblemático Teatro Martí estuvo marcado por un elegante programa danzario y musical

Autor:

Frank Padrón

El quinto aniversario de la reapertura del Teatro Martí y los 500 años de la capital donde se inserta ese emblema del arte con mayúsculas, en su zona más antigua, fueron celebrados en el hermoso recinto del coliseo, sito en Zulueta y Dragones.

El elegante programa de música y danza concitó un encuentro con lo mejor de esas artes entre nosotros, que habitualmente suben a tan exquisito escenario.

El cuarteto de cuerdas Alma abrió con un aria de Händel, que acercó la fuerza y la sensibilidad del célebre compositor; el contratenor Lesby Bautista supo agregar las melodiosas notas cantadas a las que con precisión y belleza emergían de los instrumentos, para repetir con la habitual hermosura de otro grande: Mozart, en uno de sus conciertos.

Aldo López Gavilán, huésped recurrente del coliseo, desplegó su digitación prodigiosa, su inventiva y gracia interpretativa frente a esa casa suya que es el piano.

El dúo Ondina (la flautista Niurka González y la pianista María del Henar Navarro) brillaron tanto en una pieza de André Caplet —a la que se unió de nuevo Lesby—, como en dos obras de Piazzolla; admiró comprobar, sobre todo, cómo el tango sinfónico concebido esencialmente para orquesta y bandoneón por el maestro argentino, puede adaptarse a otros instrumentos y formatos.

Lo danzario llegó con tres exponentes de otros tantos colectivos muy respetables del patio. La primera bailarina Sadaise Arencibia (Ballet Nacional de Cuba) asumió La muerte del cisne (Fokin/Saint-Säens) con ese halo etéreo y prístino que caracteriza su arte, bordando cada paso, inundando el recinto de la poesía intrínseca de la pieza y su elegante lectura para sembrar en el público ese encantamiento que tiende a ocurrir en cada una de sus interpretaciones.

La compañía Malpaso estuvo representada por Ser, una coreografía de Beatriz García que valida la ampliación del dos en el vínculo erótico hacia la tríada, más allá de géneros y tendencias. Armonía y plasticidad en los movimientos caracterizan la narrativa danzante que los bailarines (Daniela Miralles, Luis A. Garrido y Leonardo Domínguez) entienden y proyectan en toda su extensión e intención.

Lizt Alfonso Dance Cuba en De Novo. Foto: Elio Minilello.

Por último, Lizt Alfonso Dance Cuba en De Novo sintetiza las raíces afrohispánicas de nuestro acervo cultural en una coreografía de la directora que —apoyada en la música de Denis Peralta, la cual integra a la perfección motivos armónicos y rítmicos de ambos troncos— explota con acierto los vasos comunicantes, los enlaces y las fuentes.

El concierto tuvo el acierto de insertar testimonios de personas vinculadas con la institución, pero si de todos es conocido el Historiador de la ciudad, no ocurre lo mismo con las otras figuras (directores, músicos…), por lo que hubiera sido pertinente situar, como tocaba, la identificación. Consejo para otros espectáculos similares.

Este, por lo pronto, fue de altura en su sencillez y fineza. Los parabienes por el onomástico de nuestra entrañable Villa de San Cristóbal que apenas comienza. Sigamos por esta línea de calibre estético y cultural.

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