De izquierda a derecha: Alicia Alonso, Jorge Esquivel, José Zamorano, Marta García y Orlando Salgado en el estreno de In the Night, el 28 de octubre de 1978. Autor: Twitter Publicado: 27/10/2018 | 07:47 pm
A principios de octubre de 1948, la prensa habanera promocionaba la venta de un abono a dos funciones de ballet señaladas para los días 28 y 30, ambas a las 9:30 p.m. en el Teatro Auditorium. Los anuncios destacaban la constitución de una nueva compañía y hacían resaltar el nombre de Alicia Alonso, figura de prestigio internacional a quien muchos críticos y especialistas consideraban, ya desde esa época, como una de las más importantes bailarinas a escala mundial.
Como el poder de convocatoria de la Alonso ha sido siempre un hecho incuestionable, la expectativa fue enorme, y tanta, que a las dos representaciones programadas originalmente, hubo que añadir una tercera, el domingo 31 de octubre. Las tres fueron a lleno total, sin embargo, tal vez muy pocos de los que asistieron aquel jueves 28 de octubre de 1948 al Auditorium, imaginaron que serían testigos de uno de los acontecimientos culturales cubanos de más trascendencia, pues, como se conoce, esa noche hizo su debut el Ballet Alicia Alonso, a partir de 1955 Ballet de Cuba, y desde 1961 Ballet Nacional de Cuba (BNC). El elenco fundacional lo integraban alrededor de 40 artistas, de entre quienes solo una decena había nacido en esta tierra.
Hoy se cumplen 70 años de aquella empresa, romántica y titánica a la vez, que para mayor gloria de la cultura cubana emprendieron Alicia Alonso, Fernando Alonso y Alberto Alonso, los patriarcas del ballet cubano. Setenta años de incansable, heroico y exitoso hacer, en los que Se han sumado muchos talentos, vocaciones y esfuerzos (como los de los 83 primeros bailarines que ha tenido el BNC en su historia, e incluyo a Rafael Quenedit, promovido a esta categoría hace apenas unos días) para la consolidación y el prestigio de la compañía, nuestra compañía, admiración y orgullo de Cuba y del mundo.
Noche Inagural
Cuando hoy, a las 8:30 p.m., la sala García Lorca del casi bicentenario Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso descorra sus cortinas para inaugurar el 26to. Festival Internacional de Ballet, y así festejar el aniversario 70 del BNC, se podrá disfrutar de un programa artístico que incluye el estreno de Obertura de Glinica de Eduardo Blanco, junto a dos coreografías de la prima ballerina assoluta (Muerte de Narciso, inspirada en el poema homónimo de José Lezama Lima, y Sinfonía de Gottschalk) y la reposición de In the Night (En la noche), pequeña joya coreográfica de Jerome Robbins con música de Fryderyk Chopin, que se viera en nuestro país hace cuatro décadas, también un día como hoy, por nuestra compañía insigne.
En una oportunidad le escuché decir a Alicia Alonso: «Jerry (así llamaba a su gran amigo Robbins), un gran coreógrafo. ¡De los mejores del mundo…!». También bailarín y director artístico estadounidense, cuyo centenario conmemoramos este 2018 (Nueva York, 11 de octubre de 1918-29 de julio de 1998), sin dudas resulta una de las figuras emblemáticas de la creación coreográfica del siglo XX. Fue él uno de los pilares fundamentales en el desarrollo y auge del ballet en Estados Unidos, sin olvidar, por supuesto, sus decisivos vínculos con el teatro musical, donde descuella entre sus más grandes innovadores.
Robbins está, artística y sentimentalmente, muy vinculado con Alicia y Fernando Alonso. Los inicios en la danza profesional, las inquietudes artísticas, los anhelos y sueños juveniles de los tres, anduvieron por caminos similares. Y en esos comienzos (finales de los años 30 del siglo pasado, en comedias musicales de Broadway) podemos ubicar, asimismo, el nacimiento de una estrecha amistad.
Alicia, Fernando y Robbins se incorporaron a Ballet Theatre (hoy American Ballet Theatre, ABT) en 1940, el mismo año de su fundación. Como bailarín de esa compañía, Fernando tomó parte en algunos de sus ballets (Interplay y Fancy Free). Alicia lo tuvo como partenaire en Goya pastoral (Goyescas), de Antony Tudor; y en Capricho español y Aleko, de Léonide Massine. En 1969, ambos artistas integraron el jurado del Primer Concurso Internacional de Ballet de Moscú.
Cada encuentro de Alicia y su querido Jerry era oportunidad para demostrarse el infinito cariño que ambos se profesaban. Cuando en 1975, después de 15 años sin poder presentarse en escenarios estadounidenses, la Alonso retornó a Nueva York, Robbins le obsequió In the Night y le pidió que fuera ella quien integrara la segunda pareja de esta obra en su estreno en la Isla. «Alicia, cuando coreografiaba ese momento, yo pensaba en ti», le llegó a confesar en una ocasión.
Al igual que hoy, cuando In the Night se vio por vez primera en La Habana, cuatro décadas atrás, lo hizo como parte del programa inaugural de un Festival de Ballet. Esta noche, En la noche celebra en grande con la compañía.
En su premier cubana tuvo como protagonistas a Loipa Araújo y José Zamorano, en la primera pareja; a Alicia Alonso y Jorge Esquivel, en la segunda, y a Marta García y Orlando Salgado en la tercera. En aquellas funciones el pianista-concertista Silvio Rodríguez Cárdenas interpretó cuatro Nocturnos de Chopin: el Op. 27 No. 1; el Op. 55 No. 1 y No. 2; y el Op. 9 No. 2.
Con el mismo diseñp de vestuario concebido entonces por el afamado Óscar de la Renta, el reto esta vez, en la gala de apertura del 26to. Festival, les toca, respectivamente, a Grettel Morejón y Rafael Quenedit; Sadaise Arencibia y Raúl Abreu, y Ginett Moncho y Adrián Sánchez, quienes harán de la danza «un juego de seducción y amor». Al piano estará Fran Paredes.
Siempre he considerado In the Night como una suerte de historia de amor, en etapas diferentes de la vida. Al levantarse el telón, es noche estrellada. Hace su entrada el pianista, que en este ballet es un personaje más, y de inmediato aparece la primera pareja. Se trata de un amor de juventud, lleno de un pudor ligero y encantador, de sencillez y esperanza. Un gracioso embeleso de relaciones, puntuado con pequeños enfrentamientos, como si se abandonaran mutuamente por la satisfacción de correr a reunirse de nuevo. Quizá por eso el vestuario de esta pareja, en la puesta en escena del Ballet Nacional de Cuba sea, precisamente, el verde.
En el segundo pas de deux, la atmósfera es más señorial, más solemne. Ahora estamos en presencia de una pareja más madura. La pasión es más contenida, más sobria. Fue una feliz idea vestirla de color violeta.
El tercer paso a dos, de rojo, es casi melodramático. Hay declaraciones, rechazos, abandono, desamparo, súplica, reconciliación. Aquí estamos en presencia de un amor apasionado y febril, quizá tormentoso, pero que merece la pena que haya nacido por solo experimentarlo al menos una vez en la vida.
El coreógrafo y Cuba
Fue el 11 de abril de 1947 la primera vez que se bailó en Cuba una coreografía de Jerome Robbins. En el entonces Teatro Auditorium, la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana patrocinó las actuaciones del Conjunto de baile de Alicia Márkova y Anton Dolin. Como parte de un programa concierto, los célebres bailarines ingleses se unieron a George Skibine, de origen ucraniano, en un pas de trois, creación de quien fuera descendiente de una familia de emigrantes ruso-judíos, con música de Hector Berlioz.
Semanas después se produjo otro encuentro del público con la obra de Robbins, cuando el ABT ofreció —también en el Auditorium y contratado por Pro-Arte— una serie de funciones que marcaron el debut de esa compañía en la Isla.
Se estrenaron aquí dos piezas fundamentales del eminente coreógrafo: Fancy Free (30 de mayo) con John Kriza, Harold Lang y Zachary Zolov (Los marineros), Donald Saddler (Cantinero), Muriel Bentley, Paula Lloyd y Shirley Eckel (Las transeúntes); e Interplay (1ro. de junio), con Melissa Hayden, Muriel Bentley, Cynthia Riseley, Anna Cheselka, John Kriza, Harold Lang, Fernando Alonso y Fernand Nault.
Un dato curioso: Fancy Free, ícono del ballet norteamericano y título esencial del ABT, es el único ballet que ha sido representado invariablemente en La Habana en cada una de las visitas de la relevante agrupación estadounidense: 1947, 1960 y 2010.
Después de que acá se admiraran Fancy Free e Interplay hubo que esperar 31 años para que en nuestros escenarios pudiera disfrutarse de un nuevo título de Jerome Robbins: In the Night. Una década más tarde, en el teatro Mella, en medio del 11no. Festival Internacional de Ballet, las estrellas invitadas Kyra Nichols y Peter Frame, primeras figuras del New York City Ballet (NYCB), dieron a conocer el pas de deux de En sol mayor (1ro. de noviembre de 1988). Para crear esta pieza, suerte de homenaje a Maurice Ravel, el coreógrafo trabajó sobre la base del Concierto en G mayor, para piano y orquesta, del compositor francés.
Luego vendría otra larga espera para poder descubrir alguna «nueva» joya del gran coreógrafo: 26 años. Sucedió el 2 de noviembre de 2014, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional. Corría el 24to. Festival cuando «otro Robbins» conquistó a los balletómanos del patio:Other dances. Nos enamoraron Ashley Bouder y Joaquín de Luz, también primeras figuras del NYCB, acompañados al piano por el laureado concertista cubano Marcos Madrigal. En esta pieza, concebida especialmente para Natalia Makárova y Mijail Baryshnikov, Robbins volvió sobre la música chopiniana y retomó la fórmula de una pareja de bailarines danzando al compás de una música para piano, interpretada desde el escenario, en estrecha relación con el concertista. Y otra vez nos dejó intensamente emocionados.