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El pintor de la ciudad

Las obras de Carlos Rafael Rodríguez Barbán amenizan la ciudad de Guantánamo con sus múltiples formas, colores y fuerza

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

La ciudad lleva su sello. Guantánamo es una espléndida galería gracias a las múltiples formas, colores y fuerza que le aportan las obras de Carlos Rafael Rodríguez Barbán distribuidas con total armonía por toda la geografía del territorio. «En esos murales disfruto sobremanera pintando a mi país y, por supuesto, a mi tierra querida, a través de paisajes o de ese arte que se puede llamar urbano. He desarrollado como una serie a la que nombro Eclécticas: una especie de ciudades poco definidas, pero en las que siempre se descubre a mi Cuba», dice con orgullo este creador, quien acaba de regresar a la Isla tras participar como invitado en el Belize International Jazz Festival 2018.

«Me siento privilegiado por haber realizado más de 40 murales en espacios públicos, diversas instituciones... (cinco de ellos se localizan en la capital, en el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), el resto está en mi Guantánamo). Casi todas esas ambientaciones son obras bidimensionales, la mayoría inspiradas en mis pinturas sobre lienzo.

«A veces algunos no valoran suficientemente este trabajo, debido a que es por encargo, como si ello fuera sinónimo de poca profesionalidad y facilismo, cuando el artista verdadero está consciente de que asumir ese reto entraña una gran responsabilidad social. En mi caso, me complace interactuar con el transeúnte, transmitirle desde mi creación un mensaje claro y rápido,  despertar su sensibilidad, que ese breve contacto le permita cargar con un poquito de arte para su casa», enfatiza este guantanamero que no confía en la suerte, «sino en la entrega absoluta, en el trabajo día a día».

Como casi todos los niños cuando son pequeños, no había hoja de papel que cayera en las manos de Carlos Rafael que «yo no la llenara de dibujos. Me encantaba, por ejemplo, copiar personajes de dibujos animados muy populares entonces como Elpidio Valdés o Voltus V, que a mí me salían bastante bien.

«El ambiente en casa era muy propicio para que apareciera en mí esa sensibilidad por las artes. Mis padres trabajaban en el sector de la cultura, de modo que me llevaban a exposiciones, conciertos, presentaciones diversas, pero entre todas las manifestaciones la plástica me llamaba mucho la atención. Te cuento que en cuarto grado me sometieron a una prueba de ballet, que aprobé, sin embargo, por los tabúes de la época no fue más allá, a pesar de que los profesores aseguraban que tenía mucha elasticidad, una estatura que me favorecía y buena aptitud… A lo mejor hubiera dado un buen bailarín, aunque todavía hoy no soy muy “suelto” bailando casino (sonríe).

«Sucedió que por allá por los 80, específicamente en 1984, mientras cursaba el sexto grado, pasaron haciendo captaciones para el nivel elemental de plástica (una experiencia que se mantuvo hasta la década de los 90, pues en lo adelante solo permaneció el nivel medio) y yo quedé entre los elegidos. Matriculé en la Escuela Vocacional de Arte Regino Eladio Boti donde recibí clases de magníficos profesores, no únicamente guantanameros sino también santiagueros, quienes me adentraron en  especialidades como el grabado, la pintura, la escultura (también me dieron nociones de cerámica) y por supuesto el dibujo, que es básico.

«Dentro de todas ellas me marcó mucho el grabado. Porque hasta ese momento conoces de dibujar con crayolas, bolígrafo, lápices de colores, tempera, grafito o acuarela, pero esto de obtener una figura a partir de las incisiones con las gubias, de conocer técnicas como la xilografía para trabajar la madera, la linografía, la serigrafía... era un mundo nuevo para mí, que también me ofrecía enormes posibilidades de expresión, y me fui por ahí. De hecho, en el nivel medio, que cursé en la Escuela de Artes Plásticas José Joaquín Tejada, de Santiago de Cuba, me gradué de esa especialidad y de dibujo. Desgraciadamente, hace tiempo que no realizo grabado, solo pinto y dibujo. Igual hago escenografías y murales. En esta zona es complicado llevarlo adelante, porque los materiales no aparecen con mucha facilidad».

—Luego de graduado, ¿qué pasó con tu vida profesional? 

—En cuanto me gradué, en 1992, pasé dos años en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en Sabaneta, casi llegando a Moa, integrando el Conjunto Artístico Integral de Montaña. Se trata de un territorio eminentemente cafetalero donde había varias unidades del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT). Nosotros teníamos la misión de llevar el arte a esa zona. El Conjunto lo conformaban bailarines egresados, músicos, actores, artistas de la plástica… de las provincias de Granma, Holguín, Camagüey, Guantánamo..., con los cuales se montaban diversos espectáculos. Fue ahí donde comencé a concebir mis primeras escenografías, aunque hasta me atreví a cantar (sonríe)...

«Gracias a esa experiencia descubrí un universo que me apasiona: el diseño escenográfico. En lo adelante han sido muchas las creaciones de este tipo que he realizado para piezas teatrales, espectáculos danzarios de compañías como Babul y Danza Libre; presentaciones artísticas de diversa índole en calles y plazas, también para eventos importantes como el Bolero de Oro, Cubadisco, la Feria del Libro, el Regino Boti, el Festival del Changüí...

«Esta es una labor muy interesante porque para que una escenografía funcione, más allá de tener la capacidad de utilizar creativamente las diferentes técnicas de las artes visuales, no debes perder de vista que la obra tiene que estar al servicio de la propuesta artística. Debes aprender a dominar la metodología para el diseño del espacio escénico, a trabajar con diferentes materiales para extraerle el máximo provecho, pues generalmente dependes de lo que haya en existencia en ese momento, etc. Sin duda esas carencias de recursos a las que muchas veces uno debe enfrentarse te obligan a ser muy creativo, a buscar las mejores soluciones. 

«He hecho más de 150 obras escenográficas, a pesar de lo cual todavía me siento un aprendiz. No obstante, recuerdo con cariño la que elaboré para el 1er. Festival del Changüí. Con el fin de hacer unas montañas e incluir cinco palmas de más de nueve metros cada una, utilicé bambú y corteza de pino, un material muy agresivo pero que ofrece muchas posibilidades por su textura. 

—Dentro de la pintura, ¿algún estilo que te defina?

—Es complicado hablar de algo que me defina, porque soy un artista a quien no le gusta trabajar seriado, pues me aburre muy rápido, por tanto, no desarrollo una única temática, sino que siempre estoy en la búsqueda de algo nuevo. Me satisface «jugar» sobre el lienzo, experimentar. En ocasiones me da por esas abstracciones a las cuales llamo jazz, porque me ocurre como a los músicos: lo esencial es improvisar, gozar de plena libertad, sin sentirme atado a alguna regla.

—¿Extrañas tu etapa de profesor?

—La verdad es que sí. Resultó muy grato mientras duró. Lo hice por cinco años, hasta que cerró la Academia de Artes Plásticas de Guantánamo, como sucedió en otras del país. Esa vivencia me completó como creador, porque aprendía todo el tiempo, mientras sentía que yo era parte de ese crecimiento que se producía en cada uno de mis alumnos, lo mismo como artistas que como seres humanos.

—¿Qué tal el Belize International Jazz Festival 2018?

—¡Espectacular! Un evento muy enriquecedor, donde participaron reconocidos intérpretes del género y artistas de la plástica no solo del país anfitrión, sino también de Estados Unidos, México, India, Honduras, Venezuela... Por Cuba estuvimos el quinteto de saxofones Conatus y yo, con una exposición personal, al tiempo que pinté en medio de las improvisaciones características de las jam sessions. Fue una excelente oportunidad de intercambiar con otros creadores, pero también con compatriotas residentes allí, graduados en Cuba, miembros de nuestra brigada médica...

—Han pasado algunos años de Celebrando y todavía la gente habla de esa exposición sui géneris...

—Fue una linda experiencia. La idea surgió de querer celebrar mis 40 años junto a mi familia, pero también acompañado de los vecinos, amigos, los que quisieran acercarse. Fueron más de 40 piezas que exhibí en los frentes de las casas de mi cuadra.

«Celebrando inspiró otro proyecto que denominé Arte para todos, consistente en organizar exposiciones en diferentes barrios y municipios de Guantánamo, con la complicidad de otros creadores y manifestaciones artísticas: música, danza, teatro..., con la participación también de estudiantes de arte, para entre todos regalarles una jornada linda, llena de espiritualidad a localidades que mucho lo necesitan.

«Es genial poderle llevar el arte a la gente a la puerta de su casa, sobre todo a aquellos que, por lo general, no van a las galerías, las cuales han ido quedando para los entendidos. Pero, ¿te imaginas lo que sucede cuando alguien sale a comprar a la bodega y lo primero que se encuentra a su paso es una obra de arte? Eso de alguna manera te marca, te motiva, te alegra el alma.

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