Acabo de leer la segunda edición de un clásico de la literatura del deporte: Kid Chocolate, el boxeo soy yo, de los periodistas Elio Menéndez y Joaquín Ortega. Más bien, mi reciente lectura fue relectura. Porque lo leí con entusiasmo en 1981, año de su edición príncipe.
El tema —vida y peleas de Eligio Sardiñas, nombrado para siempre Kid Chocolate— se presenta en este libro como en una película. Debo encarecer el estilo cinematográfico que reconstruye combates estelares del campeón. Y si me preguntan: ¿Es Kid Chocolate, el boxeo soy yo una biografía de Eligio Sardiñas, aquel niño vendedor de periódicos que se convirtió en campeón mundial y escribió una leyenda aún hoy vigente?
No es una biografía. Y sin embargo muestra elementos biográficos. Y qué es. Ah, como está escrita por dos periodistas de peso completo, este volumen consiste en un reportaje intenso y vívido, en cuyas páginas el Kid que bailaba entre las cuerdas, se nos presenta como si paseara por el Prado habanero de su existencia. Casi el lector lo toca. Y lo conoce para nunca jamás olvidarlo.
Kid Chocolate, el boxeo soy yo se nos entrega en una segunda edición que podrá entusiasmar a los adultos que acababan de nacer cuando este libro fue impreso por primera vez. Casi 40 años más tarde, mantiene vigencia. Recuerdo incluso cuando lo comenté en el periódico Trabajadores. No creo que haya dicho entonces algo distinto a cuanto he escrito ahora.
Continúa siendo un libro intenso. También «noqueador» de lectores interesados y conmovidos. Un libro que ganará crédito según los años pasen y la historia de nuestra sociedad necesite recordar a cubanos que superaron límites y embrollos del capitalismo neocolonial, y con sus hazañas enriquecieron aquel presente y anunciaron la capacidad del pueblo para concebir y tocar un futuro multiplicador de campeones.
De esta edición solo lamento las erratas que esquivaron el lápiz rojo. Por lo demás, este libro será siempre digno del Kid, criatura excepcional del boxeo convertido en arte.