Electo Silva en el momento en que la Asociación Hermanos Saíz lo distinguió como Maestro de Juventudes. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 06:57 pm
Electo Silva Gaínza era mi vecino. Uno de lujo, una leyenda, Premio Nacional de Música en 2001. Vivía en el poblado de Cuabitas, en las afueras de Santiago de Cuba. Lector experto, ese fue uno de los puentes de nuestro constante intercambio.
Su biblioteca era envidiable. Recibía libros de aquí y de allá. Sabía hallar lo cantábile en cada poema. Sabía alzar la música contenida en el verso, lo mismo si provenía de los clásicos españoles, que de José Martí, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Rafaela Chacón Nardi, Violeta Parra, Fayad Jamís, Pablo Milanés, Lucía Muñoz… No por casualidad, Roberto Valera le envió su versión de Iré a Santiago, con versos de Lorca, convertido a estas alturas, en un verdadero himno.
Hizo enmudecer a Ignacio Piñeiro cuando escuchó El castigador en las voces del Orfeón Santiago, en la misma casa de la agrupación. A Miguel Matamoros le saltaron lágrimas ante su versión coral de Juramento. Fundó el coro en el estertor de 1960. En la década anterior había creado los Cantores Polifónicos. Tenía la llave para fusionar lo culto y lo popular.
«El canto exige tres cosas: cuerpo, mente y espíritu. Es decir, cuerdas vocales sanas, un alto grado de concentración y no menos importante: una voluntad, un deseo, una necesidad de cantar. Estar al frente del coro es como un juego de espejos. El coro exige que yo brille y que lo haga brillar. La vida es cantar», me confesó durante largas tardes de conversación en su hogar.
Allí fue desgranando su historia. Su esposa, Dolores, a quien conoció mientras integraba la Coral Universitaria (Universidad de Oriente) fue su compañera y memoria auxiliar. Evocaba sus aguaceros infantiles de la calle Trocha y los de Haití, donde vivió un tiempo con su padre, fundidor y marinero. Su primer flautín, el violín, las canciones gregorianas y las bandas de su adolescencia. De ese sustrato y de sus giras posteriores por las Antillas, conformará su inolvidable Misa Caribeña, estrenada en la Fiesta del Fuego de 1998.
Escuché los detalles de su amistad con Herminio Almendros y con Guillén. Sus estudios de francés y sicología en París. La histórica gira del Orfeón por Europa del Este a finales de los 70 —fundiendo la nieve a diapasón limpio— y el concierto en el mexicano Templo de la Valenciana en el 2000, que toda Cuba pudo disfrutar por la pantalla chica.
La vida me regaló un momento inesperado: la presentación de uno de sus volúmenes en San Carlos de La Cabaña, durante la Feria Internacional del Libro de La Habana, en 2003. Cantares: 15 canciones corales cubanas (Editora Musical de Cuba), continuaba la senda de su inexcusable 30 Canciones populares cubanas. Su labor como pedagogo nunca cesó. Lo vi muchas veces alborozado, al frente de los niños, insuflando nueva vida a los temas infantiles.
Electo Silva nació el 1ro. de noviembre de 1928 y murió en la mañana del 30 de mayo de 2017. El Presidente cubano, Raúl Castro, envío una ofrenda floral en su despedida. No podía faltar el homenaje póstumo a un artista que tanto engrandeció a su nación.
Compositor, arreglista y director, poseía las máximas condecoraciones de la cultura cubana, incluida la Orden Félix Varela, y otras como el Diploma y Placa Bela Bartok (Hungría) y la Orden de Caballero de las Artes y las Letras del Ministerio de Cultura de Francia. Su trayectoria las merecía.
No creía tanto en la unción a la hora de abordar un autor, sino en la pasión: así nos devolvió a Esteban Salas. Su carácter podía ser exigente, mas su obra siempre lo rescataba. Creador de los Festivales de Coros en los 60, fue su ardor, su rostro y su llama creativa. Nunca olvidaré una de esas ediciones: Santiago de Cuba, sala de conciertos Dolores, estreno del poema ¿Puedes?, de Nicolás Guillén, por el Orfeón Santiago…
La solista, Grisel Gómez, atravesaba un momento familiar difícil, y en medio de la dirección, Electo se movió lentamente en el escenario hasta llegar a su lado. Como quien dice «vamos, tú puedes», le dio un leve empujón. Electo era mucho Electo. Todavía lo estoy mirando.