El instructor de arte no puede ser un ente pasivo. Mucho tiene que contribuir a la consolidación de nuestra política cultural, sobre todo en la comunidad, adonde ha de llevar lo más auténtico del arte nacional y universal y brindar servicios culturales de calidad, que afiancen nuestra identidad e idiosincrasia, ante la avalancha de símbolos banales y seudoculturales que se nos intenta imponer.
En ello coincidieron los asistentes a la primera jornada del 10mo. Consejo Nacional de la Brigada de Instructores de Arte José Martí, que hasta hoy sesiona en la capital. En el intercambio en comisiones, se debatió que tal propósito necesita de propuestas atractivas e integradoras, que vayan más allá de la diversión y consideren los intereses y las carencias que a veces existen en los territorios.
Varios brigadistas apostaron por organizar actividades en las que se transmitan a los pobladores auténticos valores estéticos que ayuden a configurar sus gustos. Igualmente, se refirieron a que las escuelas son centros primordiales para transmitir conocimientos y vincularse con toda la familia.
Tenemos que ser más propositivos, pues la esencia de este movimiento está en movilizar, aglutinar, en articular más y mejor sus iniciativas. Tenemos que hacerlo con creatividad, espíritu transformador y ganas, siempre tocando el alma de las personas, aseguró Lilian Mendoza Estrada, presidenta de la Brigada.
Recordó que la labor del instructor de arte alcanza a cubanos de todas las edades, bien en horario docente o en talleres extracurriculares de apreciación y creación artísticas y otras acciones. «Cada día tenemos que legitimar más su papel, pues su huella es ya insustituible en el resguardo de nuestras raíces culturales, pero aún falta efectividad en el trabajo comunitario», aseguró.
En esa misma arista de pensamiento, otros miembros del Consejo Nacional hablaron de cuestiones relacionadas con la superación de los instructores, la creación artística y la comunicación, así como con la vida y quehacer de la Brigada. Además, Lilian insistió en que en toda obra debe estar el ideal de Fidel, máximo inspirador de este movimiento, al que definiera como un ejército de la cultura y a sus integrantes como formadores de excelencias en el arte.