Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un juego de los sentidos

La compañía cubana impulsa el proyecto Islas Creativas, que en esta ocasión contó con la colaboración del reconocido coreógrafo británico Theo Clinkard

Autor:

Sergio Félix González Murguía

Danza Contemporánea de Cuba (DCC) es de esas compañías que tiene el poder de provocar, con cada espectáculo, una satisfacción inconmensurable, nacida del deleite que genera ver bailar a sus integrantes.

Al parecer, los chicos de Miguel Iglesias pretenden seguir sorprendiendo a su público con piezas cada vez más arriesgadas y atrayentes. Su director es un hombre que ha sabido llevar las riendas del buen arte de la danza y opina que a la mediocridad «hay que derrotarla en cada presentación, y para eso nuestra compañía intenta renovarse cada día».

Con un programa variado se presentó recientemente Danza Contemporánea de Cuba en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, para dar culminación a la primera edición del proyecto Islas Creativas, que este año contó con la participación del coreógrafo británico Theo Clinkard.

Las piezas que conformaron la presentación fueron Identidad -1, del cubano George Céspedes, el reestreno de Tangos cubanos, de Billy Cowie, y el sorprendente estreno de Listening room, de Theo Clinkard, el cual se presentó por primera vez en Cuba con una muestra que resultó igual de novedosa para el público asistente a la sala García Lorca.

Theo Clinkard comentó a JR que sentía un poco de miedo antes de la presentación: «Es una pieza experimental, pues incursiono en el formato a gran escala, lo cual no es costumbre en mi trabajo, ya que estoy habituado al mimo de los pequeños escenarios, pero todo salió bien gracias al esfuerzo de los bailarines, los cuales supieron ejecutar los movimientos como les pedí».

El reconocido coreógrafo británico afirma que se inspiró en películas donde los actores no oyen la misma música que escucha la audiencia. «Mi objetivo no era manipular a los espectadores, sino llegar al contraste entre lo oído y lo visto. No quería que el público se sentara y apreciara solo la belleza, sino que se sintiera intrigado e hiciera la conexión de los sentidos», agregó Clinkard.

Originalmente se pensó trabajar con la música de John Adams, pero comentó el mentor inglés que «es demasiado dramática y parece que algo malo pasará, entonces tuve que encontrar una pieza musical que fuese un poco más suave, así que opté por la obra del compositor Stevie Raith. Como la música es minimalista el público la acepta, pero no se distrae, lo que tal vez no funcionaría con música romántica o demasiado contemporánea.

«Al final logramos formar un triángulo entre lo que el espectador observaba, escuchaba y pensaba. El solo del final es uno de los mejores bailes que he hecho y con uno de los mejores bailarines que he visto: Víctor Varela. La única información que le transmití fue que bailara en líneas diagonales, el resto fue por su parte.

«Mi labor se centró, además, en que el público conociera a cada uno de los bailarines como individuos y creo que lo logré. La reputación internacional de DCC es enorme, ellos no solo saben trabajar con el cuerpo, también con la mente y el corazón. Me sentí como si estuviera en familia» opina Clinkard, quien hasta la fecha ha estrenado 23 piezas originales.

La presencia del reconocido coreógrafo británico en La Habana contó con un precedente importante, pues las actividades de colaboración entre Cuba y Reino Unido, comenzaron con Cathy Marston en 2005, luego Rafael Bonachela en 2007 y más recientemente Billy Cowie en 2015, el cual regresó en 2016 para remontar su pieza Tangos cubanos.

Jorge Brooks, mánager de Danza Contemporánea de Cuba (DCC), consideró: «Estos coreógrafos constituyen el preámbulo del proyecto Isla Creativas en su primera edición, con el apoyo de Theo Clinkard y su colaboración docente-artística, la cual constituyó un aporte en cuanto a opinión estética muy importante para la formación de los bailarines de DCC».

Como auténticos guerreros los muchachos de la compañía demostraron su valía y dejaron claro que los límites de la danza no están decretados aún. Listening room constituye el pistoletazo de salida de estos jóvenes, en una carrera de aprendizaje y esfuerzo que, como siempre, tendrá una dulce victoria en los escenarios.

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