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Un investigador apasionado

Honestidad intelectual, humildad y dentro de lo posible originalidad, constituyen tres atributos que deben estar presentes en quien aspire a convertirse en un buen investigador. Lo asegura quien recibió el más reciente Premio Nacional de Investigación Cultural

Autor:

Lisdanys Alfonso Rivas

Por la obra de toda la vida, su desempeño como investigador intelectual y relevante actividad dentro de las ciencias sociales y la cultura, el jurado (integrado por la Doctora Graziella Pogolotti como presidenta, y los Doctores Juan Jesús Guanche, Araceli García, Luisa Campuzano y Rafael Acosta, como miembros) decidió otorgar el Premio Nacional de Investigación Cultural 2015 al destacado ensayista, historiador y académico titular, Fernando Martínez Heredia, quien además es director del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.

—¿Cuál ha sido su labor en el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello (ICIC)?

—La responsabilidad de ser el director general desde hace ocho años, me obliga a estar pendiente de casi todo. Estoy satisfecho porque es un fabuloso colectivo de investigadores. El espíritu de trabajo es bueno, lo que hace que los resultados siempre sean mayores de lo que esperamos. Pero, al mismo tiempo, me angustian las reducciones de recursos financieros a las que se ha enfrentado el sistema de la cultura en general. Constituye un problema para cualquier institución tener ese tipo de restricciones que disminuyen su capacidad de imprimir libros, de sacarlos adelante, por ejemplo. Estamos hablando de una institución que desde 1996, en que publicó el primer texto, ha sacado a la luz más de 140 títulos, pero el 2015 no se comportó como de costumbre, por ello me impacienta saber qué lograremos para el 2016. De cualquier manera, hemos aprendido a encontrar soluciones sin rendirnos ni conformarnos.

—Hábleme de los aportes del ICIC Juan Marinello que por su relevancia considera que deben tenerse en cuenta en el tiempo y las circunstancias en que vive el país.

—Realmente poseemos estudios de muy buena calidad acerca del consumo cultural. Estos se vienen desarrollando desde hace unos 15 años. Hemos publicado los resultados más de una vez y tratan de no ser meramente del tipo encuesta, lo cual posee virtudes, pero también insuficiencias muy notables. Es necesario el análisis cualitativo, hay que tratar de entender, mucho más cuando se trata de personas. Las investigaciones son como las actividades humanas: cada día se hacen más complejas.

—Dentro del panorama actual de los estudios socioculturales en Cuba, ¿se pudiera hablar de un descenso de producciones teóricas? A su juicio, ¿con qué calidad se realizan?

—No es fácil responder la pregunta, aunque ciertamente hubo un quebranto de la producción teórica en Cuba, hace un poco más de 40 años. Hasta el día de hoy tengo la sensación de que seguimos teniendo un problema importante en el déficit de formación y debates investigativos, a pesar de que existe una cantidad enorme de graduados universitarios, de personas que trabajan en la docencia y en la investigación como profesionales, y que además realizan proyectos valiosísimos, pero el pensamiento teórico no ha logrado recuperar la fuerza que debería tener.

«La calidad es variable pues la indagación teórica depende demasiado de la participación individual y de pequeños grupos. Obedece tanto a las calidades personales y profesionales que posean quienes la lleven adelante, y a la formación previa que hayan recibido, como a las fuentes que puedan encontrar. La comunicación es imprescindible para el que hace un trabajo intelectual de importancia».

—¿De qué no puede prescindir un investigador y por consecuencia una investigación?

—No puede prescindir de honestidad intelectual, sin ella no se va a ninguna parte. Otro aspecto que resulta difícil es la humildad. No se debe ser vanidoso, prepotente, ni estar tan contento de sí mismo, al punto de no admitir una opinión diferente a la que se posee. Alguien así perdería la posibilidad de beneficiarse con el intercambio, pues está cerrado en él solamente. Hay que tener también, dentro de lo posible, originalidad.

—¿Cómo se puede formar a un investigador apasionado?

—La universidad tiene que ser mejor. De lo contrario es posible que los estudiantes se acostumbren a acumular créditos para llegar a licenciarse y luego marcharse, sin ofrecer ese aporte que entrega un investigador y que es tan valioso para la sociedad. Pienso que una docencia capaz de vivir sin autoritarismo, pero compartiendo saberes, enseñando a la vez que fomenta relaciones de aprendizaje y despierta el amor por lo que se hace, y su significación, conduce a que surja ese desarrollo integral que se debe alcanzar, para así poderse transformar en un profesional realmente apasionado.

—Con 77 años de vida y toda una historia recorrida y plasmada en su obra, ¿qué le sigue sorprendiendo de la cultura cubana?

—La fuerza, la vitalidad, la capacidad de aparecer hasta allí donde uno no cree que está. La cultura cubana es tremenda en ese sentido, y eso se lo da quizá su propia naturaleza e historia.

—Con este importante galardón que le entregaron, usted podría dedicarse a vivir del alto reconocimiento que ha logrado, pero no es así...

—Y no lo será, aún me falta bastante. Desde entonces creo que he escrito más. Ya me propuse concluir otro libro: A la mitad del camino. Asimismo, sigo impartiendo mis conferencias unas tras otras… No puedo dejar de trabajar. De hecho, este premio constituye un reto, una invitación a seguir adelante, a seguir superándome. Uno debe dedicar su tiempo a lo que hace y sabe útil, y sacrificarse si de verdad está comprometido con el mundo en que vive y la sociedad que lo formó.

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