Santana Autor: Cubacine Publicado: 21/09/2017 | 06:22 pm
Arturo Santana, realizador, guionista y productor independiente, posee una vasta carrera en la que se insertan más de cien piezas audiovisuales, entre cortos de ficción, documentales, spots y videos musicales. Pero en este 37 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano nos presenta su primer largometraje de ficción, Bailando con Margot.
El argumento de la cinta entrelaza en la pantalla a un detective (Edwin Fernández Collado) y a una adinerada viuda habanera (Mirta Ibarra), a quien le han robado un cuadro de su mansión, justo el 31 de diciembre de 1958. Un ambicioso proyecto que transita por tres épocas diferentes y en el que además se «baila» con el cine negro, el melodrama, el deportivo, el musical y hasta añade tintes del gore…
«La película surge a partir de un viejo proyecto que concebí desde 1996; se trataba de un guión que enmarcaba varios cuentos de boxeo, a veces en tono de farsa, a veces en tono de comedia, unidos todos por un denominador común, el knock out. Pero pasó el tiempo y todas las influencias en mi obra, entiéndase el amor por el cine, por géneros como el musical y el film noir, me arrastraron a concebir esta historia que logré rodar años después. Fue vital la relación con el maestro Eliseo Altunaga y un miembro de su equipo, Maykel Rodríguez Ponjuan, a quien se le debe la cuidada dramaturgia del argumento», explica Santana.
—¿Cómo enfrentaste el reto de darle coherencia a esta mezcla de géneros que asumes justamente en tu entrada a los largometrajes de ficción?
—Se trata de un anhelo de todo guionista y director: ser fiel a la peripecia de los personajes, son ellos los que provocan que los géneros se crucen, a partir, como te cuento, de las situaciones dramáticas. No existen distanciamientos formales, es pura sinceridad en el relato. El tono de las actuaciones siempre respondió a esa verdad de la que hablaba Brecht.
—¿El trabajo con los actores protagonistas?
—Mirta Ibarra y Edwin Fernández son sencillamente dos estupendos actores, muy cinematográficos, leales a sus personajes hasta el tremens de sus situaciones. El intercambio con ellos fue excelente, no solo desde el trabajo de mesa hasta el último minuto del rodaje. En las locaciones, en cada plano de la película, fueron muy activos y a la vez muy respetuosos con lo que yo pretendía con la película. Pero quiero que sepas que así se comportaron todos los actores, a los cuales les agradezco el haber estado frente a mi cámara. Sin ellos, qué te cuento, «no bailaríamos con Margot». Te lo aseguro…
—¿De qué manera resultó el rodaje de esta historia que transita por diferentes períodos históricos?
—He dicho siempre que filmar en La Habana es un acto de fe… Teníamos en la mano un guión para muchos imposibles de rodar en estos momentos, por todas las afectaciones que implicaba ambientar tres épocas. Pero el oficio y la inteligencia se impusieron, gracias a mi director de arte, Onelio Larralde; al director de fotografía, Ángel Alderete, y a todo el equipo de producción, encabezado por el maestro Santiago Llapur. Sin mi staff todo hubiera sido imposible.
—En la actualidad no son pocos los directores cubanos que se lanzan a la vía independiente, ¿por qué usted, con una larga trayectoria en este esquema de producción, emprende el camino contrario? ¿Qué tal la experiencia?
—Mira, los caminos para producir una película no deben responder a situaciones ni métodos de moda. El hecho de ser un cineasta independiente me permitió navegar con soltura por los caminos que me proponía la industria; claro está, aún hay cosas que no comprendo ni comprenderé nunca, me parece que la industria de cine cubano descansa sobre un soporte el cual debe ser mejorado cuanto antes, si se pretende que el cine cubano se una a sus iguales en el continente. Te cuento que ese fue el camino por el que pude encauzar mi película. Es todo.
—¿Qué desearías que sucediera con la presentación de tu filme en el Festival de La Habana?
—El sueño de todo director es que el público desborde los cines, que disfrute la película exactamente como él lo hizo en todos los procesos. Solo me interesa que mi relato audiovisual funcione, que la gente se lleve consigo un destello de luz de la pantalla. El resto son situaciones coyunturales y pura vanidad, cosas también humanas, claro está…
—Insistirás en la ficción…
—Te confieso que ahora ando con otro proyecto de época, quizá mayor… Pero te contaré después, para así vernos y continuar con esto de hablar de cine. Como ves, no escarmiento.