Waldo Mendoza junto a la española Beatriz Luengo. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 06:08 pm
Yotuel Romero le dijo el sábado pasado, sobre las tablas del teatro Karl Marx, que era la voz romántica de Cuba. Waldo Mendoza, cortés y sin ser absoluto ni querer acomodar a una sola mirada su carrera musical, prefiere ser un artista de los sentimientos. Acepción general, sí. ¿Romántico? Creo que nunca lo negaría. Demasiado hay en sus canciones sobre esa arista que algunos terminan relegando cuando eligen escuchar a un cantautor, pero que en el fondo viven como cualquier ser humano.
Ser romántico permite hablar de muchos temas en cuestiones de relaciones de pareja. Hay una canción de Mendoza que retrata el momento traumático en que se reconoce la inminente ruptura, que les sugiero escuchar. Hago la salvedad de que Pablo Milanés representó estas cuestiones de un modo magistral en Para vivir. Por su parte, Mendoza pone lo suyo en Quién, indicando mucha sensibilidad, y así se despega de la línea seguida por otros cultores de esa tendencia más pasional en Latinoamérica.
Contradices si tengo ganas/ Y lo dejas al mañana/ No hay sonrisas ni miradas/ Como extraños en la nada/ Todo se acaba, es un fragmento de la pieza de marras, incluida en el álbum Repartiendo amor (Bis Music, 2014). Es una obra que deviene en radiografía de ese momento doloroso y que Waldo recreó de un modo sincero el sábado último en el Karl Marx.
Allí el artista apeló a la coreografía del Ballet Juvenil de Lizt Alfonso y al empaste perfecto con la banda que lo acompañó en la velada.
Aunque confiesa sentirse muy atraído por la obra de Julio Iglesias y Roberto Carlos, Mendoza pone el aderezo cubano en sus piezas, de ahí que Repartiendo amor y Chiquitica tengan buena dosis de son, como apreciamos en un Karl Marx a reventar y con un cartel en taquilla donde se informaba que las entradas para el concierto estaban agotadas.
De la noche sabatina tres momentos serán evocados por los seguidores. El primero: cuando Javier Jardines intercambió roles con Mendoza y al saxo regaló Qué lindo es. Se recordará también aquel instante en que Waldo entonó Ódiame —un vals peruano de Rafael Otero López, cuya letra proviene del poema Último ruego, de Federico Barreto—, sencillo que ha formado parte del repertorio del mexicano Cristian Castro y del español Dyango, por solo citar algunos ejemplos. Igualmente, quedarán en la memoria los dúos del artista con sus invitados.
Destaco en este segmento que en la noche del sábado pudieron presenciarse varias interpretaciones interesantes: la de Waldo con Beatriz Luengo en ese clásico cubano que es Dos gardenias, de Isolina Carrillo. La cantante y actriz española, muy recordada aquí por su personaje de Lola en la teleserie Un paso adelante, agradeció la oportunidad de dar a conocer aquí su trabajo como vocalista. «Llevo a Cuba en el corazón y en el vientre», dijo en alusión a su avanzado embarazo.
Waldo estrenó junto al Chacal Sueño de un abuelo dormido, una movida bachata que puso a la mayoría del teatro de pie, al tiempo que acompañado del mexicano Lalo Santos obsequió Un ratito más.
Impregnado de ese lenguaje urbano, Alguien dijo fue la propuesta del cantante y Yotuel Romero, el cual formará parte de la próxima placa fonográfica del rapero. Romero aprovechó el momento para, a capella, traer de vuelta aquel popular tema 537 Cuba de Orishas.
Dedicado a las madres cubanas y como mero repaso a su carrera de estos años —en la que figuran los fonogramas Bendito tiempo (2005), Hojas del alma (2010), Desde La Habana (2012), Repartiendo amor (2014) y el compilatorio Sencillamente única, facturado por la Egrem y adquirido en el Karl Marx—, Waldo Mendoza se halla entre esos cantautores que no nos dejan olvidar cuán importante es el romanticismo en nuestras vidas, porque en el fondo quién no apela a esa visión cuando se trata del más sublime de los sentimientos.