Rosa María se ha propuesto no descuidar su carrera como actriz. Autor: Cortesía de la entrevistada Publicado: 21/09/2017 | 06:01 pm
«Nunca dejaré de agradecer a la Asociación Hermanos Saíz (AHS) por su apoyo, creo que es una oportunidad increíble que te permitan convertir tu sueño en realidad. No dejo de sentirme privilegiada, aunque lo veo también como un premio a tantas horas de entrega, a intentarlo una y otra vez», afirma la holguinera Rosa María Rodríguez Pupo, quien se ha vuelto una reincidente en esto de ganarse los principales apoyos que otorga la organización que agrupa a la vanguardia de los jóvenes escritores y artistas de la Isla. Primero, su corto La casa obtuvo la Beca El reino de este mundo, que ahora otra vez le sonrió por el cartel de la pieza teatral Culpa, justo la triunfadora, cuando todavía era un proyecto de puesta en escena, de la más reciente Beca Milanés.
De cualquier manera, Rosa María insiste en dejar claro todo el tiempo que el mérito no es de ella sola. «En Culpa, por ejemplo, pedí mucho consejo, varios amigos me ayudaron, como mi productora Yaite Luque y el realizador Armando Capó. Ambos me destruyen literalmente los proyectos, pero yo me lo busco por mostrárselos», admite con una sonrisa en los labios.
«Las becas que me he ganado tienen mi nombre, pero no son solo mías. La casa es mi tesis del ISA y sin las personas que armaron junto conmigo la carpeta: Camila Marrero, Yaite y Rodolfo Ramírez, no creo que lo hubiera conseguido».
—Te graduaste en 2007 de actuación en la Escuela Nacional de Arte (ENA), tal vez se esperaba que continuaras con esa especialidad en el ISA, sin embargo, terminaste Dirección en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca), en la filial de Holguín. ¿Por qué?
—Estudié en Camagüey, en la academia de las artes Vicentina de la Torre, lo digo siempre porque estoy orgullosa de mi escuela de teatro, que tiene un nombre sobre todas las cosas: Nelson Acevedo, maestro, amigo y padre. Gracias a esos cuatro años junto a él, otros profesores increíbles y mis compañeros, supe qué camino tomar. Todos al terminar la escuela hicimos las pruebas de actuación para el ISA, pero ninguno aprobó, fue frustrante y más cuando nos dijeron que buscaban actores sin formación. Así que regresé a Holguín a realizar mi servicio social con el grupo que me abrió las puertas cuando era una niña: Alasbuenas.
«En la escuela les daba clases de actuación a los estudiantes de ballet, y fui madrina y alumna ayudante de 1ro. y 2do. años. Al principio era una tarea pero después se convirtió en una adicción. Después de un año, sentía que tenía que seguir estudiando. Si hubiera existido la carrera de Dirección escénica la historia tal vez no sería la misma, sin embargo, lo agradezco porque conocí una parte de mí que jamás imaginé que existía. Me presenté a la Facultad de Medios Audiovisuales, aprobé y después de cinco años me gradué».
—¿Cómo apareció la escritora de obras de teatro?
—Estaba al graduarme y me sucedió algo que cambió mi vida: asesinaron a mi mejor amigo en su propia casa. No sabía cómo sacar el dolor y escribí en una noche una obra de teatro, más bien el esbozo, y así pude conciliar el sueño. Qvas de papel periódico fue mi primer intento con la Beca Milanés. El «culpable» fue Armando Capó, quien me embulló para que armara la carpeta. Aunque no gané esa vez, me demostró que podía seguir intentándolo.
—¿Qué encontrará quien vaya a ver tu puesta en escena Culpa? ¿Cómo ha sido el proceso de montaje?
—Una obra sin grandes pretensiones. Es mi primera puesta en escena y el texto también es mío, o sea, corro con varios riesgos. Pero el que no arriesga… Culpa es una historia de vida, de mí hay poco y mucho. En un comienzo los personajes hablaban como Rosa María, eran dueños de su destino, pero al pasar por el proceso de montaje y ponerlo en boca de los actores, el texto cambió muchísimo y mi punto de vista también. Su evolución va más ahora por lo que uno es capaz de hacer por amor y de los límites que solo los actores son capaces de ponerles a sus personajes. Estos no tienen límites, los actores sí.
«Es una obra para sentir, no para reflexionar, aunque dentro de ella existen rompimientos. Espero que el público vea a seis jóvenes que se divierten en escena hasta en los momentos más conmovedores de la trama. Espero que no se quede en Holguín la obra, sería una decepción porque el sentido del arte es que se enfrente al criterio de los espectadores y así crecer. Culpa se merece el diálogo con públicos diversos, como los hay a lo largo y ancho de nuestra Isla. La AHS necesita mostrar lo que premia y que los artistas promuevan el arte joven desde sus proyectos.
«Culpa no solo cuenta la historia de dos hermanos que buscan a su padre y un crimen. También cuenta la historia de jóvenes que son apoyados por su organización de vanguardia que intenta hacer realidad sus sueños. Por eso anhelo que todas las Casas del Joven Creador se unan a esta aventura y podamos mover Culpa por toda Cuba».
—¿No era demasiado arriesgado para tu primera vez trabajar con actores que se graduarían con esa obra?
—Sí, como todo en una primera vez. Al principio pensé trabajar con actores de experiencia pero no pudo ser y en cambio tuve la oportunidad y la suerte de contar con estos muchachos que confiaron en mí para cerrar una parte importante de sus vidas. Estoy contenta con el resultado, el proceso, los tres sacaron el máximo en su graduación y son los nuevos actores de Alasbuenas, a partir de septiembre. Pero no solo ellos son primerizos: también en el elenco hay actores no profesionales y estudiantes aún de la ENA, es decir, que Culpa constituye un riesgo total pero fabuloso. Damaris Velázquez, Walter Pérez, Ernesto Garrido, Lisa Velázquez, Miguel Ángel García, José Ramón Moreno, Malú y Rosa María son los protagonistas de esta primera vez.
—La casa se mueve en el género de horror y fantástico, lo cual no es muy común en la cinematografía cubana. ¿Qué te has propuesto como realizadora?
—Me encanta el terror y lo fantástico. Como a los ocho años vi una «peli» de terror de una mujer vampiro, no sé por qué siempre le decía la gata, tal vez por los ojos que le cambiaban de color, se comía solo a los hombres malos, era una especie de heroína diabólica. Paré en el psicólogo pero me hice adicta al cine de terror y nada, cuando llegó el momento del trabajo final del ISA quise recordar viejos tiempos. También es un género que me permitía experimentar, fue un reto para todo el equipo: fotógrafo, productor, sonido, y sobre todo para mi. Lo mejor es que me divertí mucho, aprendí un montón y no tuve que recurrir a los refrescos Toki (desaparecidos hace varios años) para simular la sangre en mi película, pues conseguí artificial.
—¿Cuáles serán los próximos pasos de Rosa María?
—No descuidar mi carrera como actriz. Tengo ansias de encarnar, eso se convierte en algo adictivo. También continuaré impartiendo talleres de dirección actoral y actuación. Ruedo en octubre otro corto, pero es sorpresa. Por supuesto, de terror. Igualmente debo terminar mi tercera obra de teatro, que trata sobre cinco mujeres en un reclusorio, quienes en horario de recreo juegan dominó. Cuentan cómo llegaron allí y qué les espera afuera. Cada vez estoy más feminista.