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Cuando lo popular es un hecho consumado

Lila Downs y Maridalia Hernández exponen en La Habana su manera tradicional de ver la música. Ambas cantantes sedujeron al público por la autenticidad de sus propuestas

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

¿Cuándo lo local se convierte en universal? ¿Qué de atractivo puede resultarle a La Habana algo tan preciso y regional, como una ranchera o un merengue? Las respuestas a estas interrogantes se obtuvieron en las dos últimas noches del Encuentro de Voces Populares, en la sala Covarrubias, del Teatro Nacional —un local que por cierto se quedó pequeño en capacidades para ambas presentaciones, lo que se debe tener en cuenta para ediciones posteriores.

Aunque inevitable y siempre recurrentes, estas preguntas retoman un fenómeno que en las artes se manifiesta de un modo pronunciado, porque estas también son un reflejo de las formas de vida de la gente que puebla los países y de las culturas genuinas, las cuales no tienen fronteras.

Pensaba en ello cuando, el viernes último, la mexicana Lila Downs mostraba ante el auditorio del Nacional su pasión por las raíces musicales de su tierra. Su espectáculo, denominado Pecados y milagros y en consonancia con el disco homónimo que viera la luz en 2011, abordó desde la música, tópicos que ahora mismo preocupan en América Latina.

Había confesado días antes que ese álbum fue hecho pensando «en la parte moral de los latinoamericanos. Tenemos a veces una doble cara, o al menos en México, donde nos gusta que hayan milagros, pero nos encanta estar en el pecado».

Por eso su concierto estuvo bautizado por dos botellas: una de mezcal y la otra de tequila. Con la primera, hizo todo un ritual al comienzo, cuando vertió una porción en el suelo y brindó: «Por La Habana, por Cuba», y también por Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, dos de sus referentes.

Llamó la atención que en el concierto la cantante defendiera las más de 300 lenguas indígenas que sobreviven hoy en la nación azteca, y de ahí que obsequiara versos tradicionales recogidos en La iguana. También enarboló en Comalito la causa de los que cultivan el maíz y se oponen a las grandes transnacionales que ven un jugoso negocio en los alimentos transgénicos obtenidos para aumentar las producciones de ese cereal. Y no dejó fuera de su repertorio la canción que dedicara a uno de los líderes históricos de México: Zapata.

Acompañada por ocho versátiles músicos, Lila fue una suerte de reflexión musical sobre muchas de las realidades de nuestro continente. Su actuación, de más de hora y media de duración, abordó el fenómeno de la emigración y las trágicas consecuencias provocadas por el éxodo en los países de Centroamérica, como vimos en Tren del cielo.

Pero también la vimos única al «desgajar», como nadie, rancheras al estilo de Fallaste corazón; evocar con emoción a la gran Chavela Vargas en Cruz de olvido, o regalarnos un Piensa en mí, de Agustín Lara, tan intenso como la versión de Luz Casal para el filme de Almodóvar Tacones lejanos.

Nunca ajena al arte de la isla caribeña (trabajó con Oriente López un tiempo en Nueva York; junto a Yusa hizo una gira por Europa, acompañada de Susana Baca, y uno de los hijos de Tony Taño produce sus discos), el espectáculo del viernes en el Nacional, debe simbolizar para Lila Downs el inicio de nuevas actuaciones en Cuba.

No se puede borrar el alma del pueblo

Recordada en la célebre orquesta 440 junto a Juan Luis Guerra, Maridalia Hernández se adueñó de la noche sabatina de este fin de semana en el Teatro Nacional. No quiso la cantante dejarnos solo su más reciente entrega fonográfica, titulada Libre, sino que decidió venir con todo su arsenal: baladas pop, merengue, boleros y música fusión.

Como siempre, complació a sus seguidores en la Isla y de aquella época con Juan Luis interpretó Ojalá que llueva café y Amor de conuco.

Tenía mucha emoción por estar aquí. Ya era hora, afirma. Porque Cuba es para Maridalia el «referente» en sus 32 años de carrera artística. «Esta Isla es parte de la historia musical, artística, no solamente de Dominicana, sino del mundo», dijo a este diario el día de su llegada.

Siempre preocupada por defender estilos genuinos, la vocalista dominicana instó a los que manejan el mercado a preservarlos, porque si no, sería como «borrar el alma de un pueblo». De ahí que hiciera sonar con esa cadencia única merengues como Vivo enamorao y Moriviví.

Maridalia no tenía idea de cómo la recibirían en La Habana y tuvo la grata sorpresa de encontrarse con un público conocedor de su arte. Había dicho a JR: «Por mi parte, voy a dar lo mejor de mí». Y eso apreciamos.

Estéticamente inclinadas hacia las artes genuinas de sus países, Lila Downs y Maridalia Hernández validaron en La Habana el concepto que la cubanísima Argelia Fragoso erige en el Encuentro de Voces populares que lidera: el de mostrar a la audiencia referentes musicales locales, pero genuinamente universales.

Ellas hablan de música

«Creyendo en lo que uno trae, en la belleza de lo que se puede decir con una metáfora, se mueven montañas. La música me ha enseñado a ser libre y a entender que tiene la fuerza de hacerlo». (Ana Lila Downs Sánchez, Oaxaca, 1965. México)

«La identidad musical de un país no puede ser olvidada ni relegada a un segundo plano». (Maridalia Hernández, Santiago de los Caballeros, 1959. República Dominicana)

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