Víctor Basilio listo para interpretar su personaje de gallego en «Emigrantes», obra estructurada en dos actos que relata las vicisitudes de un hispano, quien viene a Cuba en busca de un mejor estatus socio-económico Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 21/09/2017 | 05:33 pm
Me enamoré de su forma de bailar desde que lo conocí en el Festival La Huella de España. Bajo la magia de la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana, me conmovieron la condición física envidiable, el ímpetu de los pies, la gestualidad intensa, las luces y sombras en el cuerpo; lo sensual, varonil y magistral de los movimientos que convierten a Víctor Basilio Pérez no solo en solista de la Compañía Irene Rodríguez, sino también en uno de los mejores exponentes del Ballet Español en Cuba.
Desde pequeño ese era su destino. «Siempre bailé. Me gustaba mucho la música popular y tradicional pero realmente quería ser ingeniero electrónico. Intenté sin éxito ingresar en la Escuela Vocacional V. I. Lenin y empecé a estudiar en el preuniversitario Comandancia de La Plata. A la segunda semana mi madre me avisa sobre una convocatoria de la Unidad Artística Docente del Ballet Español de Cuba para varones específicamente. Yo estaba gordito, desentrenado y nunca había recibido una clase de ballet, pero fui a ver qué pasaba y me aceptaron. Lo que empezó siendo la única oportunidad de estudiar sin becarme se convirtió en quien soy».
Debutó como profesional durante su tercer año de estudios. «Recuerdo que fue con la obra La Rosa del Azafrán, junto al Teatro Lírico Nacional de Cuba. En ese mismo curso recibí clases de Irene Rodríguez, quien me ayudó con su gran repertorio y la experiencia de haber aprendido de grandes bailarines de otros tiempos, privilegio que jóvenes como yo no tuvieron. Desde ese entonces también comencé a bailar con ella».
Al graduarse en el año 2008 comenzó en el Ballet Español de Cuba. «Durante el servicio social hice solos y papeles protagónicos, fue muy importante porque cuando te confían ese tipo de interpretaciones debes prepararte cada vez más».
Pronto el esfuerzo valdría la pena.
«Al terminar ese período me evaluaron directo como solista, sin pasar por un cuerpo de baile. Me estrené interpretando a José, de la obra Carmen, junto a Graciela Santana, la maestra que me hizo las pruebas de aptitud años antes. El público me aplaudió muchísimo y supe que lo había hecho bien. A partir de ese momento empezaron a contar conmigo».
Tiempo después llegaría una proposición imposible de ignorar. «Irene Rodríguez iba a crear su Compañía y me avisa de la audición. Soy optimista y arriesgado, así que me presenté; no tenía nada que perder. Me propuso seguir como solista y me incorporé al proyecto desde su fundación, en enero de 2012».
Para Víctor, bailar con Irene enriquece su nivel artístico. «Es una bailarina muy completa, enfrenta todo tipo de danza y tiene un oído espectacular. ¡Qué más orgullo que en el ranking mundial ella tenga un lugar!».
Con frecuencia se presentan en eventos de gran exigencia. «El más importante fue el Festival de Ballet. A la vez que participas te sientes parte de él, y si le gustas a la audiencia eso te marca para siempre».
Poco a poco la Compañía se abre paso por un camino exitoso. «En el Festival La Huella de España estrenamos El crimen fue en Granada. Esta coreografía recrea el poema de Antonio Machado sobre la muerte de Federico García Lorca, y obtuvo el Primer Premio del VIII Certamen Iberoamericano de Coreografía Alicia Alonso, entregado en el XXIII Festival Internacional de Ballet de La Habana.
Tiempo después interpretó al poeta andaluz, fue una excelente oportunidad y a la vez un reto. «La actuación me resulta difícil y este personaje no solo exige bailar, sino también transmitir lo que está pasando en cada momento. Tienes que dejar de ser tú y convertirte en Federico, imaginar qué siente al saber que lo van a fusilar. Son varias partes de la obra en las que debo cambiar de personalidad y es una transición difícil».
Otros espectáculos en los que ha participado son Del clásico Español al Flamenco y Emigrantes, este último presentado en la Plaza de la Catedral, para celebrar las tres décadas de la declaratoria del Centro Histórico como Patrimonio de La Humanidad.
En el primero incursionó en la coreografía con el solo De mis adentros. «Me inspiré desde el nombre, cuando lo bailo soy el gitano que llevo dentro. Al empezar la música le doy rienda suelta a la improvisación». En Emigrantes confiesa disfrutar muchísimo el papel del gallego. «Soy otra persona, cómica y noble. En ese tipo de danza me entretengo y me supero, porque además actúo».
Su mayor éxito es interpretar cuanto papel le propongan, aunque «prefiero el clásico español. Adoro esa fusión de castañuelas, botines, la posición de manos, la estilización del cuerpo, lleva una mayor nomenclatura de los pasos. El flamenco es más improvisado y libre, sin alejarte del ritmo acompañas a la música con el cuerpo».
En su familia todos lo apoyan «pero creo que si un día llego a ser grande tengo que agradecérselo a mis profesores y a mi mamá», confiesa. A otros jóvenes recomienda: «No piensen que son menos que nadie, si creen en sí mismos pueden lograr sus aspiraciones y metas. Cada día deben hacer todo lo que puedan».
Contradictoriamente tímido de palabras pero extrovertido con el lenguaje corporal sobre el escenario, este joven bailarín tiene grandes sueños: «Ser lo más parecido posible a Carlos Acosta y José Manuel Carreño, para que me conozcan en cualquier parte del mundo».
No obstante la poca experiencia, Víctor Basilio combina cuerpo y espíritu, y siente el baile español desde sus adentros. «La danza es mi libertad, me traslada a otros mundos. Si paso un día sin bailar me siento otra persona, es parte de mí».