Humberto García Brañas, prestigioso investigador musical, compositor e intérprete, quien creó los temas musicales de la película Pablo. Autor: Tania Pérez Publicado: 21/09/2017 | 05:29 pm
CAMAGÜEY.— El primer largometraje camagüeyano, Pablo, que recientemente tuvo su estreno en esta ciudad, posee una particularidad relevante: la música de la banda sonora también fue compuesta por un coterráneo: Humberto García Brañas, prestigioso investigador musical, compositor e intérprete.
Conversar con el profesor acerca del proceso de creación y composición, siempre genera nuevos conocimientos hacia el séptimo arte.
—¿Qué caminos le condujeron al cine?
—A través de los trabajos musicales que he hecho para teatro. Colaboré con las destacadas compañías Guiñol de Camagüey y el Dramático de Camagüey, y luego hice el serial televisivo dedicado a Nicolás Guillén. El director de arte de Pablo, Oraido Brito, quien a su vez es director de teatro, quería que fuera un agramontino el que compusiera los temas, y me los encargó.
—Su proceso de creación resalta por la coherencia entre las imágenes, el contenido de estas y el sonido, por su inteligencia sonora y la variedad temática. ¿Cómo logra tantas cualidades en una misma banda sonora?
—Fue el guión, su calidad lo que me atrapó desde el inicio. A partir de este nacieron las ideas, que luego se expresaron en sonidos que se fusionaron casi por sí solos con las imágenes.
«Luego se llevó adelante un delicado trabajo de mesa, donde el director explicó sus presupuestos estéticos, su puesta en escena, los personajes y las situaciones. Pero no se escribe una nota hasta que no se tienen las imágenes, porque ellas concretan muchas cosas en la composición.
«La música para cine no es igual que la pura, debe tener un tiempo preciso que corresponda a cada gesto del actor, plano, matiz, luces y fotografía, y por último se compone, porque todos los elementos cinematográficos nutren el trabajo musical».
—¿Consideras que el compositor debe identificarse estéticamente con el material?
—Sí. El músico debe estar plenamente identificado, hasta con lo grotesco. El director escucha al músico, en ocasiones hay divergencias. Si el director logra convencer, entonces te identificas con la propuesta, que surge lógicamente del convencimiento que a lo mejor desde un inicio no se compartía.
—¿Cómo fue la relación director-compositor?
—El director de la película, Yosmani Acosta, fue muy respetuoso. Él me decía lo que quería destacar en cada escena y yo trataba de componer en función de eso, y siempre la música la editamos escena por escena.
«Él oía y me decía: me da o no. Para mí los directores tienen que discrepar con las ideas del compositor. Yo trabajé primero en el piano y después le enseñaba el tema antes de grabar para ver qué le parecía. Cuando el director sabe lo que quiere, uno trabaja con una confianza tremenda, y las cosas fluyen mejor».
—Eres reconocido como músico sonero y jazzista. ¿Ambos géneros le influenciaron en la musicalización?
—No, yo no busqué que la banda sonora fuera sonera o jazzística. Hubo escenas de una profundidad psicológica en las que no me funcionaba ninguno de los dos. Tuve que usar recursos posmodernistas, de principio de siglo, o recursos más experimentales. Cuando se trabaja el diapasón conceptual de una película no se puede enmarcar un género, estilo o formato, por el contrario se debe tener un pensamiento amplio, diverso y muy selectivo.
«Por ejemplo, no me enmarqué en un formato específico, sino que traté de imitar una orquesta danzonera con violines, flauta, y timbal. No obstante, hay momentos en que usé orquesta de cuerdas o un cuarteto de jazz, que se fusionan con música contemporánea.
«Lo que resalta en la música para cine es que el ritmo, y el discurso musical lo dan las imágenes; entonces a veces las estructuras no son de ocho sino de cinco partes, porque es una creación eminentemente funcional. Debe prevalecer un poder de síntesis. La música tiene que ser completamente a esta puesta en escena cinematográfica».
—¿Qué enseñanzas le dejó esta nueva manera de crear?
—La manera de componer es distinta, más abierta porque uno escoge un tema y lo desarrolla, es adaptar los recursos expresivos de la música a una forma cinematográfica. Es lograr lo que decía Juan Piñera: «La mejor música para escena es la que no se siente», porque llega a fundirse de tal manera con la imagen, que el receptor, el público oyente, no llega a sentirla. La mejor banda sonora es la más funcional y debe realzar la puesta en escena.
*La autora es musicóloga