Chucho y su quinteto ofrecieron un concierto magistral. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:28 pm
Shanti Lo puso su voz a esas notas que Gala Mayor, grupo guiado por Alejandro Mayor, «desgajó» en una medianoche habanera. Sonó un soul africano combinado con la «métrica» afrocubana. Todos en el pequeño salón de fumadores del Hotel Meliá Cohíba escucharon atónitos a la cantante de Botswana y a los instrumentistas cubanos, mientras una pareja de los bailadores de Santa Amalia hizo sus artificios en una danza que se les da de manera natural.
La velada se mostró íntima y, sobre cada movimiento melódico de los artistas, el ocasional público respondió con expresiones que parecían salidas de un club de jazz de la legendaria Nueva Orleáns. Lo provocó un género que a la vez se ha nutrido de ese particular aporte insular, de las naciones latinas y también de África.
Escenas como las de Shanti Lo y Gala Mayor, o como las vividas en los teatros Mella y Bertolt Brecht, o la Casa de Cultura de Plaza fueron mostradas por la 28 edición de Jazz Plaza 2012, que cerró sus cortinas este domingo.
Propongo, para seducirlos con este repaso musical, un vistazo a lo ocurrido en el escenario del Mella en las cuatro noches en que fue invadido por el Festival.
Sin fronteras
Confieso que prefiero el jazz en vivo al de las grabaciones, aunque muchas de estas exhiban esa riqueza interpretativa de sus protagonistas. Mas no puedo renunciar al enérgico espectáculo de gestos, diálogos sin palabras y virtuosismo que se disfruta cuando jazzistas como Chucho Valdés «deslizan» sus nuevas creaciones, y resuelven decirnos que estas obras tienen la etiqueta de Sin fronteras, en clara alusión a esa libertad de composición y ejecución que permea sus piezas.
El jueves último, en la inauguración de Jazz Plaza 2012 y en medio de un silencio casi total sobre lo más reciente de su música, Valdés nos puso al tanto de esa producción fonográfica que le ocupa mucho de su tiempo en los Estudios Abdala, de La Habana.
Chucho, acompañado de su quinteto, hizo un intenso viaje por el sincretismo nacional. Extrajo de allí esa esencia amparado por un set de percusión cuyos protagonistas fueron Yaroldy Abreu en las congas; Dreiser Durrutí en los cantos folclóricos y los toques de batá; y Rodney Barreto en la batería. Además, el artista regaló nuevamente su magistral modo de tocar el piano e incluyó al virtuoso Gastón Joya en el bajo.
Disfrutamos a Valdés en piezas como Scheherezade, un sensible blues de Rimski-Kórsakov, y a Pilar, de la cual les acoto que es una sentida composición suya que dedica a su madre, quien falleciera en 2011, y en la que solo utiliza tres instrumentos: piano, contrabajo y una leve pincelada de la batería.
Desde el piano Steinway & Sons, el autor de Yansá y su quinteto enriquecieron su actuación con la presencia de la saxofonista canadiense Jane Bunnet y del joven Robertico Vizcaíno, quien desde el timbal arrancó el aplauso de un público ávido de escuchar estas novedades musicales de Valdés.
De lo raigal a las mixturas
Si la primera jornada nocturna de Jazz Plaza en el Mella, colmó las expectativas, las tres noches siguientes no lo hicieron menos al seducirnos con un recorrido de lo más raigal a lo más mixturado del género.
En el programa del viernes desfilaron por el Mella, Joaquín Betancourt y la Joven Jazz Band, quienes invitaron a escuchar estándares insulares al estilo de A Puerto Padre me voy, de Emiliano Salvador. Sin embargo, una de las ejecuciones de la orquesta que más me impresionó fue Orishas, del propio Betancourt y estrenada para la ocasión por su orquesta. La obra, que propone un «diálogo entre los seres humanos», se adentra en la música afrocubana.
La participación de la Isla la completó Rolando Luna y su proyecto, quien nos puso al tanto de Alucinaciones, el CD facturado por Producciones Colibrí, y que lo apuntala como uno de nuestros jazzistas noveles más reconocidos.
La vertiente latina del jazz fue representada por los performances del pianista mexicano Arturo O’ Farrill y su propuesta De Nueva York a La Habana, donde fue secundado por Pablo Menéndez (guitarra eléctrica), Pepe Hermidas (bajo), Orlando Sánchez (saxofón), Danny González (trompeta) y Zacarías O’ Farrill (batería).
El punto climático lo logró la Friends University Jazz Band de Kansas (EE.UU.). Con Lisa Hittle al frente, la agrupación sedujo por su modo de acercarnos a un género raigal que está en sus genes.
Si me piden que catalogue este último fin de semana jazzístico en el Mella, les digo que fue, ante todo, diverso. La creatividad de los artistas se adueñó de un público atento y co-nocedor de sus propuestas.
El sábado, tres agrupaciones nos dejaron «descolgados» de entusiasmo: Pablo Menéndez y Mezcla, Emilio Morales y sus nuevos amigos, y el cierre fenomenal de Roberto Fonseca y Temperamento.
La despedida del festival, el domingo, fue familiar y versátil. Mientras, Harold y Ruy Adrián López-Nussa (piano y batería, respectivamente) seguidos de Gastón Joya (bajo), nos adentraban en su manera de sentir el jazz; Ruy López-Nussa, acompañado de La Academia, exploraba el mundo de lo afrocubano, un camino recorrido por muchos en Jazz Plaza y en el que siempre nos revelan nuevos elementos. En el intermedio de ambas actuaciones, el violinista William Roblejo y su trío marcaron con su pauta melódica a la audiencia.
Definirles Jazz Plaza 2012 puede ser un ejercicio difícil, osado, ya que la cantidad de conciertos del evento superó los cinco cada día y fueron desarrollados en diferentes espacios de la capital. Lo que sí puedo asegurarles es que ha sido un certamen heterogéneo en cuanto a vertientes musicales, y muy, pero que muy disfrutado. Y seguro que no solo desde una luneta del Mella.